A lo largo de su historia, el vocablo se ha visto cargado de nuevos significados para dejar otros en el olvido. Ha tenido una connotación tanto negativa como positiva

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23 de marzo de 2019, 5:00 AM
23 de marzo de 2019, 5:00 AM

Criollo pespuntáu con güembé, tacupé en retoño de una raza indómita, brotáu de entre un remanso de tajibo y curupaú… Tus pasos sobre un mundo de espíritus sarazos te ha vuelto correoso… Macollo de promesa de una clase eternamente entumida y agobiada que cuando se sacuda y la frente ya enderece sabrás que este horizonte moreno americano te pertenece.

Así describía en uno de sus poemas Antonio Anzoátegui al camba, sin imaginar que en un determinado momento se volvería complicado definir exactamente lo que implica ser o entender lo camba. Y es que el primer sentido que se asocia al vocablo camba es su par opuesto, colla; pero la realidad es que su uso va mucho más allá de un simple par. Para abordar las demás connotaciones se necesita de la sociolingüística, porque su uso actual difiere un poco del significado primitivo de la palabra.

Origen de la palabra camba
La primera teoría sobre su origen es que la palabra se la usaba en guaraní para referirse al mulato o al color negro (kamba).

Esta versión es la que ha recibido mayor aceptación por parte de la sociedad, pues El habla popular de Santa Cruz, de Hernando Sanabria, menciona el mismo origen de la palabra, aunque refiere que significa “amigo” y no negro. Sin embargo, una segunda teoría asegura que la palabra camba es de origen angolés. El escritor cochabambino Ramón Rocha Monroy lo sostiene a partir de una publicación de 1697 del jesuita Pedro Dias en portugués -idioma oficial de Angolaque toma la palabra con el significado de “amigo”. Es necesario destacar que el artículo que Rocha presentó en 2008 está escrito con ironías y deja entrever sentimientos regionalistas.

Usos
Una de las características del signo lingüístico (palabra) es la mutabilidad, quiere decir que el significado o la estructura de las palabras puede cambiar constantemente, adquiriendo nuevas denotaciones y dejando totalmente olvidadas otras. Un ejemplo de mutabilidad es lo que pasó con la palabra armario, que en principio era un lugar para guardar armas, pero ahora posee un significado diferente. El vocablo camba no va a ser ajeno a este tipo de hecho lingüístico y a lo largo de su historia se ha visto cargado de nuevos significados para dejar otros en el olvido.

Gustavo Pinto, sociólogo beniano dedicado a la historiografía, ha dado con el registro más antiguo de la palabra camba en la obra Relación de la provincia de Mojos (1676), del jesuita Joseph del Castillo; en el documento el autor refiere camba a un grupo de nativos de la provincia Mojos (hoy Beni), aunque se entiende que el término ya se utilizaba también para referirse a cualquier otro nativo.

La permanente construcción de lo cruceño, de la historiadora Paula Peña, ofrece una nueva significación cuando se obtiene del Archivo Catedralicio de 1735 la palabra camba seguida al nombre de un peón: “Juan indio de Piray, Juan Manuel Saldaña, Pedro Pablo camba”, evidenciando que indio se refería a la pertenencia étnica; Saldaña a un apellido, pero camba quedaba como una categoría no definida que quizá se usaba para referirse a peones que vivían en Santa Cruz de la Sierra y que trabajaban en el área rural. Sin embargo, en los años 1800, la palabra camba se va abriendo cada vez más para referirse a un grupo más extenso, hasta llegar al sigo XX, cuando el término era muy usado a inicios de los años 30 para aludir al hombre del oriente boliviano y, de esa manera, diferenciarlo de cualquier otro habitante de este Estado.

Ya a inicios del siglo XXI sufre la mayor revalorización al ser tomado como la manera de identidad cruceña por parte del movimiento Nación Camba. Lo interesante es notar la mutabilidad lingüística que se da en camba, pues no siempre ha sido parte de lo cruceño como lo es ahora, ya que en uno de sus escritos Gabriel René Moreno estableció que el cruceño tenía tres enemigos: el camba, el colla y el portugués, entendiendo camba como la casta guaraní.

Debido a esos cambios de sentido de las palabras se puede explicar por qué la palabra camba ha tomado ahora otras connotaciones, pues a pesar de la carga positiva de identidad que presenta, la hemos cargado últimamente de significaciones negativas, y lo más curioso es que fuimos los mismos cambas. El caso llamativo es cuando entre amigas menosprecian a algún novio; es normal escuchar “qué hacés con ese camba”, usando camba de manera muy despectiva.

Lo mismo pasa con los hombres, cuando en alguna fiesta social no pudimos asegurarnos al mejor partido nos conformamos con una ‘camba’. La lingüística descriptiva solo tiene la función de observar y describir cómo hacemos uso de las palabras; es imposible normar los usos que se le da a camba porque la lengua pertenece a los hablantes y son ellos los que deciden el rumbo, caída o esplendor. La situación actual es esa y no es motivo para ofenderse, es parte de la vida de todo idioma. 

 

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