Dos expertos están dictando talleres. Aquí sus consejos     para saber cómo actuar ante las emociones, qué hacer  para reconocerlas, domarlas y dirigirlas de forma positiva. Grandes y chicos deben saber de inteligencia emocional

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26 de enero de 2018, 4:00 AM
26 de enero de 2018, 4:00 AM

¿Su niño montó tremendo show en el supermercado con una rabieta de aquellas que le hizo sentir vergüenza ajena?  Situaciones cotidianas como esta a todos nos ha tocado vivir alguna vez, el asunto es que casi nunca estamos prevenidos o, peor aún, no sabemos cómo afrontarlas. Las respuestas las tiene la educación emocional, una innovación en el campo educativo que responde a las necesidades sociales que no son abordadas ni atendidas en las materias ordinarias en los colegios.

Es decir, además de aprender matemáticas, lenguaje o ciencias sociales, los chicos y nosotros mismos como padres o educadores debemos aprender a reconocer las emociones que nos están embargando, a manejarlas y a transformarlas para que tengan un impacto positivo y no nos hagan daño a nosotros o a los demás.

Graciela Asperilla (sicóloga y educadora) y Jonathan Roca (formado en Comunicación y Educación Alternativa) concluyen este sábado un ciclo de talleres sobre educación emocional, los mismos que se van a ir repitiendo a lo largo del año como parte de Son de Vida, ente que brinda consejos de consultoría y mentoría. El espacio físico en el que están trabajando es El patio de mi casa (atrás de la universidad UDI).

Qué es educación emocional
Es reconocer, expresar, regular y manejar correctamente los estados emocionales. Estar enojado o feliz, eso tiene que ver con el  área de la inteligencia emocional.

“El estrés, la depresión y la ansiedad le están costando millones de dólares a los Estados para atenuarlos”, dice Roca y afirma que la educación emocional atañe a todos, niños, jóvenes y adultos. “Nuestras emociones dirigen nuestra atención y nuestra vida. La preocupación, el estrés y el acoso, por ejemplo, destruyen porque bloquean fisiológicamente el cerebro. En un aula se necesita de espacios que generen confianza, curiosidad, motivación, entusiasmo y retos. Para que los chicos presten atención necesitan emocionarse. Esta es una materia pendiente dentro de la escuela todavía”.

Por su parte, Asperilla hace notar que desde que se empezó a estudiar la felicidad todas las investigaciones apuntan a que los índices de felicidad dependen del  contexto social, la comunidad de  apoyo y el sentirse realizados: “La felicidad está en el fluir, es decir, cuando tu mente, tus manos y tu espíritu están en lo que estás haciendo. Por ejemplo, puedes ser feliz barriendo la calle. No había sido ni el dinero, ni tener un trabajo importante lo necesario para ser feliz”. 

Por último, si se le enseña a una persona a reconocer fisiológicamente lo que siente (en su estómago, en su cuerpo), se le enseña a aceptarlo y a ponerle un nombre, se ha dado el primer paso para gestionar sus emociones (por ejemplo, cuando está sintiendo rabia debe respirar profundo, caminar, salir del espacio o contar hacia atrás, esas son herramientas para parar su agresividad y después de que pasa la emoción el siguiente paso es analizar esa situación).  

Primero, conciencia emocional
“Las emociones son reacciones del cuerpo. Son sensaciones viscerales y cuando tengas conciencia de esas sensaciones puedes empezar a regularlas. El universo de emociones tiene más de 400 palabras, pero las personas no sabemos ponerle nombre y apellido a eso que estamos sintiendo. Hay que empezar a aprender a conocer las emociones”, coinciden los expertos. 

De esas 400 emociones, hay seis que son básicas: amor, alegría, felicidad, rabia, miedo y tristeza. 

Segundo, regulación emocional
Es buscar la manera de cortar las emociones perturbadoras y alargar las emociones positivas. Se dice que tras una emoción negativa se necesitan tres positivas. Por ejemplo, cuando una persona está pasando por una depresión, el antídoto es la vitalidad.  Por lo tanto, en vez de estar postrado en casa hay que  salir a buscar actividades prosociales: algo que le guste hacer, con las personas con las que tiene una comunidad de efecto. 

“En este caso hay que dejar de estar encerrado y salir un momento a jugar un partido de fútbol (el cuerpo empieza a moverse, se genera oxitocina y seratonina, las hormonas de la felicidad) o ver una película. Cuando se comienza a generar esto biológicamente en el cuerpo es cuando se empieza a  cambiar mentalmente, es como que sudas los problemas”.

Tercero, autonomía emocional

Tomar conciencia de la emoción es dejar de depender de ella. “Eso otorga la capacidad de tomar decisiones, te da mucha libertad y evita que las emociones rijan tu vida o las de los demás”, agrega Asperilla y da un ejemplo: “si estás aburrido y te cuentas un chiste, eso es autonomía emocional”. 

Para regular las emociones los expertos recomiendan trabajar por oposición. ¿De qué se trata esto? Es reconocer la emoción negativa y optar por vencerla con la emoción contraria. “Lo contrario del amor es la ira, el amor es paciente, la ira es impaciente, el amor es compasivo, la ira ataca,  si reconoces los contrarios puedes saber qué hacer. Si un niño tiene envidia, puedes buscar provocar la admiración. Eso es una forma inteligente de cambiar de estado”, añade Roca.

Cuarto, habilidades sociales
Es llevarnos bien con la persona que tenemos al lado. Es desarrollar la capacidad de escuchar, de sentir empatía, de comunicarse y de intuir la emoción del otro. Ahí están los acuerdos de convivencia que son vitales dentro de las escuelas, las oficinas, etc. 

Quinto, competencias para la vida y el bienestar
Es el impacto que cada uno está  causando en el entorno. Libertad no es hacer lo que uno quiere, libertad implica mucha responsabilidad. La libertad no se otorga, se reconoce y para ello hay que saber vivir en comunidad. Estos son los cinco pilares de la educación emocional que se deben trabajar en la casa y el colegio.

Estrategias para domar tres emociones negativas

1.- Rabia. La rabia es un desborde del sistema nervioso y un bloqueo total de un neurotransmisor llamado cortisol que inmoviliza el cerebro. Frente a una rabieta de su niño es mejor no actuar y esperar a que pase la tormenta. Cuando viene la calma se puede entablar un diálogo sobre lo que acaba de suceder. La mejor estrategia es el tiempo fuera, es dejarlo (la rabieta no va a durar más de un par de minutos) y no ponerse a su nivel porque usted grita y él gritará más. Y quítese la vergüenza ajena si sucede en un lugar público, no lo calle ni amenace con pegarle porque eso es reprimirlo. Tampoco vaya a ceder a su capricho, en lugar de eso respire, cuente hasta 10, mire a la gente, sonría y cuando el niño se calme hable del tema  para gestionar sus emociones. 

2.- Miedo. Es útil cuando nos mantiene a salvo del peligro. Son los miedos imaginarios los que hay que combatir. También hay que cuidar que los hijos no absorban miedos de los padres. Frente a miedos comunes como el temor a la oscuridad la solución es simple: hacer un plan antimiedo, como darles una linterna, o un muñeco invencible que los proteja. Hay que estar atentos y ver si es un miedo racional o irracional. 

3.- Tristeza. Es primordial dejarla salir (está bien por un día) y nunca es bueno que dure más de dos o tres días. La alegría es la contraparte de la tristeza, entonces hay que buscar cosas que le hagan sentir bien (música alegre, comer algo que le gusta mucho ) y que faciliten salir del tren de la tristeza.