Pilar Sordo. La popular sicóloga chilena y autora de casi una decena de libros de autoayuda habla del valor de las emociones dentro de la educación, de cómo lidiar con los miedos, las ansiedades y de otras problemáticas que ha detectado que son habituales en las sociedades de América Latina

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5 de mayo de 2019, 4:00 AM
5 de mayo de 2019, 4:00 AM

Cada vez nos perfeccionamos más a nivel profesional, pero, contradictoriamente, nos estamos volviendo más analfabetos emocionales, al perder la conexión con nosotros mismos y con nuestra parte afectiva, asegura la sicóloga Pilar Sordo, que desarrolla esta temática en uno de sus libros más populares, Educar para sentir, sentir para educar. Acerca de ese y otros temas EXTRA conversó con Sordo, que estuvo hace unos días en Santa Cruz de la Sierra para dar una charla en el aniversario del Banco Ganadero.

¿Cómo se educa para sentir?

Es un concepto que surge de una investigación que realicé en América Latina durante cinco años. Comenzó con mi intervención en el mundo laboral. En las asesorías que hago a empresas. En esa labor me empecé a encontrar, con frecuencia, que los directivos de esas organizaciones me decían que estaban muy preocupados, porque contrataban a gente muy capaz técnicamente, con currículos muy actualizados, muchos diplomados, masterados, etc., pero que después, al poco tiempo, la tenían que despedir, porque no tenían habilidades emocionales. Eran personas que no sabían trabajar en equipo, tenían poca tolerancia a las frustraciones y carecían de empatía.

Entonces, empecé a tratar de desenredar las razones de esa contradicción y ahí es donde desarrollé este estudio que resignifica el valor de las emociones dentro de la educación y de alguna manera explica, por qué esa persona que ha sido despedida de una organización laboral es analfabeta en términos emocionales.

Eso tiene que ver con la no educación de las emociones desde bebé, como por ejemplo, prohibir llorar por considerar que eso es un gesto de debilidad, no permitir el miedo y solo permitir la rabia. Entonces fui demostrando en ese estudio cómo, desde la casa, después la escuela y luego las universidades se va cercenando la posibilidad de esas expresiones emocionales para terminar, al final, formando sujetos capaces cognitivamente, pero nulos en términos afectivos.

¿Cómo se empieza a revertir ese analfabetismo emocional?

Desde la casa. Es el primer lugar donde se debe dejar de pensar que la gente fuerte es la que no expresa emociones, ese es uno de nuestros mayores errores. Creer que la fortaleza pasa por la contención y no por la expresión es una de las patologías más grandes que tenemos y que tiene mucho que ver con el modelo judeocristiano, que hemos heredado. Esa idea de lo estoico, de que todo se aprende a los pies de la cruz, etc, etc y eso genera culturalmente, una sensación de prohibición emocional brutal y es en la casa donde se tiene que permitir que el papá llore delante de su hijo o de su hija, que la mamá ría a carcajadas fuertes, porque en la medida que los adultos que educan a esa criatura se permitan esa expresión emocional va a ser mucho más fácil de que ese niño aprenda lo que corresponda en términos emocionales. Después la escuela debe reforzar eso, pero es cierto también que, la educación pública y con mayor razón la privada, lo que menos se preocupa es del tema emocional, salvo los sistemas de educación Waldorf y Montessori, que sí tienen una preocupación más amplia dentro de la perspectiva emocional.

Muchas personas parecen más expresivas en las redes sociales ¿Por qué cree que ocurre ese fenómeno?

Está sucediendo que el anonimato y la disociación que produce la tecnología permite eso. Ojalá que la gente se permitiera mostrar triste en las redes sociales, pero no se lo permite tampoco, lo que se permite masivamente es el enojo y además el enojo indiscriminado, sin rostro, anónimo, descalificatorio, porque en el fondo lo que empieza a pasar es que ni la alegría ni la tristeza ni el miedo se pueden expresar en ‘términos oficiales’, por decirlo así. La rabia está sobrevendida y además es una emoción muy generosa, porque tiende a proteger las penas y los miedos. Por eso tenemos los problemas gástricos que tenemos en América Latina, los cánceres de colon, los dolores de cabeza, las migrañas, porque tienen que ver con esta contención permanente emocional y por ese trabajo brutal que hacemos por anestesiar lo que nos pasa.

¿Cómo se lidia con el miedo?

Lo más grave de todo es que le tenemos miedo al miedo. El temor es menos dañino de lo que pensamos. Incluso tiene un aspecto positivo que es el protector, como cuando eliges irte por una calle en lugar de otra, porque parece más segura. La mejor manera de enfrentarlo es hacerlo entrar y ponerlo al frente y decirle ok, ya dime lo que me estás queriendo decir. A veces, el miedo es por no querer avanzar, porque me encuentro en una zona de confort y me asusta dar un paso o porque tengo que tomar una decisión de separación de pareja, pero me da miedo estar sola. El miedo es muy clarificador, cuando uno lo escucha. En general, lo que nosotros tendemos a hacer es no escucharlo. Es importante saber por qué aparece; siempre tiene algo que decir.

Otro problema de nuestro tiempo es la ansiedad ¿Cómo cree que debemos abordarla?

Ese es un tema que yo no lo tengo resuelto en mí, pero sí sé que la ansiedad es un ruido interior que uno tiene que hacer lo posible por silenciar.

¿A qué se refiere con eso?

Mientras más esté haciendo cosas que no tengo que hacer, mientras más esté en una relación de pareja en la que sé que no tengo que estar, mientras esté en un mundo laboral que me hace mal, mientras más esté disconforme con mi autoestima, con mi cuerpo, etc, más ansiedad aparece y me quita la paz. Ese silencio interior es a lo que yo llamo paz, mientras menos paz tenga, más ansiedad sentiré. Entonces, uno tiene que trabajar para tener paz y eso se obtiene buscando situaciones de silencio a lo largo del día, con muy buenos ejercicios de respiración. Primero, con algo muy simple, que es tomando consciencia que respiramos. Creo que gran parte del foco ansioso es que yo pierdo la consciencia de la respiración y eso aumenta el ruido de mi cuerpo.

¿Qué problemas percibe que son comunes y frecuentes en Latinoamérica?

Hay dos cosas que me llaman la atención. Una, que considero que es el tema del siglo, que es la búsqueda del sentido de las cosas; como que la gente no sabe para qué se levanta en las mañanas, para qué hace lo que hace. Para qué está donde está o con quién está. Hay una sensación de estar como en automático en pro del trabajo, de la productividad, para poder llegar a fin de mes y en pro de un montón de cosas, pero la gente no está pensando cómo vive, simplemente vive y yo te diría que sin mucha consciencia de eso. Ese efecto de vivir como en automático tiene un montón de colaterales que son transversales en América latina, como son la tristeza, la rabia, la sensación de desigualdad social y de enfrentamiento frente a ese tema y la pérdida de confianza generalizada en las instituciones, la empresa, la iglesia, los políticos. No existe confianza en todo lo que antes se creía a rajatabla. Por otro lado, siento que otra preocupación habitual es la que tiene que ver con la familia, el de cómo educar bien a los hijos y de cómo valoro y cuido la relación de pareja que tengo. Esa es otra variable que siento que es muy consultada.

¿Qué opina de las reivindicaciones que actualmente hacen las mujeres y de los movimientos sociales que han generado?

Las primeras discriminadas de la humanidad somos las mujeres y creo que el rebelarnos ahora frente a esa discriminación es saludable y les hace bien a ustedes los hombres, porque en este modelo patriarcal en el que fuimos construidos, las mujeres perdimos mucho en términos de protagonismo y posibilidades, pero a ustedes también les liquidaron la vida. El modelo los hizo ser competitivos en extremo y tienen la necesidad de ser eficientes. Eso les anuló la parte emocional. Entonces, en la medida que recuperemos el tema de la igualdad en serio y la equidad en términos de oportunidades, también ustedes van a irse liberando de esos temas.

Espero que además se entienda que el feminismo es una lucha no contra, sino con los hombres para generar espacios de igualdad y de relación donde estos micromachismos y cosas puntuales vayan aflojando y desapareciendo para que al final seamos vistos como personas más que como hombres y mujeres. Creo que el gran desafío es el desexualizar la relación hombre-mujer. Es decir, que los hombres dejen de sentir que el espacio público es propiedad masculina. Cuando se entienda que el espacio es compartido, empezará a moverse en variables diferentes. Es un desafío cultural difícil, pero interesante.