Considerado entre los más sobresalientes artistas del siglo XX, Zilveti ha plasmado, a través dibujos y pinturas, conceptos basados en gran parte en la figura humana. Vuelve a exponer en Santa Cruz luego de seis años

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30 de marzo de 2019, 4:00 AM
30 de marzo de 2019, 4:00 AM

Luis Zilveti es uno de los artistas más sobresalientes de la segunda mitad del siglo XX en Bolivia. Desde 1970, vive y trabaja en París, pero aún se mantiene vigente, cualidad que a él le interesa mucho, como también no repetirse, y descubrirse cada día. Así lo expresa en una entrevista que brindó a Brújula. Así lo expresa en los cuadros que forman parte de la muestra denominada De la abstracción de la figura a la imagen de su efímera presencia, que se expone desde el miércoles en la Casa Melchor Pinto (Sucre # 50).

Después de seis años, Zilveti vuelve a exponer a Santa Cruz de la Sierra, una ciudad de la que guarda los mejores recuerdos. Las más recientes obras y las que están en trabajo responden a este enunciado que encierra una reflexión y un proceso que pueden ser traducidos al lenguaje de la pintura. Lograr la fuerza y presencia de figuras y cosas con lo mínimo necesario visual responde a la necesidad de Zilveti, como pintor, de llegar a un punto emocional excepto de consideraciones decorativas o ilustrativas. La exposición estará abierta del 17 de marzo al 12 de mayo de 2019.

¿Qué significa para Luis Zilveti volver a Santa Cruz?

Significa mucho. No solamente por el hecho de volver a Santa Cruz, que encuentro que es una ciudad dinámica, no solo por la actividad artística, sino por todo el movimiento en general de la gente, que siempre está haciendo cosas y preocupándose por mostrar el mejor rostro del lugar. Eso me produce una particular emoción. Asimismo, exponer en la Casa Melchor Pinto, para mí, representa algo muy especial, porque mi primera exposición en 1960, la presentó el club al que yo pertenecía cuando era más joven y del cual formaba parte Fernando Romero (nieto de Melchor Pinto). Así comencé mi trayectoria en el arte. Después de muchos años de ausencia, más precisamente en 1969, me fui a vivir a París. Estuve 15 años ausente de Bolivia. Y cuando regresé, presenté una exposición en la galería Emusa de La Paz, una muestra que estaba organizada, otra vez, por Fernando Romero (risas). En Santa Cruz de la Sierra he expuesto en Manzana 1, en la Casa de la Cultura y en el Museo de Arte Contemporáneo. Y ahora que existe este hermoso espacio cultural, la Casa Melchor Pinto, me siento más emocionado por esas particulares razones. Es un espacio diferente, no es la galería común y corriente que vemos en otros lugares.

Estas obras hablan de la abstracción de la figura a la imagen de su efímera presencia. ¿Qué representa esa idea?

Todo nace a partir de la observación que hago a mi trabajo, a lo que he estado pintando en los últimos años. Así he llegado a la conclusión de que me dirijo a una forma de arte que parte de la abstracción de la figura, de una imagen y su efímera presencia. Lo interesante de haber efectuado esta observación, es que el año pasado me consagraron una retrospectiva en el Museo Nacional de Arte de La Paz. Estaba compuesta por obras que realicé de 1960 a 2018, es decir, 58 años de pintor. Allí pude percibir que, desde mis primeros cuadros, en el fondo estaba este enunciado. Aunque yo no era consciente de la manera en la que lo soy ahora, en ese entonces ya existía. Eso fue lo que me ha llevado a plasmar en mis cuadros obras basados en esa idea. Desde muy joven me di cuenta de eso.

Usted se considera un artista figurativo, a pesar de que muchos califican lo que hace como arte abstracto. ¿En qué se basa para demostrar lo contrario?

En el sentido estricto de la palabra. Dicen que la pintura abstracta es no figuración. Y yo no creo eso, porque el arte abstracto, como su nombre lo indica, es la abstracción de la figura hacia su elemental imagen.

¿Está de acuerdo en que su obra se inscribe dentro de la neofiguración expresionista?

En el fondo son los demás los que definen lo que uno hace. Aunque también hay otros artistas que se anticipan a cualquier etiqueta y dicen qué se llama el arte que realizan. Como también están los que quisieran formar parte de alguna corriente y expresan abiertamente ese deseo. No es mi caso, yo pinto y hago lo que enuncio y allá ellos los que dicen cómo soy o cómo es mi arte. No pretendo formar parte de ninguna corriente.

¿Qué representa el acto de pintar para alguien que lleva casi 60 años de trayectoria?

Es un continuo aprender. Recuerdo cuando tenía 20 años, un pintor mayor me dijo que recién a partir de los 60 años un artista comienza a descubrir lo que es la pintura. Y yo me dije: ¿qué le pasa a este viejo?, ¿de qué está hablando?. Ahora que estoy por cumplir 78, digo que tenía razón. Cada día que me pongo a pintar voy descubriendo cosas nuevas y voy viendo las cosas que estoy realizando ya con un ojo más crítico. La pintura sigue siendo para mí una novedad, sigo sorprendiéndome de las cosas que descubro. Y considero que mientras uno siga teniendo esa capacidad de sorprenderse de lo que está haciendo, yo creo que seguirá siendo algo muy positivo para un artista.

¿Qué le diría usted al Luis Zilveti de 20 años?

Le diría adelante, que haga lo que quiere. Que sea muy obediente a su íntima y profunda convicción.

¿Cuáles han sido los obstáculos que ha tenido que sortear a la hora de llevar adelante una muestra o un proyecto?

Ha habido de todo. He tenido que cambiar de residencia, de lugares donde vivir, tener que enfrentarme a las personas que quieren otro tipo de arte, distinto al que un propone, digamos, más comercial. Cuando un pintor decide no ser comercial y decide ser pintor para uno, para la gente, conlleva un costo.

 Y haber vivido tanto tiempo fuera de Bolivia, ¿también tiene su costo?

Tiene su particular interés, porque me ha permitido ver mi país con perspectiva, comprenderlo de otro modo y sin pretender afiliarme a corrientes o ideas específicas, ser ilustrativo. Para eso tiene que haber un carácter profundo, la obra debe tener una vida profunda, de manera que la otra persona sienta que el arte es otra cosa.

¿Le interesó alguna vez que su arte sea una forma de expresión de la vida social y política?

No. Cuando comencé a pintar, justamente, estaban las corrientes opuestas; por una parte, los pintores que se encontraban muy influenciados por el muralismo mexicano y por otra parte los que seguían las corrientes abstractas. Entonces, yo era yo (risas), no pertenecía ni a uno ni a otro. De esa manera sentía que era coherente conmigo mismo, era coherente con la manera en que yo quería hacer el arte.

¿Qué determinó que fuera la pintura al óleo la técnica para expresar lo que sentía, lo que tenía que decir?

A lo largo de todos estos años he utilizado todas clases de técnicas para pintar mis cuadros, pero la técnica en la que me siento más a gusto es la pintura al óleo.

¿Qué le parece cuando lo sitúan junto a algunos de los principales pintores bolivianos de la segunda mitad del siglo XX, como Enrique Arnal, Ricardo Pérez Alcalá y Alfredo La Placa?

Los tres eran amigos míos, especialmente Arnal. Y claro, para mí que me pongan al lado de estos grandes artistas es motivo de orgullo y satisfacción. Yo soy consciente de la importancia de tener vigencia en estos tiempos en el arte. Estoy feliz de poder serlo y mi único deseo es seguir siendo vigente, no repetirme, y descubrirme cada día.

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