Hay pocas novedades discursivas en la oposición orgánica. La fuerza contra el Gobierno se basa en la sociedad movilizada

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14 de febrero de 2018, 8:30 AM
14 de febrero de 2018, 8:30 AM

“Nosotros nos seguimos comportando igual, denunciando las irregularidades que hay. ”, dice Arturo Murillo. Desde la oposición ‘orgánica’ al Gobierno, la organizada en partidos políticos, hay pocas noticias tras el 22 de enero. Hasta Hugo Siles está de acuerdo con Murillo. Dice que tratan de aprovechar errores del Gobierno y que tergiversaron las cosas para abrogar el Código Penal. 

Tal vez la principal novedad fue la semana que Rubén Costas usó su Twitter para contrapuntear con el Gobierno. Desde la Gobernación aseguraron que sería una conducta recurrente, pero acabó tras la promulgación del estatuto autonómico.

Para el politólogo Franz Flores, el verdadero contrapoder a Evo Morales no está en los partidos, sino en la sociedad movilizada. Explica que la legitimidad procede de dos fuentes en la política: de las urnas y de la vigilancia cotidiana de la ciudadanía. Morales, que gozó de ambas entre 2006 y 2016, ha perdido la segunda fuente de legitimidad y lo sufre, enfrentándose al contrapoder ciudadano.

El analista Gustavo Pedraza observa que la vieja oposición tiene demasiados candidatos para enfrentar en una hipotética elección a Evo Morales, pero también tiene el problema de que todos son perdedores, que ninguno podría derrotar al actual presidente. Por otro lado, ve una “nueva oposición” en las calles, con mucha capacidad de movilización pero sin candidatos. Dice que la nueva oposición es poderosa, tiene claridad de objetivo y cohesión, pero no tiene  candidato y no se le puede exigir que lo tenga. Observa que tiene un objetivo claro a corto plazo, que es impedir que Morales se presente a la elección de 2019, pero no hay señales que indiquen que se convertirá en una alternativa de poder. 
El politólogo Armando Ortuño dice que la oposición ha logrado establecer un clivaje interesante entre la democracia y el totalitarismo, entre la posibilidad de que Morales pueda o no ser candidato. El mayor atributo de este clivaje es que la oposición puede esconder sus carencias detrás de él: no necesita tener un candidato o una propuesta, porque no es ella la que está en la balanza, sino el presidente. Su gran problema es que sin organicidad -partido- ni liderazgo -candidato- no se toma el poder. Para él, la incógnita de hoy es cuál clivaje se impondrá: el del presidente que trata de polarizar entre un Gobierno con proyecto de futuro y una oposición sin programa, o de las oposiciones, que resumen todo al respeto a la voluntad popular expresado en el voto del 21-F. El primero tiene como contra tratar de convencer a gente que está molesta; el segundo, demostrar que hay algo más allá del disgusto con Evo Morales.