Este es un retrato del abuso policial en un tema de mucha actualidad: los feminicidios. La crónica se pregunta qué pasa con aquellos hombres que son procesados por ese crimen siendo inocentes. Es el drama de Reynaldo Ramírez.

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22 de julio de 2018, 10:19 AM
22 de julio de 2018, 10:19 AM

 “Debí haber seguido aquel presentimiento cuando me bajé del truffi y varios perros quisieron morderme o escuchar las palabras de mi prima; quien, antes de salir de casa, me jaló de la polera y me pidió que no vaya a ese encuentro”.

“Siempre fui muy curioso; por eso caí en la trampa. Es que yo quería saber de quién se trataba”.

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Un día antes, Reynaldo Ramírez se encontraba disfrutando de un domingo cualquiera. Descansaba y chateaba con algunos amigos sobre temas circunstanciales. De pronto, recibe  un mensaje de una desconocida; quien le hace algunas preguntas personales; muchas de ellas orientadas a sus oficios de cuándo vivía en Santa Cruz de la Sierra. Inician una conversación que se prolongaría por quince minutos. Después de un corte, Reynaldo aprovecharía para comprobar que la mujer en cuestión tenía agregado a algunos de sus familiares y amigos.  No le dio más importancia al asunto, hasta la mañana siguiente. 

Al mediodía del lunes 11 de mayo del 2015, vuelve a recibir mensajes de aquella persona, quien lo cita en la terminal de buses de Cochabamba. Llevado por la curiosidad que le provoca aquel nuevo contacto, acepta.  Por ese entonces, Reynaldo trabajaba como pintor ocasional y su jornada concluía a las 17:30 de la tarde. Acordaron encontrarse a las 18:00 pm cerca de Farmacorp.

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El 25 de noviembre del año 2014, Verónica Menacho fue asesinada e incinerada por un hombre, en una habitación de la calle Copenagua del barrio 10 de mayo, zona de la cuchilla en Santa Cruz de la Sierra. Una garrafa con una manguera cortada, dos albañiles que presenciaron que un hombre escapaba por la barda del domicilio, una filmación que muestra al mismo sujeto huyendo de la escena del crimen y una fotografía extraída de Facebook que expone al supuesto asesino junto a la víctima; fueron las pruebas que permitieron se inicie un proceso investigativo para dar con el autor de aquel crimen que conmocionó a toda la ciudadanía. El hombre que buscaban respondía al nombre de Moisés.

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  • ¿No tienes un amigo que se llame Moisés? ¿Algún familiar que se parezca a vos y lleve ese nombre?, son las preguntas que recibe Reynaldo de uno de los oficiales de policía que lo llevaba de Cochabamba a Santa Cruz; luego de que fuera aprehendido, la noche anterior en la terminal de buses de Cochabamba.
  • No, no tengo ningún familiar con ese nombre, responde.
  • ¿A qué te dedicas?, será la siguiente interrogante.
  • Me dedico a trabajar “en aquí” o en Chile. Allá trabajo en el campo para poder pagar una deuda. 1150 bs mensuales debo pagar

Tiempo después se dirá que Reynaldo se refugió en aquel país para evadir su responsabilidad con la justicia.

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Llegó puntual a su cita. Llevaba polera celeste y pantalón café. Esos fueron los datos que le proporcionó a su “amiga” del Facebook para que pudiera reconocerlo. Luego de eludir a los perros que intentaron atacarlo llegó al lugar del encuentro. A los pocos minutos, aparecieron tres sujetos, quienes lo acorralaron e interrogaron a la vista de los transeúntes que se encontraban en el lugar. Intentó pedir ayuda; en ese instante, lo agarraron del cuello y lo amenazaron con un arma. Lo esposaron y lo dirigieron hacia una vagoneta guinda; donde se encontraba una policía embarazada; Reynaldo intuyó que se trataba de la mujer que lo contactó por las redes sociales.

Decomisan mi carnet de identidad, mi licencia de conducir, mi dinero y mi celular. Me suben al maletero y me dirigen hacia la FELCV que se encontraba a una cuadra de la terminal. Al llegar, me empujan por la espalda y me llevan a un cuarto oscuro. Quieren que confiese algo; no sé porque estaba allí,  no recuerdo muy bien lo que me decían; lo que no olvido es la tortura y las humillaciones: los golpes en la cara, en los ojos; las patadas y los cabezazos. Todo eso debió haber durado cinco minutos; pero me pareció una eternidad. 

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Quince segundos es lo que dura su silencio, luego de recordar aquel episodio. Respira; se sirve un vaso con sprite. Me mira fijo; como para cerciorarse que atiendo cada detalle de su historia. Sus ojos reflejan dolor e impotencia; están rojos y pareciera que las lágrimas caerán irremediablemente; sin embargo, se contiene. Prosigue sin que la voz se quiebre; sin que el llanto ceda. 

Me vuelven a la vagoneta y me trasladan a la FELCC. Me impiden hacer llamadas.

Manifiesta que allí se encontraban otros presos quienes tenían ese privilegio. Lo amenazan nuevamente y lo tienen bien controlado. Durante la noche, pues se quedaría a dormir en aquella celda, húmeda y oscura, reconoce, a pesar de tener los ojos casi cerrados por los golpes recibidos, a uno de sus acompañantes. Era un antiguo vecino de su barrio, quien había sucumbido a la adicción de la clefa. Reynaldo le pide, encarecidamente, que memorice el número del celular de su madre y que cuando pudiera salir se comunique con ella avisándole de su injusta detención.

Se quedaría esperando. Pasarían un par de días antes de poder informarle a su familia lo que le estaba ocurriendo.

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Reynaldo manifiesta haber sido amenazado de muerte en reiteradas oportunidades. Durante el trayecto a Santa Cruz no le dieron bocado alguno ni le permitieron ir al baño: “te podemos tirar del puente si nos da la gana”; fueron algunas de las palabras más fuertes que recuerda haber recibido de parte de los oficiales a su cargo.

Tendrían que pasar tres días para que Reynaldo se enterase de la causal de su aprehensión. El miércoles 13 de mayo, una abogada, me prestará su teléfono y me dará de comer una empanada y de beber un vaso de refresco. Luego de treinta y seis horas llevaba algo sólido al estómago y ponía al corriente de mi situación a la familia.

  • Vos sos ese hombre que se encuentra con esas mujeres, le lanzaron en el interrogatorio acaecido en la FELCV de Santa Cruz; mientras le pasaban una fotografía.
  • Yo no soy; él tiene la frente más amplia y las orejas distintas; además nunca uso camisa. Se están equivocando.
  • ¿Dónde te encontrabas el veinticinco de noviembre del año 2014?
  • Trabajaba en una termoeléctrica, en Warnes. Me costó recordar; pero les dije que un día antes, por evitar unos turriles, cintas y por tener luz baja tuve un accidente en mi moto. Me encontraba internado, recuperándome.

Le tomaron la declaración completa; fue lo único que firmó. Posteriormente pasaría por un desfile identificativo:

Los sospechosos pasamos cuatro veces; las tres primeras, nadie nos identificó. En la última intentona, en vez de números, nos pusieron figuras de animales. A mí me tocó la del “gallito”. Luego me dijeron que la hija de la víctima fue quien me señaló con el dedo. Nunca supe la veracidad de ese hecho. Me negué a firmar; pues no había cometido ningún crimen. Después de aquel episodio, me devolvieron a la FELCV.

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Las cámaras disparan sus luces de manera insistente. Las preguntas lo asaltan al vuelo. Las miradas son inquisidoras; siente que lo culpabilizan. Escucha los murmullos de los periodistas. Reynaldo Ramírez es presentado en el Comando Departamental de la Policía de Santa Cruz de la Sierra como el único responsable del feminicidio de Verónica Menacho. Lo llevaron encapuchado y enmanillado. No atina a responder las preguntas de los periodistas. Todo dura quince minutos. Luego, será trasladado rápidamente a unas celdas de la Fiscalía de la radial 17 y medio. Allí lo harán barrer y trapear los pisos; limpiar los escritorios. Recibirá bromas e insultos de parte de los funcionarios policiales que lo custodiaban. Empieza a sentirse desahuciado; completamente abandonado.

A las 09:30 am del jueves catorce de mayo lo trasladan donde el sargento Barra, en el juzgado 7mo de instrucción en lo penal. Allí aparecerá su hermana para enterarse del sinfín de humillaciones a las que había sido expuesto…

Vos no sos el de esa foto. Ni siquiera conocés a esas mujeres. Te están acusando sin pruebas; estos documentos, lo establecido en el desfile identificativo y las imágenes de ese face no corresponden a tu persona; serán algunas de las palabras que le dirá su hermana. Desde ese instante, ella se convertirá en la protagonista principal de la defensa de Reynaldo.

Cuando me comenta aquel episodio, pareciera caer en un torbellino de sensaciones, Eleva el tono de voz y cierra el puño izquierdo. Bebe pausadamente; pero la mirada, irascible y furibunda, dan cuenta del daño provocado durante ese tiempo; que a decir de él, pareciera cercano y doloroso; indeleble.     

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  • Vos no colaborás en nada; eso me dijo Gonzalo Barra, mientras, junto a otros policías de inteligencia, me trasladaban a Palmasola.
  • Muéstrenme el cruce de llamadas entre la víctima y mi persona, le digo sin pensarlo.
  • Todavía podés negociar con la familia, insiste Barra.

Reynaldo se negó rotundamente y guardó silencio el resto del camino.

  • ¿Por qué no te vas a un abreviado de quince años?
  • No; yo no hice nada. No tengo motivos para hacerlo.

Horas antes el fiscal Marcelo Delgadillo determinó la detención preventiva de Reynaldo Ramírez en el Centro de Rehabilitación Palmasola. Luego de dos días de morar en el PC-3 o Chonchocorito fue llevado al PC4/Régimen abierto. “El calor y el hacinamiento de aquel lugar me volvía loco”; por eso volví a pedir mi traslado. Siempre me pasó lo mismo en Santa Cruz. Me tocó pagar mi derecho a piso; lo que se conoce como APADRINAJE; sino lo hacía, iba a sufrir la penitencia. Llegué a un acuerdo y cancelé el 50% adelantado”. Utilicé unos ahorros que tenía en Cochabamba para hacerlo y evitar entrar como “becado”.

Reynaldo Ramírez se convertiría en un reo más de los casi 5500 privados de libertad que habitan una cárcel diseñada para 1500. La estructura organizativa del PC-4 ha traído a expertos y voluntarios de diferentes partes del mundo para analizar el funcionamiento y el manejo de las diversas coordinaciones que imperan al interior del mismo.

Los presos votan por un regente y sub- regente. Existe el Coordinador General; de esta “cartera” se desprenden otras estructuras. La coordinación legal se encarga de la asesoría jurídica y da cabida a la defensa pública; la coordinadora de insumos proporciona la comercialización, el mercadeo y la verificación de materiales; la de salud, fiscaliza y lleva adelante el funcionamiento de la posta sanitaria; la coordinación de educación busca generar la enseñanza obligatoria a aquellos reos que no han tenido acceso al sistema educativo; la de limpieza se encarga del aseo de los distintos pabellones, la coordinación de deportes organiza los campeonatos internos; la coordinación de disciplina se divide en cinco secciones; en dicha estructura existe un primer y segundo encargado; asimismo se encuentran los chalecos azules y rojos, quienes controlan la buena conducta de los presos; la de trabajo se sub- divide en dos: artesanos y carpinteros; quienes se incorporan en esta coordinadora pueden conseguir una rebaja de su condena, siempre y cuando firmen los libros de asistencia.

En esta última se inscribió Reynaldo. Allí trabajó durante seis meses; de esa forma, inspeccionó el lugar y conoció a otros presos que vivían su misma suerte. Sentía impotencia, dolor, temor e inseguridad; pero fue la manera de poder sobrevivir a un ambiente que consideraba hostil y desagradable.

“Tenía pesadillas; sueños de los que no podía despertar. Espíritus me llamaban del otro mundo. Me dormía como muerto. No hice muchos amigos; siempre fui muy selectivo a la hora de entablar relaciones con los demás. Lo más difícil que me tocó vivir fue enterarme de la muerte de mi hermano. No pude despedirme de él. Sobreviví trabajando y buscando la forma de evitar el calor; la impotencia ante mi situación me hacía pensar en las peores pesadillas.

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Reynaldo hace cortes en la línea discursiva. Salta tiempos y espacios; a medida que va recordando distintos episodios. Pone mayor énfasis en aquello que quiere que quede grabado y que uno no olvide. Del PC- 4 y lo de su hermano; vuelve al presente. Manifiesta haber solicitado una carta pidiendo reparación al daño causado. Comenta que la Viceministra le ha dicho que hace diecinueve años no funciona la caja de reparaciones: “me quieren ayudar con un salario básico; sin embargo, aquello es insuficiente, puesto que vengo desde Cochabamba cada cierto tiempo para continuar los procesos contra el Fiscal Delgadillo y los jueces Janeth Mojica y Luis Paz; todo ello es gasto continuo”

Asimismo, hace casi dos meses que se encuentra sin trabajo; a pesar de la promesa hecha por el Ministerio de Justicia. Aquello ha perforado su precaria situación económica y ha profundizado el desgaste psicológico y emocional al que ha visto expuesto por la dilatación del proceso.

Siete veces se ha suspendido. El Ministro Héctor Arce considera “terribles” aquellas postergaciones y ha anunciado un seguimiento puntilloso y cabal al caso de Reynaldo; sin embargo, el afectado ya no cree en las palabras de los subalternos y ha pedido una reunión con el Presidente del Estado Plurinacional, Evo Morales Ayma. Necesita urgentemente una reparación económica para salir de las deudas que ha venido contrayendo a lo largo de todo el tiempo que estuvo injustamente aprehendido.

Reynaldo vuelve al pasado; y si bien, evade entrar en detalles con respecto al fallecimiento de su hermano se pueden encontrar algunas referencias dadas a medios impresos del país que dan cuenta del dolor causado por dicha pérdida:

“El nuevo proyecto de vida que encararé será difícil en lo material, porque tendré que encaminar con mucho esfuerzo varios proyectos familiares que quedaron truncados durante mi permanencia en la cárcel. Uno de los objetivos más complicados de mi nueva vida tiene que ver con lo espiritual, es decir, sopesar la pena que me causó la muerte de mi hermano mayor en el año 2016, mientras estaba preso, por lo que no pude acompañar a mi familia. Por culpa de la justicia yo estuve lejos de él”.

En ese plano, asegura que su nueva etapa comenzará con la recuperación del tiempo que dejó abandonada a su madre.

“Ahora yo te voy a cuidar, ¿ya mamita?, como tú me has cuidado cuando era pequeño”…

Por su parte, la madre del joven, Agustina Vale, pidió justicia para su hijo con lágrimas en los ojos y ayuda para pagar las deudas que contrajo para la defensa y el cuidado de él, mientras estuvo encarcelado.

"Harto debo. Cuantos abogados hemos agarrado, seis abogados (...). Después tenía que sacar plata para mandarle, de donde sea. Me he tenido que prestar de uno y otro. Le debo a mis sobrinas, a mis sobrinos, plata. Tanto he gastado".

La hermana de Reynaldo, Gabriela, pidió que las autoridades judiciales indemnicen de manera rápida por los daños que le causaron a su familiar con una compensación económica, además, solicitó que los jueces y el fiscal sean sancionados por la injusta condena que le aplicaron hace dos años

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La familia de Ramírez volvería a retomar dos pruebas fundamentales: el accidente de tránsito ocurrido en Warnes la noche que sucedió el feminicidio de Verónica Menacho y la pericia para comparar las fotografías. La primera de ellas fue rechazada por el fiscal Delgadillo, quien argumentaría sobre la insuficiencia de la misma; además de insistir, nuevamente, por el juicio abreviado.

Con respecto al segundo elemento, el caso fue analizado por el Instituto de Investigaciones Técnico Científicas de la Policía (IITCUP). El capitán Sánchez, que pertenece a esta repartición, explicó que en 2015 se hicieron pericias que demostraban la inocencia de Reynaldo y que las presentaron ante la Fiscalía y las autoridades judiciales. Según Sánchez se hicieron tres pericias.

1) Primero se cotejó si el sujeto captado por una cámara de seguridad, escapando de la escena del crimen, correspondía al hombre que aparece en una fotografía junto a la víctima como su pareja. El dictamen del IITCUP fue que en efecto el hombre que escapó aparecía en esa otra imagen como pareja de Verónica.

2) Segundo, el IITCUP analizó si el sujeto de la fotografía junto a la víctima corresponde en sus rasgos faciales a Reynaldo Ramírez. El dictamen fue que Reynaldo no era esa persona que aparece al lado de Verónica.

3) Tercero, se hizo el cruce de comunicaciones entre los teléfonos de Reynaldo y Verónica y el IITCUP estableció que no hubo ni una sola llamada entre ambos.

El capitán Sánchez dijo que en 2015 estas evidencias se presentaron ante la Fiscalía y ante el Tribunal encargado del caso. Sin embargo, se condenó a Reynaldo a la pena máxima que dispone la legislación boliviana.

El uniformado aseguró que los policías conocedores del caso estaban absolutamente convencidos de que Reynaldo era inocente, por lo cual pidieron a sus superiores autorización para proseguir con la investigación y encontrar al verdadero feminicida.

Indicó que se trabajó mediante la FELCC de Santa Cruz y se cotejaron datos proporcionados por la familia de Reynaldo e informantes. Entonces, se desplazó un equipo de inteligencia a Entre Ríos, donde se había localizado a Moisés Bascopé Zambrana.

Según Sánchez, la Policía logró detectar al sujeto y le hizo un seguimiento de tres días. Las imágenes de Bascopé fueron analizadas y se estableció que correspondían al sujeto que estaba en la foto al lado de la víctima, el mismo que escapó de la escena del crimen.

Con esa certeza se aprehendió a Bascopé, quien posteriormente confesó ser el autor del feminicidio de Verónica Menacho.

El Capitán Sanchez siempre confío en mí; y yo, en su trabajo. Jamás puso en duda mi inocencia. En dos oportunidades visitó el penal y me sacó una serie de fotografías. Después de seis meses de mi encierro solicitamos audiencias de juicio oral. De las siete programadas; solo la quinta y la última se llevaron a cabo. En las otras buscaban dilatar el proceso y cansarme. Hasta amenazas verbales recibí en algunas ocasiones.

Aparte de mis familiares sería él quien propiciaría el esclarecimiento de mi caso. Antes de que se emitiera sentencia (año 2015) se presentaron dos informes que no fueron valorados. Una pericia geo referencial de mi celular contribuyó a dilucidar los errores procesales cometidos.  

Oscar Auza, abogado de Ramírez ha resumido las fallas cometidas en los siguientes puntos:

1) Reynaldo Ramírez vivía en Cochabamba y no conocía a la víctima; y si bien, el día del feminicidio se encontraba en Warnes estaba en proceso de recuperación e internado por un accidente en motocicleta

2) La empresa que lo contrató y sus colegas de trabajo son testigos de aquel hecho que no fue contemplado por la Fiscalía

3) La cámara de seguridad que mostraba al verdadero culpable escapando coincidía con el día y la hora en la que Reynaldo se encontraba hospitalizado.

4) Los informes periciales y fotográficos no coincidían con los rasgos físicos de Reynaldo Ramírez.

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Según Delgadillo, una niña de cuatro años me reconoció e involucró en el caso; y a pesar de que mi abogado actúo de buena fe, yo no contaba con un trabajo; aquello dificultó mi defensa. Todo eso sucedió previo a mi traslado a Palmasola. Reynaldo vuelve sobre el tema; transita los tiempos y quiere remarcar los sucesos que considera irracionales. No había relación entre lo sucedido con la víctima y el espacio dónde me encontraba. Seguramente buscaban que compre mi libertad a cambio de dinero. No podía negociar semejante bajeza; nunca los había tratado. En mi pensamiento “de mí”; eso no era lo justo. ¿Qué dinero iba a dar? Tenía la conciencia limpia. Sólo pensaba en decir: ¡yo no soy!

El silencio irrumpe la conversación. Queda pensando, como quien busca atar cabos sueltos; pareciera reorganizar los hechos y no dejar nada volando. Bebe lo último que le queda de su gaseosa. Todavía pienso en los perros. Deben haber sido una señal.  

Ellos tenían que buscar a alguien. No lo habían encontrado en los seis meses de investigación; necesitaban tranquilizar a la familia y a la sociedad; a los medios que presionaban.

  • De alguna manera los perros podrían recordarte; además de tu arresto, ¿lo vivido en Palmasola? ¿Sufriste algún tipo de amedrentamiento?
  • Algunos internos reconocen a quienes salen en los medios. Uno tiene que hacerse cargo de lo impuesto por el sistema organizativo para no tener problemas.
  • ¿Eso significa?
  • Cumplir lo establecido para evitar el trabajo fuerte, lo relacionado con la limpieza y otros trabajos. Tuve que hacerlo para sobrellevarlo. Tenía un tiempo para adaptarme. Eran tres meses de aseo; así que busqué como zafar.
  • ¿Trabajaste?
  • Sí. Empecé lavando platos y aprendí a cocinar. En el sector de artesanos hice gorras. Eso me ayudó.
  • ¿Cómo recuerdas los primeros meses en el penal?
  • Desesperado. Había rumores que circulaban sobre quienes cometían “asesinatos”. Decían que esos no salen nunca. Traté de evitar que esas ideas se apoderen de mi mente.
  • ¿Cómo matabas el tiempo?
  • Asistía a la biblioteca. Iba y veía mi caso. Eso era interesante porque, como te dije; mi curiosidad me llevaba no sólo a ver lo mío; sino enterarme de lo que le había sucedido a los demás.
  • ¿Qué fue lo más difícil de aquel encierro?
  • La rabia de salir de ahí. Era un clima que no estaba acostumbrado. Parecía un infierno; como si fuera una panadería. Hacia “mucha calor”.
  • ¿Te resignaste alguna vez?
  • Hubo varios momentos en lo que me sentí caer en un pozo. Aún siento dolor por el hecho de haber sido sentenciado. La idea del “bote” me aterrorizaba.

Caminamos por las calles aledañas al café donde nos citamos. Cuenta, con lujos de detalle, su peregrinación para el resarcimiento de los daños causados por las autoridades de aquel entonces.

He vuelto a los medios de comunicación masiva. Recién se hará justicia cuando consiga ver sentenciados a todos los culpables del caso; cuando no sienta que los están protegiendo. Deseo construir mi casa y pagar todas mis deudas; luego levantaré una familia y seré feliz. Le debo a mucha gente y debo pagarlo todo.

Cuando llego a Santa Cruz resido en Satélite Norte, zona cercana a Warnes. Cuando miro las pocas cosas que tengo, pienso en el pasado; en el dolor que pasé, en la rabia del encierro; pero también, intuyo el futuro. Cuando vuelvo atrás no puedo imaginarme haber cumplido los 30 años de sentencia. Me hubiera vuelto loco o capaz moría. Me pesan los años que me robaron. Veo mi lote; y me vienen a la mente mis familiares y lo que les debo; aquello me da fuerzas para seguir.

Ese pedazo de tierra, a la que quisieron entrarse en reiteradas oportunidades, le trae remembranzas del tiempo anterior a su arresto. Un colchón y partes de la moto averiada aquel día de noviembre del 2014 son algunos de los resabios del momento que inició su calvario.

Recuerdo que tuve que volver a Cochabamba a recuperarme de mis dolencias. El calor de Santa Cruz no me ayudaba para nada.

Si uno lee la prensa puede constatar las palabras y reclamos de Reynaldo. Se han suspendido varias audiencias y; a decir de él, todo está podrido y apadrinado; a pesar de ello, uno encuentra algunos avances que; sin embargo, no han alcanzado los propósitos iniciales:

  • Los dos jueces fueron separados de la administración de justicia y pesa en contra de ellos un proceso penal y disciplinario, además de la auditoría del proceso.
  • La Sala Plena del Consejo de la Magistratura decidió la separación de los dos jueces.
  • Los jueces Janeth Mojica y Luis Paz ya no son parte de la jurisdicción ordinaria y serán sometidos a un proceso penal y la sentencia que dictaron será sujeto de una auditoría.
  • Marcelo Delgadillo fue apartado por decisión de la Fiscalía General del Estado que le inició un proceso penal por su actuación en el caso. Se explicó que esta persona no puede ser destituida debido a su antigüedad pero que no gozará de haberes.
  • El ministro de Justicia, Héctor Arce, había exigido el jueves suspender de inmediato a todos los administradores de justicia que estaban implicados en la polémica sentencia a un ciudadano inocente.

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Caminamos conversando sobre los últimos sucesos. Mientras nos acercamos a la parada de buses voy hilvanando cada frase, cada episodio. Tengo agujeros inexplicables, rupturas del discurso, preguntas que debería haber hecho, palabras suspendidas, imágenes brumosas. ¿Qué hilaridad podré construir? ¿Qué espejismos sombríos? ¿En qué omisiones caeré? ¿Cuántos adjetivos sesgarán la verdad?

 

El bullicio de las calles y ciertos olores nauseabundos me sacan de mis cavilaciones. Hemos llegado. Reynaldo me estira la mano derecha, se despide con cierta lejanía. Me quedo con sus últimas palabras: “aún tengo sueños malignos. Me duermo y despierto sin saber dónde estoy. Me siento como perdido. Salí enfermo y sin un hermano. Cuando me enteré de su deceso pensaba huir. El tiempo se hacía lento e insoportable. Pienso que él ha tenido que sacrificar su vida para que yo salga libre”.   

La bocina de un micro me devuelve a la realidad. Camino en dirección opuesta. Enciendo un cigarrillo y dejo que el humo haga un pacto con el vacío, con mis silencios, con mis ladridos interiores.