El Carnaval ha sido la ocasión perfecta para que palabras con denotación negativa cobren un nuevo valor y se conviertan en símbolo de orgullo y de pertenencia

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16 de febrero de 2019, 14:36 PM
16 de febrero de 2019, 14:36 PM

Una de las razones para que el habla camba no haya desaparecido o decaído a lo largo de nuestra historia es la fuerte carga de identidad cultural que hemos sabido anclar en ella. Nuestra manera de hablar la expresamos con orgullo y es una forma de reconocernos dentro o fuera de casa. Otro factor que nos ha ayudado a mantener en vigencia nuestro dialecto es la concordancia que tiene, en general, con las normas gramaticales del español estándar: formamos nuestras palabras cambas a partir de la estructura básica de lexema + morfemas (atronáu), también producimos nuevas palabras gracias a los sufijos manteniendo sus significados (jonazo).

Aunque el idioma tiene una estructura por demás consolidada tanto ortográfica como gramaticalmente, no evita que haya casos en los que no se pueda determinar el sentido concreto de una expresión, palabra u oración. Como ocurre, por ejemplo, con la palabra enfermo, que, según su categoría gramatical, es un adjetivo, pero es bastante usada como sustantivo. A partir de este caso asumimos que casi todos los adjetivos del idioma pueden funcionar como sustantivos.

Entonces, nuestra variante camba presentará casos también en que una norma tendrá sus excepciones a los cánones lingüísticos. Esa es la manera en que nuestro dialecto adquiere un rasgo diferenciador de los demás, alejándose en algunos momentos de las reglas que rigen el español como estructura consolidada para crear una nueva característica propia. Esta versatilidad es la que lleva a que los idiomas se renueven para no quedar muertos. En nuestro idioma, el sufijo –azo nos ha ayudado en este cometido.

El sufijo –azo forma en el español estándar sustantivos que significan golpes (cabezazo), también nos sirve para indicar un logro casual (chiripazo), en ocasiones lo usamos como unidad de medida, sobre todo de tragos (tutumazo), incluso a veces nos expresa una información (gasolinazo) o designamos vientos (surazo), sin descartar su significado aumentativo (perrazo). Si bien el uso de este sufijo hace que una palabra denote generalmente un grado positivo (tipazo) o negativo (jefazo), hay ocasiones en que una misma voz puede emplearse en un sentido u otro.

Es en este último punto donde nuestra variante camba tiene su particularidad. Hemos convertido algunos adjetivos en sustantivos por medio de sufijos. Ocurre con flojonazo, palabra que en su sentido primitivo denota un aspecto despectivo de la persona, hasta negativo si se prefiere, por el sufijo –azo. Pero como sociedad hemos sido capaces de cargarle un significado diferente en contextos muy específicos.

Fue el Carnaval el que dio paso para que el significado de flojonazo se desplace a un plano completamente opuesto, pues una colectividad se ha unido para participar de estas fiestas bajo una agrupación denominada Flojonazos. A partir de ahí se hace uso del sustantivo común flojonazo ya no para señalar el sentido negativo o despectivo, sino para hacer referencia, con orgullo incluido a personas que comparten las mismas afinidades y gustos sociales.

Además de que ser ahora un flojonazo implica tener cierto estatus con beneficios que solo ellos poseen durante el tiempo que duren las carnestolendas. Han logrado desplazar el significado de una palabra para dar paso a una denominación social. En gramática se les llama casos de traslaticio.

Ocurre la misma situación con los sustantivos fregadazo y jodidazo. Dos grupos decidieron identificarse bajo esta denotación, en principio negativa, para festejar carnavales y a partir de ahí transformaron un significado en otro totalmente diferente.

Con la excusa de un café, en alguna ocasión comentábamos esta característica del habla camba con la lingüista Ana María Gottret. Le llamaba la atención que grupos de personas hubieran decidido hacer uso de una palabra despectiva para transformarla en un sustantivo que indique grandeza, como hicieron Los Lloronazos. Aunque este tipo de situación no es exclusiva de las palabras terminadas en -azo, pues tenemos casos similares en botaratas, zánganos, sereboses, mantenidos, vagabundos, etc., es destacable que entre las posibilidades que da el sufijo -azo no aparecen casos que el traslaticio tenga más fuerza que el significado primitivo.