Ninguna cabeza importante rodó tras siete días plagados de errores. El presidente, acostumbrado a sancionar de manera directa, ha dejado que los temas se procesen por la vía institucional. No hay tranquilidad en La Paz

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12 de agosto de 2018, 6:00 AM
12 de agosto de 2018, 6:00 AM

Las cosas ya no venían bien. La semana anterior había acabado con un funcionario de la Unidad de Investigaciones Financieras errando en la regla de tres y publicando que Evo Morales tenía Bs 300.000 menos de lo que indicaba la suma de dólares y bolivianos en sus cuentas de banco. El funcionario terminó preso, pero ninguna autoridad perdió el cargo por no haber supervisado su trabajo.

La semana comenzaba brava. A alguien se le había ocurrido llevar los festejos patrios a Potosí, a la ciudad en la que cinco días antes se habían reunido 80.000 personas para gritar No, al departamento que paró 17 días para conseguir poco, a la región donde el No hanía ganado con el 53,2%. Hasta ahí fue Evo Morales y dio el discurso más corto de su historia como presidente. No tardó ni 40 minutos en repasar la actualidad del país, en recitar buenos augurios y en pedir unidad sobre un barullo de oficialistas y opositores que simulaban una sinfonía de cucos. No se ha informado de que algún ministro haya sido increpado por elegir tierra tan hostil.

Tal vez no tuvo tiempo porque después se fue a Colombia para ver a Iván Duque convertirse en presidente. Casi al unísono, un teniente de las Fuerzas Armadas llamado Roberto Juan de Dios Ortiz Blanco se iba de juerga dejando la medalla de Bolívar y la banda presidencial en su auto estacionado en la calle de los burdeles de El Alto. Los tipos que se robaron la mochila negra -Yogui, Malatraza y Chato, tres peruanos expertos en plumazos-, esperaban una laptop, pero encontraron algo invaluable. Se asustaron tanto con el botín que terminaron devolviéndolo. Yogui está preso, Ortiz también, un general fue removido de la Casa Militar y Evo desfiló sin medalla ni banda en Cochabamba. Nada más.

Esa misma noche, mientras Evo ya se encontraba descansando en Cochabamba, el diputado potosino, Domingo Soto, ebrio, se desnudaba y montaba un escándalo en pleno aeropuerto de la Llajta. La Comisión de Ética de Diputados lo procesará, pero conservará su curul, salvo que la justicia lo condene por algún delito menor. Al día siguiente, en un acto valluno, Morales comenzó su discurso bromeando sobre algunos que habían despertado de ‘chaqui’. No había señales del hombre que aplicaba disciplina sindical en su partido.

¿Ha ablandado a Evo Morales estar por 12 años en el poder? En una semana horrible, el presidente no echó a nadie y el viernes, cuando todos esperaban un volcán por la reunión de gabinete, apenas hubo reproches. La pelea, los reproches -según cuentan fuentes del MAS- estuvieron a cargo de los mandos de otros poderes del Estado que recriminaron su malhacer a algunos ministros. Mientras tanto, Evo estaba en el Chaco entregando obras. Es como si se hubiera resignado a que todos estos incidentes son parte de las maldiciones del poder.

Lo que pasa

No es un tema del que quieran hablar ministros y asambleístas de perfil alto. Es algo que apenas comienzan a teorizar los opositores. “Es un fenómeno que se ha profundizado”, dice Óscar Ortiz, la cabeza de la oposición en el Senado. “Le falta recursos humanos, por eso es el pasanaku de funcionarios que van y regresan”, añade. “Están buscando profesionales en varias áreas y no consiguen. Cuando un proyecto va en decadencia, hay quienes no quieren arriesgarse”, sentencia. Para Ortiz, Morales está algo desconectado de la realidad y ya no corta cabezas de gente poco eficiente porque no tiene con quién suplirla.

No siempre fue así. Hubo un tiempo -un largo periodo-, en el que Evo Morales era un líder implacable. Por ejemplo, el 21 de diciembre de 2005, Morales dejó sin feriado de Navidad a sus recién electos diputados y senadores y les ordenó estar en La Paz para comenzar la transición política. Esa misma semana, se paró en la sede de Gobierno y puso cara de poco satisfecho cuando un militar llamó a una conferencia de prensa para mostrar su molestia por la congelación de los destinos militares, que le tocaba dictar a Rodríguez Veltzé. Evo lo solucionó en su primer día en el poder pasando a retiro a dos promociones de las Fuerzas Armadas. Luego, son famosas ya la imposibilidad de salir de Palacio Quemado de un ministro de Defensa que no había repartido la ayuda humanitaria en Beni o el ministro de Agua que se quedó sin cartera cuando Evo abrió el grifo del aeropuerto de Uyuni y ningún líquido fluyó. Viejos amigos se han ido de Palacio por tomarse algún fin de semana de más y gente clave, como Félix Patzi, que fue apeado de una candidatura y del partido mismo por conducir borracho. Ese Evo Morales implacable no estuvo presente esta semana.

“El presidente ha cambiado. Esas acciones -despedir gente, sancionar a los que se equivocan-, él las tomaba antes y las asumía”, dice Álex Contreras, uno de los que conoció de cerca a la versión más ‘espartana’ de Morales, antes de ser despedido sin mayores explicaciones. “Se ha embriagado de poder, de un poder en el que ya no representa a la gente sino a un sector privilegiado que está en el Gobierno y ya no le interesa ninguna norma moral ni ética. Eso está provocando que gran parte de la población boliviana le pierda el respeto”, dice Contreras, pasado a la oposición, como principal asesor del alcalde José María Leyes.

Hugo Siles, exministro de Autonomías, asegura que Evo ha ido especializando su forma de gobernar con el paso de los años, que la ha movido de acuerdo a las necesidades y a la planificación que hace. Siles asegura que Morales planifica casi todos sus actos, define los tiempos, los énfasis y es exigente en temas como la puntualidad. “En el caso de la medalla se tomaron acciones y en el caso del diputado, será la Asamblea la que sancione”, dijo.

No quiso decir si hay o no relajamiento de las normas. Pero el hecho de que nadie haya verificado los datos del dinero en las cuentas del presidente Morales antes de hacerlos públicos, o que nadie de la Casa Militar o de alguna otra institución se haya preocupado de que la principal reliquia del país duerma en la bóveda del Banco Central de Bolivia (BCB).

Gustavo Pedraza, analista y coimputado con el expresidente Carlos de Mesa por el caso Quiborax, ve descomposición. Ve al MAS como un caos, como una organización con fuerte desapego a los actos de su líder y eso genera una serie de eventos desafortunados. Daniel Valverde, del Observatorio Político Nacional, vio a un presidente pasando el mal trago, tratando de pasar la página, resaltando el doble aguinaldo, el 20% de ingreso por el gas, en busca de algo que lo oxigene en medio de la repetición de escándalos.

DE CAL Y DE ARENA

La Casa Grande

La inauguración de la nueva sede del poder tampoco estuvo exenta de errores. Enviaron tantas invitaciones que la cantidad de gente superó el aforo.

Empellones a los medios

La histeria de la muchedumbre era tal, que los custodios terminaron relegando a los periodistas en la inauguración del edificio. El nervio ganó a la planificación.

Se extraña a los antiguos

Hay gente dentro del MAS que extraña alguien que ponga mano dura en el Gobierno, como Juan Ramón Quintana, que por ahora sigue como embajador en La Habana. Quieren que vuelva, a más tardar, en enero. Algo parecido pasa con David Choquehuanca, ya que nadie hace el trabajo que él realizaba con las bases indigenistas.