Adoctrinamiento y educación
El hombre aprecia el mundo con tres clases de entidades valentes: 1. Valores: son consensuados y universales -justicia, belleza, etc.-; 2. Antivalores: son rechazados por todos (corrupción, asesinato, etc.); 3. Ambivalentes: son aceptados solo por grupos -religiosos, políticos, etc.
Esta premisa axiológica puede originar una disyunción social: adoctrinamiento o educación.
Adoctrinar significa inculcar ideas, creencias, dogmas, valores, para modificar la conducta. El adoctrinamiento utiliza la propaganda, la manipulación y otras técnicas. La propaganda difunde ideas y las infiltra en la mente de otros. Manipular es persuadir con engaños, a un sujeto, con el fin de utilizarlo posteriormente.
El mal intencionado adoctrinamiento habla en nombre de la ciencia para protegerse y darse un maquillaje de veracidad , convirtiendo a sus receptores en autómatas que repiten la información dogmática recibida. El adoctrinador impone ideas y se blinda contra la crítica con un pequeño antifaz de inteligencia.
Los criminales de la educación crítica disfrazan las ideas con el fin de lavar el cerebro de los alumnos. En un texto de la escuela cubana se lee: “El pueblo miliciano desfila. ¡Está Fidel! Lo vemos feliz. ¡Viva Fidel!”. “El miliciano tiene un fusil. En manos buenas, un fusil es bueno”. En Bolivia hay textos escolares (Evito; Evito y el mar; Aventuras de Evito) con el mismo fin adoctrinador e intentando dar un buen perfil de un conocido personajillo folclórico, excelente profeta del futuro paraíso cubano en Bolivia.
En la asignatura de religión se adoctrina con aquiescencia de padres de familia y el Estado cancela el sueldo a los adoctrinadores que anulan, en los alumnos, la capacidad de pensar por sí mismos, limitando su libertad de culto como derecho fundamental.
Metodológicamente la religión y la fe están fuera de la ciencia. Pero su didáctica debería cambiar. Einstein decía: “Creer es más fácil que pensar. Por eso hay tantos creyentes”.
Para adoctrinar, los partidos políticos utilizan redes sociales, movimientos sociales, medios de comunicación, etc. Estos últimos tienen un poder impactante e ilimitado, por eso todo gobernante quiere controlarlos… o atacarlos.
En conclusión: Necesitamos una radical alfabetización de la educación crítica si anhelamos “vivir bien”, porque la nuestra es memorística y repetitiva. La educación crítica es liberadora, científica y comprometida con la verdad. Utiliza el análisis y la reflexión como antídoto de lo intuitivo, evitando caer en el fanatismo, la vitamina de las mentes simples.
Un buen profesional docente defenderá con criterio los valores y rechazará los antivalores. Por imperativo pedagógico y por sensatez didáctica, el maestro debe mantener una actitud neutral con los valores ambivalentes para que el alumno capte con claridad el conflicto y los elija o los rechace libremente.
*Alberto Santelices es pedagogo