Luego de ocho años y de 30 de actividad, los neoyorquinos sacaron su sexto disco, Shade. Un álbum enérgico en lo musical como en su mensaje 

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14 de julio de 2018, 4:00 AM
14 de julio de 2018, 4:00 AM

Construido sobre una línea serpenteante que traza los caminos diversos de la música negra y americana, Shade se escucha como un disco de blues. Pero hablamos de Living Colour, y eso inevitablemente significa que la etiqueta palidece frente a la riqueza sonora del álbum. En el universo de Living Colour se difuminan las barreras y se entablan conversaciones entre opuestos, y el blues que se presenta no es puro, sino bastardo y mutante. Es funky. Es rapero. Es electrónico y soul.

Cronológicamente, el punto de partida lo marca la banda con una revisión de Robert Johnson y su Preachin’ blues, pero la sombra se extiende hasta los 70, con su particular mirada al Inner City blues, de Marvin Gaye, y llega hasta los 90 y sus calles sangrantes en Who shot ya?, tema de Notorious B.I.G. del que la banda se apropia hasta elevarlo a uno de los momentos grandes del disco. Olvídense los géneros y los prefijos. En la batidora sónica de Shade, la aparente disparidad estilística se hace coherente y empasta con la otra decena de temas originales.

Y lo hace no solo musicalmente (ahí ya conocemos las habilidades de Vernon Reid a la hora de crear su propio sonido), sino también temáticamente. Desde los linchamientos de la primera mitad del siglo XX hasta las ejecuciones sumarias en los controles policiales de nuestros días, la situación de la gente negra ha ido pendulando entre lo malo y lo muy malo. Por eso, las nuevas canciones de Living Colour no apartan la mirada de la realidad, más bien la posan fija sobre ella. La historia no se repite necesariamente, pero sí hay unos patrones en el tiempo. Brutalidad de la policía, policía del pensamiento, pensamiento anestesiado. Monopolio de los medios de comunicación, incomunicación entre quienes comparten miseria,  que llama siempre a las mismas puertas, tiradas por la policía.

Suena mal, pero que nadie se equivoque, porque este no es un disco oscuro ni rabioso... Cualquiera puede disfrutar de este disco de producción noventera y tecnología de nuevo milenio, donde todos brillan con su propia luz. La base rítmica, vertiginosa y original (¿qué sería de Living Colour sin el groove de Wimbish y Calhoun?). Glover, con una garganta de oro que destella en joyitas como Program y Two sides (donde el funkadélico George Clinton hace el contrapunto). Y Vernon Reid, claro, responsable último de este loco invento. El guitarrista es un prestidigitador de sonido tridimensional, una figura a la altura de un Jeff Beck o un Steve Vai. Bastan como prueba 30 segundos de cualquiera de los 13 temas que completan el disco.

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