Terapia para un equilibrio que va más allá del ámbito físico. Los conocimientos orientales sobre la salud integral se fusionan con la sensibilidad para detectar puntos de bloqueo emocional y con movimientos precisos y liberadores de los efectos del estrés

El Deber logo
13 de enero de 2019, 4:00 AM
13 de enero de 2019, 4:00 AM

Mientras que algunos van a los spa a tratarse dolores, nudos, ‘bolas’, molestias del tipo que sea, especialmente en el área del cuello y la espalda, otros quieren trascender esa faceta estrictamente física y entender el origen del problema, que no se resigna a la típica respuesta, esa que apunta al estrés como el culpable de todos los males.

Para los que se identifican con el segundo grupo existe eso que se denomina masajes energéticos, una alternativa que no necesariamente dice que el estrés es un ‘santo’, pero sí que muchas veces está exacerbado por la forma en que vemos la vida.

Bajo esta perspectiva, el dolor físico se convierte en una oportunidad de autocomprensión.

Desde hace casi dos décadas, la alemana Laya Glueckstein, más conocida como Claudia, se especializa en este tipo de tratamientos. Es terapeuta holística, estudió la parte energética a través del reiki y la sanación cuántica, profundizó en hipnosis, masajes terapéuticos, con especialidad en la columna vertebral con Dorn Breuss (certificación en Alemania), formas para descifrar el dolor a través de más de 80 puntos específicos en el cuerpo, es profesora de yoga y pionera en Bolivia de la formación de LKM inteligente - educación somática.

Su experiencia le ha permitido fusionar todos esos conocimientos en una sola técnica, a la que denominó con su nombre: layaterapia.

“El dolor tiene un propósito significativo. Es el lenguaje del cuerpo para decirnos tres cosas: que lo estamos dañando, como una advertencia si una lesión ya ha ocurrido; o como una alarma preventiva si aún no se ha producido el daño o desgaste para evitarlo; por último, como una alarma continua cuando el daño o el desgaste ya se ha hecho para evitar peores consecuencias”, explica.

Además de inspirarse en su propio nombre, su terapia se inspira en un término del yoga, laia, que quiere decir diluir totalmente, “por eso queremos diluir todas las cosas que no sirven, los dolores físicos, emocionales, mentales, pero partiendo de atacar el origen de ese dolor”, agrega.

Todos los sentidos, presentes

Para la experta, el cuerpo es una unidad, la totalidad, es el microuniverso en el macrouniverso, por eso, cada una de sus sesiones, de aproximadamente una hora de duración, se enfocan en hacer una lectura del cuerpo, como si se tratara de un libro. “Voy escaneando el cuerpo, que es como una vasija que llenas con lo que eliges, lo negativo o lo positivo. Cada pensamiento genera una emoción, pero vivimos muy desconectados de nuestro cuerpo, por eso ya ni sentimos los dolores, porque el cuerpo estuvo sometido por demasiado tiempo a mucha tensión, eso es lo normal. Las emociones se guardan en cada una de las tensiones del cuerpo, como caparazón”, dice.

La hora de masajes con Claudia involucra los sentidos del tacto, el olfato, la vista, oído. Intervienen cuencos con sonidos relajantes, fragancias, música para cada temperamento (ella estudia a sus pacientes en cada larga charla introductoria), visualización de colores para enfatizar en los chakras que más ayuda requieran.

“Cada vez que hago un masaje es como si viera una novela, detecto los bloqueos, lo bonito es el antes y el después porque con el masaje desbloquear puntos específicos donde están atrapadas las emociones, cada sesión es una liberación. La terapia misma no siempre es tan relajante porque los bloqueos energéticos duelen cuando se liberan, pero se siente la diferencia emocional en el semblante”, argumenta.

Su base de operaciones es su casa-quinta en La Guardia. En medio de un paisaje verde de dos hectáreas con irregularidades topográficas que regalan una linda vista, una arquitectura con galerías, una amplia sala para sus pacientes, munida de mandalas, música relajante, un jacuzzi, camilla y un par de manos incansables por 60 minutos.

Ahí atiende a hombres y mujeres, aunque dice que las mujeres son más capaces de acudir a pedir auxilio ante las primeras señales de alarma, o simplemente para mimarse. “Casi siempre los varones vienen cuando ya no dan más”, confiesa en tono de broma. Le ha tocado atender niños, incluso bebés, dice que con ellos los movimientos son más suaves, con énfasis en los chakras, pero además las sesiones duran mucho menos tiempo. Según Claudia, el estrés afecta a los seres humanos incluso desde la niñez.

Claudia también comparte sus conocimientos, el 19 estará en Tarija, dando clases a estudiantes de fisioterapia; también ha dictado cursos sobre LKM, movimientos inteligentes y conscientes, en Cochabamba y en La Paz.

Las fascias mandan

El trabajo de Claudia se concentra más en el esqueleto, al que ella cataloga como la fundación del cuerpo, “si no está bien, tampoco lo estarán las articulaciones, ni la musculatura, nada funciona como debería, debido a la tensión”, explica. Ella señala que también trabaja sobre los músculos para lograr el desbloqueo, pero como su labor busca efectos más profundos, llega a los huesos, “por eso muchas veces es tan doloroso, porque tengo que abrir fascias, es una red de tejido conectado con el sistema nervioso. Cuando se pueden desbloquear y abrir esas fascias, entonces todo el sistema nervioso se estará autoregulando”, detalla.

Esas fascias constituyen el material de envoltorio y aislamiento de las estructuras profundas del cuerpo y hacen posibles pequeños movimientos del cuerpo, como los latidos del corazón.

“La fascia está en todo el cuerpo, conectada con todo y por eso los movimientos que hacemos, generalmente a partir de cierta edad, se desarrollan con unos patrones de cómo nos movemos, cómo pensamos y sentimos, entonces es una parte muy importante de todo nuestro cuerpo, más de lo que normalmente se cree”, reflexiona.

Las mayores molestias entre los pacientes de Claudia se ubican en la parte del cuello y la espalda, siempre a lo largo de la columna vertebral, y también hay casos, en menor número, de malestares en las rodillas y en las muñecas. Ella cuestiona que las personas dejen pasar tanto tiempo ignorando las señales que da su cuerpo. “El dolor siempre es una alarma, qué raro que los humanos cuando el auto enciende la luz roja vemos qué le falta, pero si hay la alarma de dolor, por más insignificante o fuerte que sea, no reaccionamos para nada, y dejamos pasar el dolor hasta que aumenta tanto que muchas veces es ya irrecuperable”.

La ventaja de este tipo de masaje, frente al tradicional relajante y no curativo, es que no tiene que hacerse eternamente, sino, dependiendo del problema, unas seis veces en seis semanas, aproximadamente (una vez a la semana). Ya después, a modo de mantenimiento, las personas pueden regresar una vez cada par de meses, para preservar el estado de relax. Por eso le llaman masajes espirituales.

Tags