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16 de abril de 2024, 4:00 AM
16 de abril de 2024, 4:00 AM

Al atardecer de un día de octubre, hace algunos años ya, ingresó nuestro personaje por la puerta principal del salón de Actos del Colegio de Abogados a paso lento, con la mirada penetrante y sostenida; los lentes bien puestos y un prolijo bigote blanco. El hombre era alto y bien plantado. Un silencio general preñado de respeto saludó la presencia del intelectual, famoso por ser    amante de nuestro terruño. Era don Pedro de imponente figura que sobresalía al lado de doña Rosita, esposa y compañera inseparable del buen jefe de familia, cuya gloria era el alfa y omega del gran prestigio familiar ganado con los claroscuros que da la vida.

Caminó hasta un asiento de la primera fila y esperó paciente el llamado del maestro de ceremonia. Había comenzado el acto preparado por el primer Colegio de Educadores de Bolivia (Copecruz) que reconocía su trayectoria intelectual y su apoyo a la educación. Dos eran los distinguidos principales: la Embajadora de la Canción Boliviana, doña Gladys Moreno y el Dr.  Pedro Rivero Mercado.

En el ínterin   del acto, el abogado Pedro Rivero relató algunas experiencias como docente en un singular capítulo de su vida profesional. Sencillo y asequible nos regaló algunas anécdotas y una sonrisa. Ese era don Pedro, poeta y novelista; así era el brillante periodista que aportó una sustancial partícula a la identidad camba.

En los primeros tiempos las pocas páginas de EL DEBER competían en desproporción con sus pares del interior del país. Don Pedro supo imprimirle una verdadera metamorfosis para contribuir a la educación del país. Suplementos como “Debercito”, “Brújula” (hoy día desaparecido); “Para ellas”, “Dinero y Finanzas”,  “Extra”, “Debertidísimo”, “Lagarteando” y “Deber económico”, hablan bien de esta labor hasta convertirse en un multimedia con  credibilidad altísima. 

Quienes conocimos al querendón de su tierra lo recordamos como el paladín del prestigioso matutino. Admirado por propios y extraños, ganó amigos, admiradores y uno que otro enemigo en el ingrato oficio de decir la verdad a cierta gente poltrona y repleta de envidia. Viene a nuestra mente los agravios de los dueños de una radio local contra Don Pedro, conflicto del cual salió indemne.  

Don Pedro aportó con calidad y sello propio a la Academia de la Lengua Boliviana y a la Academia Cruceña de Letras. Supo imprimir su íntegra personalidad a nuestra embajada en Francia y a la Unesco. Versado en la buena redacción manejaba el idioma como cuentista y escritor con admirable maestría. Cuando se dirigía al pueblo usaba graciosas rimas que tenían tonos de poesía popular. Si se trataba de reflexionar con altura, sus editoriales estaban cargados de exhortación e interpretación objetiva.

Pero el fatídico día llegó inexorable y él cerró los ojos para siempre. No, no está muerto don Pedro; él se perdió en lontananza transformándose en una especie de logos de su querido Diario Mayor EL DEBER. Su ánima protectora, absorta, vela el buen camino por donde transita el genial aporte que dejó a la sociedad.

El espíritu de esta época significa nuestro compromiso con el pasado. Ese pasado que se encarna en el presente y en el futuro para ser eterno. Nuestra gratitud con el hombre polifacético significará darle sentido a los Arts. 69 y 70 de la Ley Educativa. Se tiene que incorporar en el currículo toda la contribución que don Pedro imprimió a la cultura local y nacional. El olvido es la tumba de los hombres de real valía. Don Pedro será inmortal si así lo queremos.

 

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