El poeta nacido en Salta llegó a Santa Cruz para participar en una antología personal de poesía publicada en Bolivia con el sello Agua Ardiente, de Plural 

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16 de diciembre de 2017, 7:00 AM
16 de diciembre de 2017, 7:00 AM

La tienda de los milagros es el título de esta antología personal del gran poeta argentino Leopoldo ‘Teuco’ Castilla, que se publica en Bolivia gracias al sello Agua Ardiente, de Plural Editores. El libro fue presentado el jueves en el Centro de la Cultura  Plurinacional, donde ‘Teuco’ leyó algunos poemas del libro.

¿Cómo se da la llegada de su poesía a Bolivia?
Bueno, la llegada de mi poesía no quiere decir mi llegada a Bolivia, porque mi primera llegada a Bolivia fue a mis 18 años. Llegué y desde ese día me enamoré de este país; y ya en mi tercer libro -estoy hablando de cuando tenía 25 años-, ya hay poemas a Bolivia. Yo fui pasándome, yéndome, viniéndome, pero, ya concretamente hace dos años vine invitado a la Feria del Libro de Santa Cruz y ahí terminé haciendo vínculos con poetas que terminaron haciéndose hermanos míos.  

¿Y cómo fue el ejercicio de hacer una antología poética personal? Buscar poemas, seleccionarlos...
Esta antología está hecha con base en los libros que tengo publicados de poesía (más de 20), y siempre que vuelves a la poesía tuya tienes que andar con un pie en el arrepentimiento y otro pie en la alegría.

¿Se pueden ver los cambios en su poesía desde sus inicios hasta ahora? 
La poesía va tomando distintos tonos. El poeta tarda en encontrar su voz, pero encontrar su voz -lo que es una suerte- también suele ser un peligro, porque el poeta se aferra a una sola manera de decir. Yo tengo tres líneas en mi poesía que se han hecho sin querer: una de poemas de tono íntimo, otro que tiene que ver con la física y el universo, y otro -que ya lleva más de 10 libros- de cantarle al planeta. Yo he viajado mucho por este planeta y lo amo y lo defiendo, y al ir por los distintos pueblos me dieron distintos tonos. La poesía tiene que salir de lo que se ve. La poesía manda. La poesía escribe lo que ella quiere, cómo quiere y cuándo quiere. He ido cambiando el tono, primero de la adolescencia a la juventud; después, el exilio también me cambió el tono. Ahí cambié radicalmente mi manera de escribir. 

Usted es de Salta ¿es muy diferente lo que se escribe en Buenos Aires que en las otras provincias argentinas? 
Yo creo que hay un gran y enorme vigor en la poesía latinoamericana. En la voz, en la fuerza, en la creatividad, hay un mismo espíritu, y ese es el que va de Tierra del Fuego hasta el Río Bravo, que es el de la patria grande. La patria grande canta con la fuerza que no le van a tapar. 

¿Cómo es el proceso de escribir un poema para usted? ¿Cuándo se inicia y cuándo termina un poema?
Bueno, en mi caso decimos “cada maestrito con su librito”. Creo que el poema se inicia a partir de una inquietud, de un asombro, de una zozobra, de una emoción. Fundamentalmente de una emoción que puede ser una emoción sentimental como una estética. De ahí el poema lo pone a uno a trabajar. Yo trabajo mucho mis poemas. Llego a hacer siete versiones de cada uno. A lo largo del tiempo lo dejo descansar, vuelvo y veo los errores y sigo el trabajo. Hasta que el poema me dice: “Dejame vivir en paz”. Creo que es muy importante trabajar con rigor en la poesía, pero cada uno lo hace a su manera.

¿Es más fácil escribir según avanzan los años? 
No, es más difícil. En primer lugar porque uno ya ha escrito y dicho muchas cosas. Y es más fácil cuando uno es joven porque tiene todo el mundo para decir, y el mundo es infinito. Pero el poeta no se baja del caballo, es poeta hasta la muerte. 

¿Está contento con todo lo que le ha dado la literatura? 
La poesía no es literatura. Eso es lo hermoso que tiene la poesía. La poesía no pertenece a la literatura porque la literatura se puede fraguar, y la poesía no. En una novela puedo inventar, en la poesía no. Era como decía Neruda: “Dios me libre de inventar cuando estoy cantando”.  La poesía requiere una verdad insoslayable, indubitable e invencible.