El escritor destaca que, 102 años después de que Tamayo publicara La Prometheida, esta obra sigue sus pasos en estética y forma. El texto es un fragmento de la introducción

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17 de agosto de 2019, 4:00 AM
17 de agosto de 2019, 4:00 AM

La cuarta obra de Ignacio Vera de Rada está inspirada en Franz Tamayo, que sentía veneración por la cultura helénica. Varias de sus obras se inspiran en los ideales griegos, particularmente La Prometheida o Las oceánides, escrita en 4.037 versos endecasílabos y heptasílabos sin rima. El texto poético es una obra teatral, no para ser representada, sino leída. Sin embargo, los contemporáneos de Tamayo no la comprendieron y algunos incluso se burlaron de ella en la prensa.

A 102 años de la publicación de La Prometheida, aparece la tragedia lírica Praxíteles en Olympia, de Vera de Rada, también con personajes y escenario inspirados en la Hélade. Como dice Carlos D. Mesa Gisbert en el Prólogo de la novela Valentina y Natalia (2018), Ignacio pretende «recuperar los elementos esenciales de la literatura de otro tiempo».

Es un autor excéntrico porque quiere retornar, a toda costa, a los patrones clásicos del arte, sin modificar su espíritu, aun teniendo en cuenta que las preferencias del público en el mundo ya no están dirigidas hacia la estética de los antiguos. Y lo hace de manera terca, contra viento y marea, desafiando todo vanguardismo, no de la literatura contemporánea, sino del arte en general.

A la manera de Winckelmann o de los renacentistas, vuelve la mirada hacia la Grecia y la Roma de los poetas épicos, trágicos y líricos, en un tiempo en que el arte ha tomado rumbos diversos, quedando despojado casi totalmente de las influencias clásicas; y lo hace no con una intención de estudio, sino de creación: no escribe opúsculos sobre arte clásico sino que crea en función a éste.

Y haciendo patrón de su creación la poesía de Grecia (para su lírica) y los arrebatos sentimentales del romanticismo alemán (para su prosa narrativa), Vera de Rada se impuso el ideal de perseguir la belleza por medio de la antigüedad o, más generalmente, de todo lo antiguo en el mundo. Su primer libro, Mocedades (La Paz, 2015), por ejemplo, es un compendio de poemas de juventud cuyo estilo y fondo siguen a los de las odas de Franz Tamayo y Victor Hugo.

Praxíteles en Olympia, su segundo libro de poesía y su primera obra dramática, es, más allá de la creación en sí misma, un homenaje a la antigua Grecia, esa que sentó las bases primitivas del arte occidental. Una deferencia a los espíritus de Esquilo, Corneille, Tamayo…

La obra está precedida por una Dedicatoria (escrita en endecasílabos de gaita gallega sin rima, escritos a la vez en dáctilos) que hace una evocación nostálgica del arte antiguo, una denuncia de la cualidad creacional de hoy en día, o en realidad un llamado a los artistas, para que retornen a las fuentes creativas dadas por los griegos y latinos. Porque, en realidad, el tono de esta pieza antecesora no es de lamento, sino que va in crescendo; el poeta deplora y solloza, pero también impreca y desafía. La esencia de este poema introductorio acaso está resumida en estos versos que se leen en las primeras páginas:

Polvo de rosas son esos poemas.

Nadie recoge ese polvo triunfal!

Lectura

Praxíteles está notoriamente influido por La Prometheida y el Scopas de Franz Tamayo, autor al que Vera de Rada estudió y admiró en su temprana juventud.

Tiene la misma estructura, las mismas características formales. La obra puede ser leída como un todo, pero también separando algunos versos sueltos, que tienen significado tomados independientemente, pues el texto posee un simbolismo dual. La obra está encorsetada en los parámetros más rígidos de la poesía clásica, pero más específicamente, en los de la tragedia lírica antigua, cuyas bases sentó el viejo Esquilo en su Prometheo encadenado. Obedece a un esquema geométrico, haciendo caso a lo que dicen Aristóteles, Horacio y Pitágoras. La retórica y el vocabulario del poema son ricos y variados.

Vera de Rada, como Tamayo en Scopas pero sobre todo en La Prometheida, rinde honor a la música y la sonoridad, empleando ciertos recursos lingüísticos antiguos o arcaicos que otorgan una mayor musicalidad a la pieza. También utiliza algunos recursos gramaticales antiguos, usados sobre todo en la época del Siglo de Oro español, como el hipérbaton gongorino, que, según el latino Horacio, otorgan mayor sonoridad y una plástica única a la poesía.

Vera es un escritor excéntrico yaislado. Tiene el orgullo de componer poesía contracorriente.

En este siglo vertiginoso, se pone a dialogar con las musas y los dioses, y en las páginas de ésta su nueva obra, suenan nuevamente los clarines de Ares y silban las flechas de Apolo. Praxíteles en Olympia consta de 1.755 versos, que forman una estructura sólida, con un fondo compacto o una historia articulada.

Está escrita en endecasílabos y heptasílabos sin rima. Pretende llegar a la vibración rítmica de la poesía modernista, haciendo uso de una cascada de esdrújulas en ciertas partes, formando aliteraciones y haciendo de esta forma timbres expresivos, y la lírica está enriquecida con arcaísmos y también con neologismos que Vera inventa a partir de un criterio lingüístico. Hay recursos idiomáticos trabajados, que llevan a audacias verbales con matices sonoros propios de una tragedia tamayana. Las libertades y los neologismos que el autor emplea, están basados en un recurso idiomático y técnico que parte de una raíz grecorromana. Retuerce y endereza vocablos siguiendo un riguroso criterio filológico. El poema es un cultismo.