Cuatro juristas del equipo boliviano demostraron que hasta 2006 Chile consideró el diferendo marítimo un tema abierto. Con Piñera retomaron la línea de repudiar su obligación de negociar

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21 de marzo de 2018, 6:00 AM
21 de marzo de 2018, 6:00 AM

El equipo jurídico boliviano terminó ayer sus alegatos ante la Corte Internacional de Justicia con una serie de argumentos que mezclaron lo emotivo, lo jurídico y el ideal de la justicia, para desmontar las objeciones chilenas anotadas en su dúplica enviada a La Haya.

Antonio Remiro Brotóns, Amy Sander, Payam Akhavan y Mathias Forteau se combinaron para mostrar las veces que Chile ofreció a Bolivia solucionar su aspiración de retornar de forma soberana al mar, establecer que los mismos diplomáticos mapochinos habían consentido en al menos tres ocasiones en la Organización de Estados Americanos que esto era un tema irresuelto, que existe jurisprudencia en la CIJ de que las declaraciones de los Estados hacen obligaciones jurídicas y que Bolivia nunca abandonó su aspiración marítima, que las negociaciones no fueron hechos aislados y que ni Bolivia ni Chile dieron por terminada su obligación de negociar tras el fracaso de las conversaciones del abrazo de Charaña. 

Todo esto provocó que, a su salida del Palacio de la Paz, el canciller chileno, Roberto Ampuero, declarara que Bolivia comenzó pidiendo una mesa de negociaciones y terminó exigiendo territorio chileno, algo a lo que su país no está dispuesto a ceder y se aferró nuevamente al Tratado de 1904, que de momento parece el mayor basamento del discurso chileno. 

Emociones y leyes
Remiro Brotóns  prologó de la segunda jornada con un concepto que había fijado Monique Chemillier el día anterior, pero le agregó algo de dramatismo: “Como se nos recordó ayer, el mensaje de Chile a Bolivia fue construido en un doble pilar: ustedes los bolivianos abandonen sus esperanzas de recuperar su rico Litoral, pero ustedes los bolivianos no serán condenados al dolor y al infierno de la mediterraneidad o del enclaustramiento”, dijo.

Ya para ese momento, los jueces tenían en su cabeza la enorme costa chilena, capaz de unir el Palacio de la Paz con la sede de la ONU en Nueva York, que Chile es como un niño jugando en la playa, que construye castillos de arena para luego destruirlos, que pese a que ya no hay guerra, el enclaustramiento al que tiene sometido Chile a Bolivia sigue haciendo daño a los bolivianos, pero en esta jornada, parte del trabajo de Remiro Brotóns fue cimentar la imagen de que Chile es como un mal vecino. Y eso dominaría toda la jornada. Incluso las declaraciones del jurista español ante la jauría de periodistas chilenos que lo sitió en las escalinatas del Palacio de la Paz. “Chile tiene que escoger, la buena o la mala vecindad por siglos”, les dijo.

Eso obligó al agente chileno, Claudio Grossman, a decirle al mundo, al pie de las mismas escalinatas, que no es cierto que Chile sea un mal vecino, que cumple con todos sus compromisos y tratados internacionales.

Luego de su frase inicial, en los albores de su intervención frente a los jueces, Remiro se dedicó a reforzar que esto no tiene nada que ver con el
Tratado de 1904. 

“Toda esta historia revela no solamente la aspiración de Bolivia de retornar al Pacífico, sino también una sucesión continua de acuerdos y de promesas provenientes desde Chile que podría satisfacer esta aspiración”, dijo. 
 La enumeración del jurista español arrancó en 1920, cuando Chile tenía un interés específico sobre la aspiración boliviana: sumarlo a su lado en la disputa que tenía con Perú sobre Tacna y Arica, algo que se ratificó en 1926, cuando se hablaba de un plebiscito que al final no se verificó, ya que ambos países se repartieron el territorio, incluyendo la cláusula de cesión a un tercero (Bolivia) con permiso del otro.  En ese momento, el mar no era un corredor al norte de Arica; era Arica.  

Tras un receso por la Guerra del Chaco, el siguiente hito es 1950, cuando logran un acuerdo para negociar un corredor por el norte de Arica, para no perturbar el Tratado de 1904 ni romper la continuidad territorial de Chile. La mala recepción de dicha posibilidad en ambos países y la inestable política boliviana, retrasó todo hasta 1961 cuando el embajador mapochino en La Paz, Manuel Trucco, notificó la vigencia de los acuerdos del 50, es decir la obligación de su país de negociar una salida soberana al Pacífico.

Esto se cita como antecedente en el acuerdo de Charaña, cuando los cóndores Banzer y Pinochet se abrazaron en esa fría y alta frontera. Esto puso sensible al excanciller Heraldo Muñoz: “Me sorprendió que se refirieran al presidente Pinochet y que hablaran del general Banzer. Es una falta de respeto a muchos miembros de la delegación que fueron víctimas de la dictadura", dijo, citado por Soy Chile.

Ahí se detuvo Remiro Brotóns, pero los otros juristas sumaron dos momentos más: el enfoque fresco de 1983 y la Agenda de 13 puntos de 2006. 

También en las exposiciones se dejó claro cuándo había nacido la política chilena de afirmar que no tiene nada que negociar en Bolivia. Fue en 1961, luego del memorando de Trucco. Eso provocó la ruptura de relaciones bilaterales en 1962. También regresó en el fracaso de las negociaciones del Enfoque fresco de los 80 y finalmente se solidificó en 2011 y empujó a Bolivia a demandar a Chile ante La Haya.  

Para ese momento, Sander había hablado de las 11 resoluciones de la OEA que declaran que el diferendo marítimo era de interés regional y de cómo Chile había firmado tres de esas resoluciones y que construyó la cuarta, palabra por palabra, en acuerdo con Bolivia. Para ella, esto genera una obligación a negociar, pero para José Miguel Insulza, exsecretario general de la OEA, parte del equipo chileno, dice que la institución “no es un organismo que pueda dar instrucciones”. Eso amortiguó. la insinuación de los voceros chilenos que habían ironizado sobre la relación entre Morales y la OEA -y también la representación de Tuto Quiroga sobre la consulta que este organismo hizo al Consejo de Venecia sobre las reelecciones. 

Akhavan, citando ejemplos, mostró otra política de mal vecino, que se plasma “al reducir sistemáticamente a través de los años el objeto y el alcance de lo que está dispuesto ceder a Bolivia”. 

Luego citó varios fallos de la Corte donde las promesas de las autoridades de un país se constituían en base jurídica exigible y donde el fracaso de una negociación no concluye la obligación de un Estado a seguir negociando. 

Esto se enlaza con los conceptos presentados el día anterior por el inglés Alan Vaughan Lowe, que se remitió a las cartas de ONU y de la OEA para mostrar que “no es suficiente que un Estado diga que no tiene nada que negociar”.  Esto hace que autoridades y analistas chilenos aseguren que Bolivia busca un fallo más allá de lo estrictamente jurídico y vayan al concepto de la justicia, como si ambos fueran contradictorios. 

Mathias Forteau, luego de mostrar como una continuidad centenaria los procesos de negociación boliviano-chilena, terminó con los alegatos dirigiéndose a la corte. Les dijo que era un caso sencillo, de sentido común, que Bolivia ha sido constante en su demanda por más de un siglo, que Chile ha aceptado esa demanda y ha reconocido que había un problema irresuelto y esto crea obligaciones jurídicas por más que Chile intente repudiarlas. “Se pide a su corte, que fiel al principio de las Naciones Unidas, haga respetar la palabra dada”, dijo. Ahora el micrófono está en poder de Chile, que desde el jueves tratará de responder a los argumentos bolivianos. 

Evo Morales pide negociar mar con soberanía y un senador chileno se siente humillado por Bolivia
Una vez terminados los alegatos y antes de embarcarse de regreso a La Paz, el presidente Evo Morales ratificó ayer su oferta de negociar mar con soberanía a Chile y consideró que Bolivia había demostrado con claridad y contundencia que el país trasandino tiene la obligación de negociar para solucionar el enclaustramiento boliviano.

En un mensaje leído por el mandatario, hizo un resumen de los alegatos presentados durante dos días y ratificó que la condición de mediterraneidad de Bolivia proviene de una invasión injusta y no de una situación geográfica.

Antes, en una conferencia de prensa, Antonio Remiro Brotóns le había preguntado a los periodistas chilenos si les parecía bien que se haya invadido un país para entregarle un territorio y sus riquezas a la oligarquía nacional y extranjera. 

Por su parte, José Antonio Kast, senador chileno, conservador y poco amigo de Bolivia, escribió una columna de opinión en The Clinic en la que se pregunta “hasta cuándo nos humillan”. Considera poco digno que su país se vuelva a sentar en el banquillo de los acusados y que su Gobierno haya llevado una bancada transversal, entre ellos Alejandro Guillier, a quien considera un ‘enemigo’ de Chile, por haber propuesto compensaciones territoriales de Bolivia a cambio de una salida al mar. Kast propuso durante su campaña de 2017 cerrar la frontera con Bolivia.