Opinión

Reflexiones sobre el gas natural en Bolivia II

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18 de diciembre de 2019, 3:00 AM
18 de diciembre de 2019, 3:00 AM

Carlos Dellius

La mesa servida que administró Evo Morales ha sido agotada, no hay más comestibles en la despensa y, como se descuidó el huerto familiar, hay que ajustar la dieta. Si no comprendemos esta situación y actuamos urgentemente, nuestro problema irá empeorando. En un artículo anterior vimos que abrir mercados para nuestro gas no es sencillo, toma tiempo, conocimiento y alianzas en los mercados.

Veamos dónde estamos en el contexto mundial. Tras la primera exportación a Brasil (1999), un evento cambió el panorama mundial de la energía: la irrupción de la explotación de hidrocarburos no convencionales en EEUU que, junto con la tecnología desarrollada para este fin, generaron abundancia energética en su territorio y cerca al mercado, algo sin parangón desde la II Guerra Mundial.

Al incrementar su capacidad de producción de petróleo y de gas natural, EEUU detuvo el alza de los precios impulsados por el crecimiento económico asiático y dio fin a la errónea percepción de una inminente crisis de oferta. La tesis del pico del petróleo junto a la inestabilidad política y guerras de los miembros de OPEP ya no impulsan las crisis de precios. El cambio climático parece ser la mayor amenaza a los combustibles fósiles. El nuevo paradigma es ¿cuánto podemos quemar sin destruir al planeta?

El gas natural es el combustible fósil de la transición (causa menos impacto que el carbón o el petróleo). Es sensato tener estos factores en cuenta. Bolivia, pese a su irrelevancia en términos energéticos globales, no está aislada de lo que pasa en el resto del mundo. Además, como resultado de la revolución de los no convencionales en EEUU, se ha reconfigurado la política internacional con profundos cambios geopolíticos. Los súper precios que valorizaron un barril de petróleo a más de $us 145 en 2008 no parecen poder repetirse en el corto plazo.

También hay cambios en nuestros dos mercados de gas natural. En Brasil la la expansión de la producción de petróleo ha sido constante, pese a los problemas de gobernanza de Petrobras. El desarrollo de los campos costa afuera, la construcción de infraestructura de importación de gas natural licuado (GNL) y las políticas de la ANP bajaron la dependencia de las importaciones desde Bolivia.

El Estado boliviano descuidó a este valioso cliente: El contrato no fue renovado a tiempo. La nacionalización de hidrocarburos fue un acto de inseguridad jurídica que generó desconfianza. La estatización de las refinerías, propiedad de Petrobras, no ayudó a la percepción de mal trato que aún recuerdan nuestros clientes estratégicos. El pago por los líquidos en la corriente de gas, realizado vía acuerdo político con intervención de Lula da Silva, y otros factores terminaron devaluando la opción boliviana. Es lógico pensar que una empresa bien dirigida y un Estado precavido se esforzaron diversificar sus fuentes de abastecimiento.

En el caso argentino, el congelamiento de precios y las políticas energéticas de las administraciones de los Kirchner ahuyentaron las inversiones con la consecuente caída en la producción y las reservas, hecho que volvió a abrir este mercado a Bolivia. El 2003, Kirchner enfrentaba los primeros cortes de electricidad en el país y, ante la caída de la producción, tuvo que disponer una disminución del aprovisionamiento argentino hacia Chile, provocando que Chile opte por el GNL importado desde otras regiones.

Mucho fue lo que sucedió en el periodo 2003-2006: el fracaso del proyecto boliviano de exportación de GNL vía Chile (guerra del gas), el golpe contra Sánchez de Lozada, el referéndum del gas, la nacionalización de los hidrocarburos. Después de la nacionalización, en Bolivia se firmó un acuerdo marco para la venta de gas natural en junio de 2006, el 19 de octubre de ese año se firma el GSA entre YPFB y ENARSA. Este contrato no tuvo los estudios de reservas y producción que se hicieron para el GSA a Brasil; los productores, que fueron forzados a cambiar sus contratos, tuvieron un rol menor. No habían bases ciertas para las reservas, las decisiones fueron tomadas asumiendo que el país nadaba en gas natural (más de 25 TCF). 

En el lado argentino, el desajuste del precio pagado al productor argentino versus el precio pagado al gas importado desde Bolivia, ha sido un factor negativo en la ejecución de este segundo GSA con este país. También aportaron al malestar el incumplimiento de volúmenes, capacidades de transporte y la marcada estacionalidad de la demanda argentina, amén de la ejecución de garantías por parte de Bolivia.

Con estos incidentes, Bolivia perdió su cualidad de exportador confiable, la misma que había sido construida en más de 40 años de trabajo serio y profesional; la gestión precaria de estos años comprometieron la seriedad del sector hidrocarburífero boliviano.

Argentina se vio obligada a ser importador de GNL, que se sumaba al gas importado desde Bolivia, generando un enorme déficit por las subvenciones energéticas. Una revisión de estas políticas, con un sinceramiento de precios, abrió las puertas para replicar el éxito americano en el desarrollo de no convencionales. Macri generó condiciones para impulsar el desarrollo de Vaca Muerta.

Hoy día, Argentina está abocado en desarrollar el gran potencial de Vaca Muerta con empresas de clase mundial; las dimensiones son tales que una modesta realización de las mismas suponen una disminución de la dependencia argentina del gas boliviano. 

Si además consideramos que Vaca Muerta tiene potencial petrolífero, es lógico prever que se puede dar una sobreoferta de gas natural con los costos pagados por la producción de petróleo. Esta situación puede ser un cambio de paradigma para nuestros vecinos del sur, ya que está en sus manos pasar a ser exportadores de petróleo y gas natural. Estos factores traen incertidumbre a las exportaciones bolivianas de gas natural hacia Argentina. Si además se toma en cuenta la situación de reservas certificadas del país, el panorama es complejo.

Además de los factores descritos, en el mercado brasileño se tiene una política de Estado diseñada para que el coloso sudamericano tenga un mercado de gas natural competitivo y moderno, sin monopolios ni posiciones dominantes. Este objetivo supone un retroceso para Bolivia ya que pasaríamos de un cómodo socio dominador del mercado, como es aún Petrobras, a las inseguridades de un mercado cuyo fin es bajar el costo del gas para la industria.

¿Cuál será el rol de Bolivia de cara a esta realidad? Es más que preocupante ver que no tengamos clara la complejidad y dimensión de nuestro problema. Es difícil no angustiarme con las señales que se reconocen.

La fuerza de la propaganda y el tratamiento poco profesional que se ha dado a este tema en los últimos años han nublado nuestra realidad. Hay que separar la paja del trigo, no podemos repetir estribillos y consignas o mostrar gráficos con infinitas series crecientes. 

Debemos hacernos las preguntas pertinentes que nos ubiquen en la realidad y a partir de ahí encontrar las soluciones. ¿Conocemos y consideramos en nuestros planes la complejidad de la situación que enfrentamos? ¿Tenemos claro que la industrialización o exportación de energía eléctrica son opciones viables? ¿Tenemos algún grado de certeza de que alguno de los tantos memorándum de entendimiento firmados para el mercado brasileño son viables?

¿Hemos dado las consideraciones necesarias a la ficción de las ventajas que supone vender directo en Brasil a privados sobre el GSA que caducó? ¿Cuáles son los riesgos comerciales? ¿Disponibilidad de divisas? ¿Riesgos de contratos de corto plazo entre privados? ¿Indexaciones inciertas de precio? ¡Todo esto en contraste con el confort y la certeza del GSA que terminó! No es malo ser optimistas, pero también hay que ser responsables!

¿Cuál es el costo de cumplir con el cierre del GSA Brasil, volumen pagado no entregado? ¿Cómo se reconstruye una relación de interdependencia con Petrobras? ¿Es prudente seguir considerando alternativas a la exportación de gas natural, tal como fue responsablemente estructurado a lo largo de 40 años? ¿Son deseables opciones como: gas natural a Paraguay, LNG a la India, vía Ilo Perú, gas natural para Moquegua Perú (161.000 habitantes) y otras bellacadas que dan vergüenza ajena?

No es el único problema sectorial. Planteo un trabajo serio en el futuro inmediato sobre: las reservas, el contexto para futuras inversiones, el rol de los biocombustibles, las malas prácticas de la industria, la excesiva burocratización del sector, la inviabilidad fiscal, el costo de malas inversiones, la subvención del precio interno del gas natural, etc. Para ello convoco a todos los que tienen vela en este entierro a ser propositivos y ante todo serios.

Hay que pensar, dejando el confort de nuestros prejuicios, para contribuir generosamente a la solución de este problema nacional. Puedo estar errado y angustiado sin sentido; si así es, planteo la última pregunta. ¿Será que alguien ya tiene la receta de la salvación y lo único que tenemos que hacer es convencerlo que la comparta? Tremendo desafío que tienen las autoridades de nuestro sector, colaboremos en la medida de nuestras posibilidades.

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