Opinión

2019: ¿el fin de los “años terribles”?

27 de diciembre de 2019, 3:00 AM
27 de diciembre de 2019, 3:00 AM

Annus horribilis se traduce del latín como año terrible. Es la expresión que usó la reina Isabel de Inglaterra para referirse a 1992, cuando tres de sus cuatro hijos se divorciaron en medio de escándalo público. El más notorio fue de la ya fallecida Lady Diana con el príncipe Carlos.

2019 también es un año terrible en lo económico para América Latina. Una recesión de 0,8% ensombrece la región, donde el caso más dramático es Venezuela que experimenta una caída de casi 40% del PIB. También Argentina (-2,7%), Ecuador (-0,1%) y Paraguay (0%) están en recesión.

Además, hay mayor convulsión social. El caso más emblemático ha sido Chile desde el 18 de octubre, donde la violencia adquirió matices no vistos por décadas en el país más desarrollado de la región. Como resultado de esto, el país vecino estaría entrando en una recesión desde este último trimestre.

Una característica común ha sido que el deterioro económico ha generado cambios políticos y sociales. Argentina retornó al populismo, Ecuador se retractó de las reformas económicas emprendidas y Chile está en medio de una crisis de gobernabilidad. Incluso Brasil pospuso algunas medidas por similar temor.

2019 marca un punto de quiebre importante, no solo en Latinoamérica, sino en el mundo, porque el descontento económico ha cambiado de rostro. Hoy los gobiernos contemplan con desconcierto cientos de manifestaciones sin una cabeza identificable y tratan de entender cuál es la raíz (y obviamente la solución) de este descontento.

Hace tres meses, el cientista social polaco Adam Przeworski publicó el libro “Crisis de la democracia”, donde analiza por qué varios países transitan al populismo, sin importar si es de derecha o izquierda, y la razón del descontento de las sociedades con la democracia.

Ya no hay confianza en los partidos, los vendedores de soluciones fáciles (o populistas) surgen por todas partes y la población desconfía de la democracia. Entre las explicaciones están la desaceleración generalizada del crecimiento y el alto grado de polarización, al cual yo añadiría la conflictividad por altas expectativas junto a la desigualdad de oportunidades.

También nuestro país tuvo convulsión social. En contramano de lo que sucede en el mundo, Bolivia quiere más democracia. La “revolución de las pititas” fue un clamor por mayor participación ciudadana. Es cierto que implicó una pérdida de $us1.000 millones y significaría el crecimiento más bajo del país desde inicios de siglo (en torno a 2%).

Sin embargo, es el precio de una transición necesaria para la libertad de expresión, de elección y de emprender. Cabe añadir que Bolivia no es inmune al deterioro económico latinoamericano. El crecimiento del PIB al primer semestre fue un magro 3,1% debido a la caída de 20% en la producción y exportación de hidrocarburos, en especial a Argentina y Brasil.

Sin embargo, la desaceleración boliviana no es reciente, sino que comenzó en 2015, al final del auge latinoamericano. Es cierto que no sentimos inmediatamente la caída como en otros países, aunque eso fue porque el Estado impulsó la inversión pública.

Pero sin poder aumentar los ingresos externos, este camino es insostenible porque implica creciente endeudamiento público. Es simplemente postergar la necesidad de un rebalanceo macroeconómico, que requiere más ingresos y menos gastos.

Por tanto, en nuestro caso, la duda es si 2019 marca el fin de los años terribles o insostenibles de crecimiento impulsado por la demanda mediante endeudamiento público que, aunque bien intencionado, no es sostenible por la administración arbitraria de los emprendimientos estatales como por la ausencia de criterios técnicos de inversión pública.

Para que sea el fin, es necesario que el gobierno de transición y el que sea elegido, emprendan reformas estructurales y estratégicas (sin generar malestar). El primero porque en sus manos está 2020 y el segundo porque sus políticas determinarán el curso económico desde 2021.

Confiemos que 2020 sea un año distinto.



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