En sus alegatos finales, el coagente boliviano Sacha Llorentti dijo que tenía propuestas creativas para los trasandinos. Los abogados del equipo nacional reafirmaron las bases jurídicas de la demanda boliviana

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26 de marzo de 2018, 22:42 PM
26 de marzo de 2018, 22:42 PM

Al final de los alegatos bolivianos ante la Corte Internacional de Justicia, el coagente boliviano, Sacha Llorenti, en la exposición más política de toda la jornada, le dijo a la delegación chilena que tiene propuestas listas para negociar una salida soberana al mar para Bolivia, con propuestas creativas en el espíritu de “ganar-ganar”. 

Eso sucedió casi al final de una jornada en la que los abogados bolivianos absolvieron las dudas sembradas por sus pares mapochinos y ridiculizaron los temores expresados por el abogado Harold Koh el viernes pasado.

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Al final, Eduardo Rodríguez Veltzé fue el encargado de realizar las peticiones finales a la Corte: Que reconozca que Chile tiene la obligación jurídica de negociar una salida soberana al mar para Bolivia, que la ha incumplido y que debe hacerlo de buena fe en un plazo razonable. 

Eso llevó a los chilenos a victimizarse en las escalinatas del Palacio de La Paz. Roberto Ampuero, canciller trasandino, dijo que un fallo positivo de la CIJ irrespetaría los derechos humanos de los chilenos que viven en los territorios que tendría que ceder su país a Bolivia, que eso trastocaría el Tratado de 1904, porque modificaría las fronteras y pasó a insultar directamente al presidente Evo Morales al decir que “Bolivia no debe seguir buscando el futuro en el espejo retrovisor. De ser así, entregará argumentos a políticos demagogos que se aferran al poder”. 

Por su parte, Evo Morales, les recordó que Bolivia nació con mar y que las cinco primeras constituciones chilenas la reconocían, que el tratado de paz y amistad de 1904 no garantiza ni paz ni amistad porque no garantiza un acceso soberano al mar para Bolivia. 

Pero todo comenzó tres horas antes. El iraní Payan Akhavan fue el encargado de comenzar a responder a los chilenos, que insistían en cuál fue el momento clave en que su país se ligó jurídicamente a negociar una salida al mar para Bolivia. Akhavan les dijo que no había un solo momento ‘mágico’, sino una sucesión de momentos que arrancaban con el acuerdo de 1895, seguían en reclamaciones de 1910, en propuestas de 1920, en reclamos antes la Liga de las Naciones de 1921, en las propuestas de 1923 y el memorando de 1926, en el acuerdo adjunto entre Chile y Perú de 1929, en las notas entre embajadores de 1950, en el memorando Trucco de 1961, en el Acuerdo de Charaña de 1975 y en las múltiples declaraciones de la OEA y, por último, la agenda de 13 puntos. 

Akhavan también negó que Bolivia se haya quedado callada tras el acuerdo de límites entre Perú y Chile, o que no haya protestado por los fracasos de Charaña, o que después del otro fracaso, el de 1987, no haya insistido más en negociar mar con soberanía. Primero recordó que la misma junta militar gobernaba Chile en 1975, cuando propusieron negociar una salida al mar, que en 1987 cuando dijeron que no había nada qué negociar. 

Antonio Remiro Brotóns, comenzó su turno en el estrado con una frase llena de intenciones: Ni Dios ni el Reino de España le dieron a Chile el dominio de la costa del Pacífico desde Punta Arenas hasta Arica. Fue la guerra. 

Recordó que esa misma guerra obligó a Bolivia a firmar el Tratado de 1904, que lo dejó sin salida al mar, que ha habido todo un linaje de jefes de Estado chilenos, democráticos y tiranos, que han estado dispuestos a remediar esta injusticia.

Luego recordó las palabras de Harold Koh, sobre que Chile solo escuchaba las aspiraciones bolivianas, en un claro ejercicio de la diplomacia, sin comprometerse a resolverlas. Remiro le dijo que “Bolivia no es un vecino pobre que acose sin cesar a su vecino rico, en base a sus caprichos”, pero si la respuesta es “estaríamos encantados a escucharla, no tengan expectativas, pero estaríamos encantados”.

Remiro Brotóns les recordó que en 1950 y 1975 quien tocó la puerta para negociar fue Chile, no Bolivia. “Bolivia no es el vecino pobre y caprichoso, Bolivia es un vecino querido y despojado”. 

Amy Sander repicó sobre las declaraciones de la OEA. Primero explicó que desde 1989 no hubo otra declaración del órgano multilateral primero porque ya había habido 11 –tres de ellas también firmadas por Chile- y que Bolivia podría reponerlo en el orden del día en el momento que así lo decidiera. Recordó que los presentantes bolivianos así lo hicieron todos los años hasta 2013, cuando presentó la demanda ante la Corte.

Además, recordó que en 1983 negoció con Bolivia palabra por palabra la declaración, lo que se adapta a la jurisprudencia de la CIJ del derecho a tránsito de un ferrocarril por Polonia y Lituania, que se comprometieron a negociar en un organismo internacional y la CIJ los obligó a honrar este compromiso.

Matías Forteau se encargó de desmontar otro de las bases del discurso chileno: que Bolivia se inventó la obligación de negociar de Chile en 2013, cuando presentó su demanda. Sobre la base a declaraciones de bolivianos en 1988, en 1992, 1999 muestra las veces que Bolivia, luego de que Chile asumiera como su posición que no había nada que negociar, le recordaba a su vecino su obligación a hacerlo.

También se refirió a la tesis chilena que después de 1987 ningún político boliviano reclamó acceso soberano al mar. Forteau viajó hasta las actas de la OEA en 2007 en la que Choquehuanca habla sobre los avances de la Agenda de 13 puntos y menciona una salida soberana al mar sin objeción de su par chileno. Forteau siguie la línea de negociaciones hasta 2010, cuando Chile, administrado por Piñera, vuelve a decir que no hay nada que negociar y Morales decide demandarlo ante La Haya en marzo de 2011. 

Luego volvió al estrado Alan Vaughan Lowe, el abogado inglés tan temido por Chile, el que introdujo la tesis de la obligación positiva de negociar al juicio, el que explicó que esta obligación no desaparecía al fracasar las negociones o al retirarse una de las partes, el que señaló que esa obligación se encontraba en punto 2.3 de la Carta de las Naciones Unidas. 

Esta vez, Lowe le recordó a la corte de qué se trataba el juicio. Les dijo que el desarrollo de Bolivia depende de la exportación de materias primas a países del Pacífico, que aunque mejorara la situación de los puertos chilenos, sin acceso soberano, Bolivia dependería de un único camino del que Chile dispondría de una verja, que Bolivia no se cierra a negociaciones con la mente abierta, que el Siglo XXI ofrece soluciones tecnológicas para poder entregar mar soberano para Bolivia. Luego remarcó lo vital de la demanda boliviana: “Un acceso soberano que no esté sometido al control de Chile”.

Lowe y Monique Chemillier fueron los que pasaron a la ofensiva. La francesa, autora de la tesis de que el tratado de 1904 tenía dos pilares: territorios para Chile y mar para Bolivia, volvió a ese tema y aseguró que “hoy chile parece satisfacerse con una paz injusta, basada en el Tratado de 1904, pero sin reconocer el resto del camino que se había trazado para lograr una verdadera reconciliación entre los dos pueblos”.

Luego citó a la doctrina para echar por tierra el precepto que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Citando a Reuter aseguró que la obligación de negociar se ve condicionada por el objeto de la negociación. En el caso de Bolivia y Chile, el objeto de la negociación quedó perfectamente definido tanto en 1950 como en 1975: resolver la aspiración de Bolivia de obtener acceso al mar con soberanía.

Así pidió a la Corte que aplique el mismo concepto de un fallo sobre el Mar del Norte, donde exigió a las partes establecer una negociación con sentido. En ese marco, le pidió que la negociación sea de buena fe y cómo la doctrina indica que el mejor fallo de un tribunal de derecho internacional conduce a las partes hacia un acuerdo.

Así llegó el juicio hasta Eduardo Rodríguez Veltzé. Antes de hacer los pedidos a la corte, el jurista boliviano les dijo a los chilenos que en el siglo actual hay muchas soluciones creativas y prácticas para este problema, que la causa boliviana no es hostil, que la vocación real de Bolivia es la paz y que está convencido que un destino común une a los dos países. 

La respuesta chilena fue la de siempre. Ampuero insiste en que no hay nada que negociar y que ni La Haya ni ningún otro tribunal en el mundo hará que Chile negocie un centímetro de territorio.