El coagente de Bolivia en La Haya se preparaba para disertar sobre los alegatos de Bolivia en La Haya, cuando dirigentes indígenas irrumpieron en el salón de la COD

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6 de abril de 2018, 7:00 AM
6 de abril de 2018, 7:00 AM

“Estamos trabajando bajo la conducción del presidente Evo en este que es el caso más importante y estamos dispuestos a entablar diálogo y conversación con nuestros vecinos. El presidente decía en Santiago en la posesión del presidente Piñera: ‘La geografía nos une, somos vecinos. Nuestros pueblos nos hacen hermanos y el futuro nos convierte en inseparables’. De alguna forma tenemos que resolver los temas pendientes, no se los podemos dejar a las próximas generaciones y el tema principal es que Bolivia debe retornar al océano Pacífico con soberanía”, dijo Sacha Llorenti, coagente de Bolivia en La Haya, ignorando que la normalidad de una típica conferencia de prensa estaba por acabarse. 

Fue ahí, mientras una periodista trataba de indagar qué pasaría si Chile se negara a acatar la decisión de la corte de La Haya, que desde el fondo del salón de conferencias de la Central Obrera Departamental se escuchó una voz joven gritar: “Sacha, Chaparina no se olvida”. Pronto lo siguieron dos personas más, Tomás Candia, dirigente chiquitano y una mujer cantaron a coro: “Sacha Llorenti, asesino, Chaparina no se olvida”. 

Todo duró más o menos un minuto. Los tres manifestantes alzaban tan alto como podían sus letreros, mientras los dirigentes de la COD, afines al Gobierno, reaccionaban con retardo y solo atinaban a gritar exigiendo respeto, que había otras instancias para hacer su reclamo, justo en el momento en que el trío de protestantes ya coreaba “el Tipnis se respeta” y un grupo de personas se abalanzaba sobre ellos. Más efectiva fue la idea de una mujer joven y menuda, que comenzó a gritar “¡mar para Bolivia!” y generó un coro dirigencial que tapó la protesta y expulsó al trío de activistas de la sala. 

Cuando se trató de retomar la conferencia de prensa, las preguntas ya no eran sobre el mar, sino la represión de Chaparina, del intento de desmovilización de la octava marcha indígena que el 25 de septiembre de 2011 fue gasificada, golpeada, maniatada y trasladada en buses desde Chaparina hasta Rurrenabaque, cuando Llorenti era ministro de Gobierno. Él, en su momento, aseguró que se rompió la cadena de mando, justo antes de renunciar y partir hacia Nueva York para asumir el cargo de embajador de Bolivia ante la ONU. Ayer, sin embargo, no quiso responder sobre ese hecho, quería enfocarse en el mar. Cuando los periodistas insistieron, aseguró que si los activistas querían utilizar ese tema políticamente lo iban a hacer, que ya lo habían intentado antes. “Nosotros estamos cumpliendo el mandato del pueblo y buscamos la unidad”, dijo y se dio por terminada la conferencia de prensa, cuando los gritos de “¡mar para Bolivia!” también ahogaron las preguntas de los periodistas.

 

Pocos minutos después Llorenti dio su conferencia ante un grupo de estudiantes y dirigentes. Abajo de la COD lo esperaba Fernando Vargas, su esposa y un activista más que también querían increparlo. Él fue uno de los golpeados en Chaparina y quería encarar al exministro. Con grandes pancartas al frente del edificio de obreros de la calle Republiquetas, el beniano aseguraba que, al igual que ‘octubre negro’, Chaparina se encontraba en la impunidad. No lo dejaron avanzar hasta el salón un par de dirigentes: una mujer con uniforme de la Alcaldía cruceña y un joven respetuoso con polera de la Caja Nacional de Salud. Al final, el chofer de Llorenti metió la vagoneta al parqueo de la COD y el exministro de Gobierno salió refugiado de los gritos y las miradas por los vidrios negros.