Su familia pide ayuda y busca asesoramiento legal después de que un juez del país asiático diera la orden de ejecución

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26 de febrero de 2018, 6:00 AM
26 de febrero de 2018, 6:00 AM

Víctor Parada nunca pensó ser condenado a morir en la horca. Casi medio kilo de cocaína y una supuesta extorsión para ser mula (traficante) desencadenaron esta pena en Malasia. Este boliviano que vivió durante siete años en Alicante (España) viajó en 2013 al país asiático donde fue capturado y recibió la sentencia en enero.

En Europa, Víctor estudió carpintería y realizaba trabajos en un pueblo de la Comunidad Valenciana hasta que fue deportado en 2009 porque sus documentos no estaban en regla.

Tras la deportación trabajó en el oficio que aprendió y tuvo un hijo, pero sufrió un accidente laboral donde perdió dos dedos de la mano y fue despedido.

Portales internacionales exponen la situación de Víctor

Según el diario español El Mundo, después de vivir una mala situación económica y no tener trabajo, la familia cuenta que apareció con un empresario sudafricano que se ofreció a prestarle ayuda. Es decir, dinero.

"Él estaba desesperado. No tenía trabajo y necesitaba sacar a su hijo adelante así que aceptó la oferta", expresó su hermana.

No obstante, la ayuda ocultaba una extorsión. El 'empresario' le remarcó que si no le devolvía el dinero en un determinado tiempo debía viajar como mula a Malasia. No tuvo otra opción que acceder. Viajó y fue detenido en Kuala Lumpur, capital de Malasia.

El pasado 5 de enero el juez lo condenó por tráfico de drogas a la pena de muerte por ahorcamiento, decisión que ha sido recurrida en primera instancia.

La familia dice que la condena es demasiado dura. La lucha de la madre de Víctor también está en Bolivia, donde está el hijo pequeño de Víctor. Desde aquí está tramitando los papeles para que el menor vaya a vivir España.

Mientras Víctor se halla en el encierro, lleva así cuatro años y medio y no quiere ser un problema para su familia, la madre y sus hermanas que no tienen recursos e intentan hacer visible la situación. 

Ellas no quieren dinero, sino ayuda, aunque tienen deudas por 40.000 euros que han sido destinados para recurrir a diferentes organismos. También han pedido ayuda en instituciones como la embajada boliviana en Valencia o la embajada de Malasia en Madrid. La atención recibida es poca y el calvario continúa.