Ejecutivo. El presidente de Cainco advierte que las ventas se estancaron y una muestra de ello es que no hay inflación. Revela una lenta creación de empresas

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16 de abril de 2019, 4:00 AM
16 de abril de 2019, 4:00 AM

La Central Obrera Boliviana (COB) plantea un incremento del 12% al sueldo básico y del 10% al salario mínimo nacional para la presente gestión. La propuesta presentada la semana pasada al Gobierno nacional, ha generado la reacción del sector privado por las consecuencias que puede provocar en la economía boliviana. Entre los sectores que reclamaron por la propuesta de los trabajadores sindicalizados estuvo la Cámara de Exportadores de Santa Cruz (Cadex), que presentó cuadros estadísticos que reflejan el crecimiento en el cierre de empresas a partir del segundo semestre (cuando se anuncia el reajuste salarial).

—¿Es cierto que hay una correlación entre incrementos salariales y cierre de empresas?

No puedo decir si es que existe o no una correlación, pero sí puedo darle datos que son muy importantes. El primero es que entre 2005 y 2014 la tasa de crecimiento de la base empresarial fue del 17%, este es un promedio anual, pero desde ese año hasta ahora la base empresarial solo creció al 5%. Esto nos dice que la velocidad de creación de nuevas empresas ha disminuido mucho y en consecuencia, la capacidad de creación de empleo formal también. El segundo dato es que en 2014 se inscribieron 42.000 empresas y en 2018 la inscripción bajó a 26.000 empresas, reduciendo la capacidad de crear nuevos empleos. Según las estadísticas que manejamos, al año entran cerca de 50.000 jóvenes al campo laboral. Por lo tanto, no estamos creando empresas a la velocidad suficiente. Entre 2011 y 2014 el incremento promedio fue del 20% y desde 2015 en promedio ha sido un 10%.

—¿Y cómo avanza la productividad?

No vemos un incremento de la productividad de esa magnitud de los trabajadores menos calificados, que son aquellos que perciben el salario mínimo nacional. No nos olvidemos que una empresa requiere de trabajadores y empleados que utilicen sus maquinarias y equipos. Y si la contratación de trabajadores es cara, es difícil que una empresa, en especial las más pequeñas, lo pueda hacer.

—Estamos en un periodo de desaceleración económica, ¿se han estancado las ventas?

Por supuesto, desde el 2015 estamos ante algo que yo denomino un cambio de ciclo, un periodo en el cual las condiciones son menos favorables. Déjeme darle un ejemplo utilizando la recaudación del IVA, que proviene de las ventas de las empresas. El IVA creció un 15% durante los 10 años previos a 2015, pero desde ese año, ese indicador se ha estancado porque las empresas dejaron de vender. Si miramos las ventas de los restaurantes; por ejemplo, tuvieron un comportamiento modesto en 2018, pese a que se pagó el segundo aguinaldo, que en teoría debería contribuir a un aumento en el consumo. Pero, aun así, no tuvieron el alza esperada y se mantuvieron en un nivel similar de ventas al 2015.

—¿Qué pasa con la inflación?

Es otro indicador evidente del estancamiento. La casi nula inflación en los últimos meses. Cuando las compras son bajas, las empresas, como por ejemplo los supermercados, reducen sus precios para vender sus productos y generar ventas para contrapesar el incremento en costos.

—¿Podemos decir que hay una relación entre incrementos salariales y mayores despidos en el sector privado?

Hay estudios serios que se dedican a ese tema. Y a ellos voy a hacer referencia para ver qué dicen sus estudios e investigaciones. En ese sentido, déjeme decirle que desde hace ya dos décadas se creó un ‘think-tank’ al interior de Cainco, que es el Centro Boliviano de Economía (Cebec), que asesora a la cámara en estos aspectos. Es un centro que además nos apoyó para la consecución de los proyectos del etanol y del sistema portuario por la hidrovía Paraná-Paraguay. Al respecto, nuestro ‘think-tank’ me facilitó la referencia de tres trabajos recientes que estudian de manera seria este tema. El primero es un estudio de los investigadores de la institución Alianza por la Política Económica que tiene el título de ‘Evidencia de los impactos de los salarios mínimos en los resultados del mercado laboral: el caso de Bolivia’, el cual fue publicado a principios de 2017. En dicho estudio, los autores encontraron que, si bien los salarios subieron, el empleo disminuyó. Por otra parte, un estudio de similar patrocinado por la Organización Internacional del Trabajo, realizado por el investigador Mario Velásquez Pinto, encuentra claramente que mientras el salario mínimo es alto en comparación con el ingreso promedio del país, los efectos negativos se hacen evidentes. Y, finalmente, un libro del Banco Interamericano de Desarrollo, del año pasado, titulado Desigualdad salarial en América Latina es sumamente claro en enfatizar que los salarios mínimos son contraproducentes para la creación de empleo en este nuevo periodo, después del boom.

—¿Qué reflejan los estudios?

Que los aumentos salariales desproporcionados son nocivos para la creación de empleo formal, digno y decente. Nuestra preocupación común entre el Gobierno, empleados y empresarios debe centrarse en mejorar de forma efectiva la calidad de vida de los miles de bolivianos que trabajan y emprenden. El camino serio y responsable para hacerlo es uno: mejorar la productividad, lo cual implica desde aspectos fundamentales como la educación y la capacitación, hasta que podamos fomentar el surgimiento de nuevos emprendimientos acordes a esta era del conocimiento.

—¿Considera que, al tratarse de un año electoral, se dificulta una negociación tripartita para negociar el reajuste salarial?

El problema serio detrás de esta visión es que se guía por una narrativa equivocada y anticuada, de confrontación entre empleadores y empleados. La realidad en las organizaciones modernas es distinta, porque entre empresarios y trabajadores existe una relación cordial y fluida a lo largo de todos los días, semanas y meses del año.

—¿Este tema los confronta?

¿Porqué tenemos que enfrentarnos justo en esta época? Esta es una polarización falsa, porque ambos, trabajadores y empresarios, estamos conscientes de que tenemos que preservar nuestra fuente común de ingreso, la empresa. En ese sentido, premiar por productividad es incentivar el crecimiento de la empresa, el sector y el país. Y los empresarios hacemos un esfuerzo constante para invertir y que las empresas sigan vigentes.

En el caso de nuestro departamento, solo basta mirar todas las inversiones que se dan en los parques industriales, en nuestras ciudades y en el campo. Los empresarios estamos apostando por el país y por la generación de más empleos porque sabemos que generando valor compartido ganamos todos.

Los años electorales tienen sus particularidades, pero no debe ser motivo para que nuestra realidad, la de una relación complementaria entre empresario y trabajador, se vea afectada.

Las decisiones que se tomen tienen que ser siempre en base a principios y ese, insisto, es que trabajadores y empresarios debemos conversar como lo hacemos en la realidad, en el día a día de nuestra vida laboral para llegar a acuerdos que vayan a favor de nuestra fuente de ingresos y beneficios.

—¿Por qué cree que la COB y el Gobierno no se sientan a debatir para que los incrementos sean en función a la productividad?

Somos conscientes de que las organizaciones laborales a lo largo de los últimos dos siglos han sido importantes para la mejora continua de las condiciones laborales.

En otras partes del mundo las organizaciones sindicales se reúnen cada cierto tiempo a conversar con las empresas sobre los incrementos salariales y también sobre las formas de hacer más competitivas a las industrias y a los sectores.

—¿Debería aplicarse esa fórmula en Bolivia?

Claro. Ese tipo de visión es el que deseamos también para nuestro país, una visión en la cual empleadores y emprendedores podamos reunirnos para intercambiar criterios y llegar a acuerdos sobre la situación laboral como también sobre cómo enfrentar los desafíos de un ambiente competitivo que viene con la globalización. Desafortunadamente, creo que han primado dos elementos negativos en la discusión sobre el tema salarial. El primero y que ya lo mencioné es el enfoque de confrontación obrero patronal que ya no es acorde a nuestra era, porque las empresas han cambiado y si antes era la época de las grandes industrias, hoy estamos en la era de las micro y pequeñas empresas. Por tanto, creo que sería conveniente que estas visiones puedan facilitar al Gobierno la discusión salarial.

—¿Considera que los incrementos salariales impulsan la informalidad en Bolivia?

La más simple lógica nos indica que incrementos desproporcionados son nocivos para la creación de empleo formal. Según el criterio de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero una microempresa tiene hasta cuatro empleados, mientras que una pequeña empresa alcanza a lo más hasta 11 empleados. Calculamos que, en esas empresas, el costo laboral se ha duplicado en promedio durante los último diez años. Entonces, un incremento salarial, sumado al hecho de que la carga laboral por trabajador equivale a pagar 17 salarios anuales a un empleado, claramente, es un incentivo a la informalidad.

—El trabajador queda desprotegido de seguridad social...

Sí, la preocupación más seria que debemos tener todos es que los trabajadores informales no cuentan con seguro social decente, con una jubilación asegurada ni con seguridad industrial adecuada. También nos preocupa que la mayoría de los trabajadores del sector informal, tampoco recibe el salario mínimo.