La muestra de uno de los artistas más influyentes del siglo XX se expone en Buenos Aires y es curada por la boliviana Sandra Antelo-Suárez. Destacan sus esculturas con alambre y sus célebres móviles

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6 de octubre de 2018, 4:00 AM
6 de octubre de 2018, 4:00 AM

La Fundación Proa de Buenos Aires alberga, desde el 8 de septiembre hasta el 13 de enero, Teatro de encuentros, muestra dedicada a uno de los artistas más influyentes del siglo XX: el estadounidense Alexander Calder. Son 60 obras en las que destacan las célebres esculturas con alambre y los móviles de color, livianos y sutiles.

La curadora de la muestra es una boliviana, la cruceña Sandra Antelo-Suárez, que radica en Estados Unidos y que ha dedicado varios años de estudio a la obra del escultor, que nació en Pensilvania en 1898 y murió en Nueva York en 1976. Teatro de encuentros es una exposición que cubre 60 años de la carrera de Calder, lo cual la hace, de alguna manera, global, pero finalmente tiene una lectura particular que Antelo viene desarrollando desde hace una década. La curadora ha estudiado la parte más ideológica del escultor; es decir, a un Calder casi desconocido, no al que se ve en todas partes.

“A Calder siempre se lo ha mirado a través de lo formal. Sobre él se ha dicho y se ha expuesto tanto, que la pregunta era: ¿qué podemos hacer? Entonces, nos dimos cuenta, dentro de nuestro campo, de que aún hay cosas con las cuales contribuir.

Lo interesante con Calder es que su obra genera una riqueza muy grande”, explica Antelo-Suárez, que presenta Teatro de encuentros como un proyecto avalado por la Fundación Calder. Pionero y moderno Calder perteneció al movimiento Abstraction-Creation, creado por Piet Mondrian, Jean Hélion, Jean Arp y Antoine Pevsner. Tuvo una gran amistad con Joan Miró y con otros artistas de la vanguardia europea.

Fue pionero del arte cinético e inventor de los mobiles (móviles), bautizados con ese nombre por su amigo Marcel Duchamp. Es reconocido como el primer artista verdaderamente internacional del siglo XX. Entre 1926 y 1933 cruzó el océano Atlántico 12 veces. En Europa y en Estados Unidos, los espectadores de vanguardia recibieron con entusiasmo El Circo de Calder, su pionera obra de arte performativo, puntapié inicial de una revolución cinética en el arte moderno. Sandra vio El Circo y lo miró con diferentes ojos.

“Para mí, El Circo es un evento socioconceptual de una performance. Así empecé a descubrir a un Calder que no conocía. Mis estudios se basaron en la época del posestructuralismo, de la semiótica, de la crítica institucional. Hasta entonces, a Calder se lo había mostrado a través de la cuestión formal, el color y el movimiento, que para mí son fachadas de distracción a medida que uno va descubriendo otras cosas en el artista”, indica la curadora. Antelo-Suárez había realizado anteriormente otros trabajos sobre el escultor. En 2017 curó la exposición Kinetic of violence, además, ha escrito varios ensayos sobre los cuales prepara un libro.

“Me interesaba buscar el punto donde se encuentra el acto estético en Calder. En él se manifiesta el encuentro, una escultura en vivo, una llamada al momento. Y nunca hay dos momentos idénticos. Claro que ahora vemos las piezas de otra forma, porque han pasado casi 100 años”, añade. Small Sphere and Heavy Sphere (Pequeña esfera y pesada esfera, 1932/1933), el primer móvil colgante de Calder pensado para que el espectador lo mueva, es una pieza clave de su producción y de esta muestra. De forma aleatoria e imprevista, se generan distintos sonidos cuando una pequeñísima esfera blanca golpea diferentes objetos, como botellas vacías, una caja de madera y latas.

Los objetos conforman una instalación móvil e interactiva. Para preservar la obra, el espectador no podrá activarla. En una carta, Calder le sugirió al curador James Johnson Sweeney que Small Sphere and Heavy Sphere se incluyera en su retrospectiva de 1943 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). La obra no fue incluida en la exposición.

Tal vez era una obra compleja para su tiempo y complicaba la estrategia que desarrollaron Alfred H. Barr, Jr., el director del MoMA, los curadores y las curadoras y el MoMA como institución para expandir el canon del arte moderno a Nueva York. “Entre lo más interesante de la exposición se encuentra esta carta, que se presenta por segunda vez. Muchas de estas obras de los años 30 han sido pasadas por alto en la mayoría de las muestras. Y a mí ese es el Calder que me interesa, el que hace juegos mentales, que se anticipa, participa y especula. Es un poco lo que se puede llamar la cultura performática, un nombre tan trillado ahora y que hace 100 años no significaba nada”, complementa Sandra.

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