Una sicóloga aconseja trabajar con la famila que deja la fallecida, en especial con los niños, para que los traumas no los persigan por toda la vida. La cantidad de hechos preocupa a las autoridades en el país

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30 de junio de 2019, 16:00 PM
30 de junio de 2019, 16:00 PM

Más allá del conteo de casos de feminicidios en el país, que en promedio registra un hecho cada tres días en los últimos años, debajo de las cifras se esconden las historias de las víctimas que son más que un número en la sumatoria. Conllevan también un historial de violencia que no fue denunciado o atendido a tiempo. “A estas víctimas no las matan en el momento del ataque final, sino que las van matando de a poco, a lo largo de los años; las matan ‘con la boca’ (insultos), con maltratos sicológicos, con agresiones físicas, sexuales y económica”, señala la sicóloga Daveiba Méndez, que atiende casos de violencia intrafamiliar en el municipio de La Guardia.

“El feminicidio no solo afecta a la mujer que es victimada, sino que marca a toda una generación de la familia”, agrega Méndez sobre el impacto de estos crímenes.

El 2018 cerró con 128 víctimas de feminicidios según la Fiscalía, y en el primer semestre de este año ya van 65, cifra más alta que la registrada en el mismo periodo del año pasado.

Además de las fallecidas, los feminicidios dejan su marca en ‘otras víctimas’, que son los hijos, los papás, los hermanos y los amigos de las víctimas.

Pero quienes más sienten el golpe del asesinato, son los hijos, ya que cerrada la página del hecho de sangre surgen varias interrogantes en sus entornos: ¿Qué pasará con elllos?, ¿con quiénes se quedarán?, ¿cómo seguirán adelante con sus vidas?

Méndez, comenta que los efectos emocionales y sicólogicos de estos hechos se sienten y evidencian a corto y a largo plazo.

En uno de los últimos casos en Santa Cruz, Rigoberta Barrios (39) fue victimada por su esposo, un policía que recibió la ayuda de un camarada, para luego enterrarla en el patio de una casa en el barrio Guaracahi.

La mujer tenía con su victimario una niña de 11 meses, que comenzaba a caminar y a hablar, y les dice “mamá” a sus dos tías, hermanas de su madre. “Estamos en el trámite para tener la tutoría legal de la bebé; una trabajadora social de la Defensoría de la Niñez nos visitó hace un par de semanas y nos citaron a sus oficinas para realizarnos entrevistas”, contó una de las tías.

Agregó que esperan que el progenitor sea sentenciado para tramitar el cambio de apellido de la bebé, pues no quieren que tenga el del asesino de su hermana.

La bebé vive con sus tías y rodeada de sus primos y primas, además de sus dos hermanos mayores, de 19 y 20 años, que viven frente a la casa de sus tías. “Ellos vienen a ver a su hermanita todos los días. Ambos congelaron todas sus materias en la universidad, pero están decididos a volver a seguir estudiando”, comentó una de las tías.

Si uno puede pensar que a los bebés, al no recordar los primeros años de su vida no les puede afectar tanto que su madre haya sido víctima de feminicidio, Méndez recuerda que las madres transmiten a sus criaturas desde que están en el vientre sus emociones, ya sean problemas o alegrías. “Si una mamá ha sido víctima de violencia, le ha transmitido a su bebé el miedo, el pánico, la inseguridad, la culpa, autoesima baja... vendrá al mundo con esas emociones que no va a entender”, explica la sicóloga.

Por ello señala que cuando sus familiares decidan contarles a los niños lo sucedido con su mamá, deben hacerlo con el asesoramiento de un profesional en sicología para elegir a las personas adecuadas para dar este mensaje y encontrar las mejores estrategias para hacerlo, ya que lo que principalmente se quiere evitar es desencadenar sentimientos de odio, venganza o culpa.

Otro tipo de situación es la que vive un joven de 20 años, cuya mamá fue victimada por su padre, el ser que le dio la vida y además le endilgó su nombre. José (nombre ficticio) acepta hablar, pero sus frases son cortas y el dolor está aún muy presente.

Dice que luego de asimilar lo ocurrido con su madre, no le queda más que seguir estudiando para cumplir su sueño de ser profesional. “Y los fines de semana trabajo, de lo que haya: cosecho frutas, ayudo en construcciones... hago lo que sea”, comenta.

Sus hermanos mayores también han tenido que asimilar lo ocurrido y seguir adelante, pero José no sabe qué piensan sobre lo sucedido y sobre el futuro.

Respecto al hombre que pasará 30 años en Palmasola, donde está registrado con sus mismos nombre y apellido, prefiere no hablar.

La sicóloga Méndez señala que las ‘otras víctimas’ de los feminicidios pueden enfrentar situaciones complejas y sentimientos encontrados muy fuertes, como cuando son testigos de los hechos de feminicidios y deben declarar contra sus padres los seres que les dieron la vida y a la vez les arrebataron a sus madres.

Un caso distinto ocurrió en Oruro con Gilka Pamela Choque (30), pues ella era soltera y no tenía hijos. Sin embargo, su muerte, a manos de su expareja (quien luego se suicidó envenenándose), dejó a sus hermanos sin la mujer que era como su segunda madre, pues desde que su progenitora emigró a España, hace algo más de 14 años, Gilka se encargó de criarlos.

Dos de sus hermanos están en la universidad y otros dos en colegio y deben seguir adelante sin Gilka y sin su madre que debe retornar a España.

El último caso de muerte en el país, el que elevó la cifra de feminicidios a 65, pinta con claridad el calvario al que se someten los hijos de este delito, ya que los dos hijos (un niño de 5 y una niña de 6 años) de Ericka Jhenny Gallardo de 28 años, se quedarán con la familia ampliada de su mamá, ya que los otros seres queridos no son tan cercanos para los pequeños, uno de los cuales fue testigo del asesinato de su mamá.

Las personas que se queden con la guarda legal de los hermanos deberán encontrar el mejor momento para abordar el tema con ellos.

El turril en el que el cuerpo de una joven asesinada por su expareja, un policía

Sueños de mujeres convertidos en estadísticas de crímenes

Seis de las 65 víctimas de la violencia extrema, que dejó luto en las familias que perdieron a sus seres queridos. Muchas eran jóvenes con un mundo por delante

Casi siempre el común denominador de los hechos de sangre que acabaron con la vida de 65 mujeres en el país (en lo que va de este año), son los celos y el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, que derivan en hechos de violencia que acaban con la vida de las mujeres.

Algunas de las víctimas tenían planes para salir al exterior a profesionalizarse, muchas otras tomaron la decisión de denunciar las agresiones con las que las sometían sus verdugos y fueron asesinadas, todas buscaban huir de la violencia y las amenazas con las que estaban atormentadas.

ALGUNAS HISTORIAS

Celinda Panozo (27) | La Paz

Había ganado una beca para continuar con sus estudios de Ingeniería de Sistemas en Estados Unidos. A pocos días de viajar, en mayo de este año, fue victimada por su expareja, que la degolló en una estrecha calle de la ciudad de La Paz, luego de que ella tuviera una reunión con sus amigos más cercanos para festejar la obtención de su beca a las tierras americanas. El autor fue detenido y está preso.

Carmen Esero Oni (29) | Beni

Fue asesinada por su pareja, nueve horas después de que el agresor recobrara su libertad tras una denuncia de violencia. La mujer recibió más de 10 puñaladas. Un juez le otorgó la libertad al agresor porque le presentaron una conciliación previa, pero horas después se produjo el ataque con el desenlace fatal el 14 de mayo.

Rosa Uzquiano (38) | Yungas (La Paz)

Jaime Ramos Chambi (48), fue el sujeto que le propinó 33 puñaladas en el municipio de La Asunta, Yungas. El crimen ocurrió endiciembre de 2018 y el hombre fue capturado el último día del año pasado cuando pretendía fugar a Alto Beni. El crimen se suscitó cuando la pareja consumía bebidas alcohólicas. Además de atacar a su esposa con cuchillo, el sujeto hirió a una de sus hijas.

ANÁLISIS | Hay que tratar las emociones

Karina Terceros H. - Sicóloga

as emociones fuertes que quedan en los familiares que pierden a un ser querido de una forma violenta, como sucede en los femicidios, tienen que ser tratadas en un gabinete sicológico y en terapias de familia, ya que de otra manera las heridas que quedan puedan provocar más daños.

Los padres que pierden a sus hijas en crueles asesinatos, en manos de los varones a los que les confiaron la vida, la felicidad y la estabilidad de sus ‘niñas’, si no canalizan adecuadamente los sentimientos de dolor y de frustracción ante lo ocurrido, pueden vivir con la bronca contenida para siempre y eso, en los momentos menos adecuados, puede salir a flote y causar daños innecesarios.

Los entornos de estos dolores deben se curados, para que la recuperación de los afectados sea completa y suficiente.