Entrevista. El líder de Start-Up Chile explicó que el resultado de apostar por firmas tecnológicas no se produce en el corto plazo; tienen una naturaleza diferente y deben ser atendidas por personas especializadas

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18 de junio de 2019, 6:00 AM
18 de junio de 2019, 6:00 AM

En su hoja de vida figuran al menos 1.000 emprendimientos tecnológicos que no solo consiguieron millones de dólares en ventas, sino que cambiaron una cultura económica y diversificaron una matriz productiva que mira a la globalización. Sebastián Díaz (34) es el director ejecutivo de Start-Up Chile, una aceleradora del vecino país que proyecta transformar el rumbo de los negocios de la región a través del despunte del ecosistema startup, órbita en la que Bolivia también busca hacerse un lugar.

—¿Cómo se articula Start-Up Chile y cuál es el objetivo de atraer talento de otros países?

Una aceleradora toma un negocio y trata de hacerlo exitoso a través del cambio de etapas. Start-Up Chile es una aceleradora de startups tecnológicas que depende de la Corporación de Fomento, entidad pública que incentiva al mercado donde los privados no pueden hacerse cargo. Uno de los principios básicos de la innovación es la diversidad; es decir, esto no se da si no hay distintas miradas de un problema.

Nosotros llevamos esto a la realidad de Chile. Buscamos que emprendedores de todo el mundo vengan al país y creamos un ecosistema de emprendimiento diverso para que el chileno aprenda que se pueden hacer negocios globales desde nuestro país. Entonces vimos oportunidad de atraer talento para que lancen sus negocios desde aquí.

—¿Qué impactos trajo esta matriz a la economía de Chile?

Damos las condiciones a emprendimientos de otros países (somos estables en lo político y económico, las reglas son claras y las regulaciones son fáciles para abrir una empresa) y pedimos que el impacto sea sociocultural. Esa es la idea principal, porque hay que posicionar este tema en todo el país. Al principio buscábamos la transferencia de conocimiento y lo logramos en nuestros primeros cinco años de Start-Up Chile (según rankings internacionales, Chile lidera estos emprendimientos en la región).

Más o menos desde 2015, buscamos sofisticar la matriz económica ayudando a empresas tradicionales a digitalizarse y automatizar procesos. Y por otro lado, creamos nuevas industrias para dejar de depender del cobre. Ahí el objetivo económico y el nuevo posicionamiento.

—¿Cuántas startups pasaron por la estructura de Start-Up Chile y cuál es el balance que hace de este tiempo?

En la historia de Start-Up Chile pasaron 1.800 startups de 85 países, casi el 55% de ellas está en operación en nuestro país y el 54% se mantiene con vida. Recibimos startups de distintas industrias. El levantamiento de capital es de casi un billón de dólares. El 21% de nuestro portafolio recibió inversión privada, ese porcentaje tiene una valorización formal de $us 1,4 billones. En términos de ventas hasta la fecha vimos $us 700 millones (220 de ellos en Chile) y se crearon 10.000 empleos.

Hay que tener en cuenta que el real efecto de Start-Up Chile proyectamos verlo en el largo plazo, unos 20 años. Estos números solo son la señal de que vamos por buen camino. A diferencia de un emprendimiento tradicional, una startup tiene un tiempo de maduración más largo, porque no solo tiene que validar la idea comercialmente, sino también tecnológicamente.

—Tomando en cuenta que conocen startups y ecosistemas de distintos mercados, ¿qué lectura hace de Bolivia y qué experiencias resaltan?

TuGerente es la primera startup 100% boliviana en nuestro portafolio. Para nosotros es importante atraer la mayor cantidad de países posibles por este componente de diversidad. Entre más países tengamos, contaremos con mayor capacidad de innovación en nuestro ecosistema y mejores ideas van a salir de él.

Sobre Bolivia conocemos poco, pero sí que hay entusiasmo por parte de organizaciones para poner fichas en estos emprendimientos. Además, sabemos que están mirando hacia afuera para generar redes de colaboración y eso es lo más importante por el componente de diversidad. Si son solo bolivianos creando un ecosistema nada va a pasar, se deben buscar actores globales.

—En Bolivia se socializa la redacción de un proyecto de ley de startups, ¿es suficiente? ¿qué otros pasos hay que dar?

Todos los países son distintos, pero alguien tiene que partir con un mensaje claro. En el caso de Chile ese mensaje vino del Gobierno. Nos dimos cuenta de que sin emprendimiento e innovación no vamos a llegar a ser un país desarrollado, entonces las partes pública y privada se alinearon. El hecho de tener una ley en Bolivia es fantástico, pero si no se ejecuta el espíritu de esa ley es letra muerta. Lo más importante será ejecutar políticas públicas en pro del emprendimiento.

Chile entendió que la lógica de startups es distinta a la lógica pública. La naturaleza de un gobierno es distinta a la de las startups, hay que buscar gente que sepa atender esta industria con emprendedores que trabajen en base a resultados y procesos rápidos, no en base a burocracia o cosas típicas del sector público.

—En cuanto a la parte privada...

La política pública se hace para incentivar a que el mundo privado invierta más en startups globales. Una vez que el mercado y la parte privada puedan sostener a las startups es probable, en nuestro caso, que Start-Up Chile deje de existir. Uno de los errores comunes es buscar rentabilidad a corto plazo. Trabajar con una startup no es como invertir o dar en arriendo una casa o departamento. El inversionista de startups debe tener otra mentalidad y no solo ser un banco, sino acelerar el negocio y hacerlo exitoso.