María Anelin Suárez, de Las Calles Bolivia, pide garantías y responsabiliza al Gobierno por su integridad física

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19 de octubre de 2018, 10:00 AM
19 de octubre de 2018, 10:00 AM

Diez días atrás, María Anelin Suárez, una joven activista opositora al Gobierno de Evo Morales, fue noticia al divulgar su vinculación con el candidato presidencial de la ultraderecha brasileña, Jair Bolsonaro, ganador de la primera vuelta. Para entonces, la montereña de 32 años que abandera la defensa del voto del 21 de febrero de 2016, que dijo No a la repostulación, ya sabía de amenazas, cuenta ella. “Enviaron la cabeza de un cerdo a la casa de mi familia con un mensaje para mí”.

Ya se la conocía por un incidente en Cochabamba, durante los Juegos Odesur 2018, cuando la Policía la obligó a cubrir su camiseta que llevaba la leyenda del 21-F. Pero después de haber demostrado su afinidad y trabajo en estrecha colaboración con Bolsonaro y que había recibido promesas de apoyo de parte del ultra brasileño, sus días cambiaron: “Recibo llamadas de números privados constantemente y me amenazan con mi muerte”.

“Puedes contar con nosotros si llegamos al poder en el futuro”, le dijo Bolsonaro a Suárez, como se puede ver en el video que registra la entrevista que ella sostuvo con el entonces diputado en 2017.

Según ella, por esa exposición la está pagando caro. “Los muertos no hablan”, cuenta que le dijeron una madrugada hace poco. Es por eso que ayer anunció que solicitará a su compañía telefónica que le revele los números de origen de las múltiples llamadas de amenazas que dice haber estado recibiendo estos días y que para ese propósito acudirá a la Fiscalía de Santa Cruz.

Por otra parte, Suárez ha dicho que responsabiliza “al Gobierno de Evo Morales y a su ministro de Gobierno (Carlos Romero)” en caso de que algo le suceda. Cuando se le consultó qué evidencia tiene para responsabilizar al Gobierno, ella dijo que el Estado debe garantizar su seguridad y que sabe “cómo actúan los socialistas”.

Ayer se buscó la palabra del ministro Romero respecto a las aseveraciones de la activista, pero sus colaboradores lo excusaron porque hasta altas horas de la noche se encontraba en reuniones.

Suárez contó que su esposo es un boliviano que vive en Brasil como refugiado: David Sejas, exlíder de la Unión Juvenil Cruceñista acusado por el Gobierno en el caso Rózsa. Dice que él le pidió volver a Brasil, pero ella ha decidido quedarse.