Somos tan estúpidos que olvidamos la fortaleza de las mujeres… Y también la de los hombres. La fuerza de todos… Apreté play y miré y escuché When the party’s over

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15 de junio de 2019, 4:00 AM
15 de junio de 2019, 4:00 AM

¿Cuánto puede cambiar una vida en el transcurso de 365 días, un año? En mayo de 2018 mi padre cayó y no se levantó más. Es un hombre de 76 años, con la enfermedad de Parkinson y otras dolencias, tal vez más graves, no lo sabemos… Ahora vive en la planta baja de su hogar, se moviliza en silla de ruedas, rellena crucigramas, escucha música en su tablet, navega por internet, mira televisión y Netflix echado en la cama y tiene compañía durante toda la jornada. Se ha transformado.

Es un hombre dulce, un padre dispuesto a recibir un beso y un abrazo, a tomarte de la mano, a sonreírte al saludarte… Antes de caer, no era así... Esta noche, tras salir de mi oficina y llegar a casa, vi a mi padre, mientras trabajaba. Estaban en el patio. La gata de la casa los observaba. Un doctor sostenía a mi padre, aferrando su brazo izquierdo.

El otro médico hacía lo mismo, pero en el otro lado. Así, lo mantenían de pie. “¡Vamos! ¡Usted puede! ¡Vamos!”, le motivaban. Mi padre se esforzaba, intentaba caminar, avanzar, dar un paso, sanar… Hace un año cayó, y ahora lucha por recobrar fuerzas y ponerse de pie otra vez. Pregunto nuevamente: ¿cuánto puede cambiar la vida en apenas 12 meses? A finales del año pasado YouTube me recomendó un video.

El título llamó mi atención: Billie Eilish entre 2017 y 2018, las mismas preguntas; otras respuestas. ¿Quién es esta muchacha?, fue lo primero que me pregunté.

Mi segunda interrogante fue: ¿por qué YouTube me la recomienda? Ok, lo veré -decidí después- y apreté play. Miré. Me enteré de que Eilish era una cantautora de 16 años, y que hasta 2017 su presentación más grande había ocurrido frente a 5 mil personas. Un año después, en 2018, cantó para más de 250 mil fans en una sola noche.

Descubrí también que en 2017 sus cadenas y aros eran falsos, pero que las joyas toscas y robustas que usaba en 2018 eran reales, valiosas, caras… El dinero y la fama las compraron, pensé. Me enteré que en 2017 decía sentirse triste y un año después también, pero además… se sentía presionada, aprisionada, acorralada… Dijo que, durante los doce meses pasados, aprendió a desconfiar de la gente, y no compartir sus sentimientos en las redes sociales…

Y que llegó a conocer a Haruki Murakami… En fin, mucho había ocurrido para Eilish en un solo año… Mi primera –y errada- impresión fue que ella era un títere, una construcción de la industria, una ficción para vender música. Mi segunda impresión fue sentir preocupación, por que esa enorme presión a la que Eilish se refirió, no me pareció adecuada, y mucho menos sana para una adolescente; y también sentí tristeza, porque tuve la sospecha de que estaba extraviada, y de que era una persona tan honesta y transparente… Una víctima perfecta, en otras palabras. Gran error el mío: los hombres solemos olvidar la fortaleza de las mujeres… No volví a saber de Eilish hasta este sábado por la tarde, cuando YouTube nuevamente me la recomendó.

Era un videoclip. El título de la canción: When the party’s over. Apreté play -otra vez- y miré y escuché… Voces a capela… Es un waltz, pensé… La pantalla me mostró un vaso repleto con líquido negro. ¿Es veneno? No lo sé, pensé, solo entendí que no era algo bueno… El recipiente se encontraba sobre un cubo blanco.

Billie Eilish apareció en la toma, sentada frente al vaso. Ella también vestía de blanco. Los muros de la diminuta habitación también eran blancos. La música era un ir y venir de voces, susurros, lamentos, temores… Y un piano… Todo era blanco, excepto las cadenas, anillos y relojes de plata de Eilish, y los cabellos lacios y azules, y sus huidizos ojos verdes… Viste ropa de presidiaria, pensé.

‘¿Acaso no sabes que no soy buena para vos?’, cantó… Esta canción es una ilusión, pensé… Parece una canción de cuna, pero es tristeza, derrota, hastío, cansancio. Es soledad disfrazada de ternura… Billie conoce el vacío y la liberación, pensé… “Podría mentir y decir que me gusta, que me gusta así…”. Ella bebió el agua ¿o era veneno negro? Mientras tragaba, ingería, solo escuché piano y voces que me recordaron a cantos gregorianos… Nada más… Billie dejó el vaso sobre el cubo y miró a la cámara. Nos miró.

No nos sonrió. Nos desafió. Entonces lloró y sus lágrimas fueron negras y espesas; dolorosas y densas; y mientras resbalaban por sobre sus mejillas, ellas dibujaban desolación y desfiguración… Billie tuvo arcadas… “Podría mentir y decir que me gusta así, me gusta así, me gusta así”, cantó… Fade out… Decepción… Somos tan estúpidos que olvidamos la fortaleza de las mujeres… Y también la de los hombres. La fuerza de todos… ¿Cuánto puede cambiar la vida para un hombre de 76 años y para una adolescente de 16? ¿Es que alguna vez se detiene? Tuve que ver y escuchar otra vez; apreté play…