Reconstrucción. Está bien trabajar y gozar de los bienes, pero sufren más quienes hicieron girar su vida en la seguridad material. La bancarrota económica en mitad de la vida obliga a replantearse el objetivo de la existencia. Hay soluciones que los expertos recomiendan para superar este golpe

El Deber logo
22 de abril de 2018, 4:00 AM
22 de abril de 2018, 4:00 AM

Perder los ahorros después de los 50 años acelera la muerte. Es lo que afirma un estudio realizado recientemente en Estados Unidos. En Bolivia la situación es también preocupante. Un 83% de los adultos mayores (que sobrepasan los 60 años) no tiene ningún ingreso propio, así que se ven en la obligación de desarrollar estrategias de subsistencia. Viven con los hijos y comienzan a cuidar a los nietos. 

La investigadora Giovanna Hurtado asegura que a los 60 años, un 44% de bolivianos tiene como única fuente de ingresos el trabajo remunerado y un 17% depende de la jubilación. 

Los que combinan jubilación y trabajo son una minoría que alcanza al 3,7%, pero los que no tienen ningún ingreso llegan a un elevado 42%.

Quiebra y depresión

Hurtado es investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) y está realizando otro estudio sobre la depresión en los adultos mayores, que espera concluir en poco tiempo más. 

La sicóloga Liliana Zabala señala que la depresión sigue a una pérdida económica. No es raro que las personas que han perdido todo lleguen a aislarse socialmente y hasta de la familia, “a tal punto que llegan a somatizar los problemas y pueden enfermarse gravemente y terminar hospitalizadas”. 

“A medida que transcurre el tiempo, estas personas se vuelven más vulnerables ante las situaciones de duelo (como una pérdida económica), porque el depender de uno mismo económicamente implica tener una vida útil”, dice Zabala. 

El apoyo de la familia y de los hijos y hasta de los amigos íntimos son claves para superar esta etapa, pero además se puede recurrir a estimular el pensamiento positivo. 

El caso es distinto si estas mismas personas fueron siempre dependientes de los hijos. “En ese caso, el asunto del dinero no les afecta en lo más mínimo, porque no han interiorizado el valor del dinero y de repente ni les afecte. Todo depende del contexto sociocultural. Incluso hay hijos que asumen la parentalización  con sus padres  en etapas precoces”, comenta. 

Lilian Castro, que también es terapeuta, señala que una quiebra a los 30 años es diferente que a los 60, pero no tanto por la edad en sí, sino por la pérdida de confianza que sufrimos a lo largo del tiempo. “Hay personas que a los 50 años sienten que su vida está terminada, que ya cumplió con ciertos mandatos de la vida. Esperan que el tiempo pase y se sienten viejos, agotados y no aptos para lo que resta, que es mucho”. 

Sin embargo,  otras personas de la misma edad se sienten vitales, con ganas de seguir adelante y de realizar actividades nuevas. “Con la misma edad, encontramos opuestos. Hay personas que lo superan y otras que no”. Esta sicóloga afirma que la mente y los pensamientos juegan un papel predominante. “Es normal que quien esté en bancarrota sienta vergüenza ante su familia, sus amigos y sus colegas.

Puede haber enfado, miedo, tristeza y culpa. Esto suele ser normal siempre y cuando sea por un tiempo razonable”. Si dura mucho tiempo, la persona llega a vivir en una situación de víctima, que finalmente, termina en depresión y abandono total. “Todo depende de las emociones que cada uno tenga.  La práctica diaria nos ayuda a conocerlas, pero tienen que ser diarias”, afirma. 

Ser y tener

La terapeuta Susanne Hansen amplía algo más la idea. A los 30 años -explica- se está en plena etapa de creatividad. Uno de los miedos desde los 21 hasta después de los 40 años es la rutina, la monotonía. Cuando la bancarrota llega a los 60, es determinante la medida en que ha cultivado su vida interior para valorar más el ser que el tener. 

Las personas que no cuestionaron su vida y no saben quiénes son y hacia dónde van, tendrán la tendencia a agarrarse de la seguridad: “Colocará la seguridad en lo externo, en lo material, en lo económico”. 

En la cultura maya, desde los 48 hasta los 52 años se habla de una época de gestación. En esta época suele haber crisis matrimonial y problemas de salud. “La vida se impone y si la persona no estuvo sensibilizada para escuchar a la vida, esta le habla con un megáfono a gritos.
Por eso está obligada a generar un cambio. Esa etapa que se da naturalmente con o sin bancarrota, es una época en que si no ha dicho ‘sí’ a todo y vive una vida solo de cumplimiento, experimenta la bancarrota más fuertemente”. 

Lo mejor, plantea Hansen, es no aguardar que ocurra un quiebre económico y replantear la existencia para llegar a esa edad con alegría, profundidad y generosidad. Se puede recurrir al tai chi, al yoga o a cualquier arte marcial para fortalecer el cuerpo, que es el que nos da fuerza para afrontar las crisis. 

“A los 60 se piensa en el legado que dejará la persona, cómo transmitirá sus aprendizajes y para eso es determinante que haya habido un proceso de vida consciente, de cuestionamiento y de compartir, no una existencia en piloto automático”.  

Logoterapia y tai chi 

La edad madura es el momento clave para identificar el sentido de la vida. Hansen recomienda la lectura de El hombre en busca de sentido, de Victor Frankl, fundador de la logoterapia, experto en sicología, siquiatra y sobreviviente de los campos de concentración nazis. 

En el caso de una bancarrota, la persona tendrá que replantearse el enfoque de su vida y aprender a disfrutar de la naturaleza. Debe regresar al ser, a conectar con los placeres sencillos como sentarse en la plaza, echarse en la hamaca, recomienda la terapeuta. 

“A esa edad puede acercarse desde lo genuino a Dios o buscar a personas felices. Hay que alejarse de personas que viven la vida como una desgracia. En suma, hay que buscar otro ambiente, círculos de crecimiento como Cafh o las iglesias”. Plantea entrar en proceso de reflexión y cuestionamiento para encontrarle sentido a la vida y comunicarse. 

Ser fracasado y fracasar

Lilian Castro enfatiza: “Hay algo que se debe tener en cuenta: fracasar no nos convierte en seres fracasados. Fracasamos no  solo en temas financieros, así que se trata de un proceso que deberíamos ser capaces de manejar. Suele ser más simple para el varón que para la mujer”. 

Una vez que la pérdida ocurre, hay que asimilar lo sucedido como cualquier otro evento en la vida. Insiste en que la familia brinde apoyo y el afectado busque ayuda sicológica, para que el proceso se lleve adelante. “Así, las emociones negativas se convierten en constructivas. Empezar con 50 o 60 se puede, y con más, también”. 

PARA AYUDARSE

Victor Frankl. El creador de la logoterapia, conocida como la tercera escuela vienesa, escribió El hombre en busca de sentido. Es un libro clave para superar crisis como la quiebra. 

Números fatales. Arruinarse económicamente después de los 50 aumenta en un 50% la posibilidad de morir en los siguientes 20 años. El impacto en la salud a largo plazo es muy notorio en quienes pierden todo a esa edad. 

Igual que la pobreza. Según el estudio de Universidad de Northwestern, no tener dinero nunca es también malo para la esperanza de vida. Afecta casi tanto como tenerlo y haberlo perdido. 

Comportamiento. La economía del comportamiento ha determinado que las personas tienden a elegir el mayor atractivo inmediato a costa de la felicidad a largo plazo. 

Neurociencia. No es raro que después de fijar un objetivo, las personas ‘trabajen’ contra él por falta de autocontrol. Ocurre porque la mente tiene varios procesos que funcionan bajo su propia lógica. 

Tags