Opinión

cara a cara

14 de diciembre de 2019, 3:00 AM
14 de diciembre de 2019, 3:00 AM

El tratado internacional sobre asilo y refugio político señala con claridad las reglas para quienes se acogen a este tipo de beneficios. 

Por ejemplo: “No se permitirá a los emigrados políticos establecer juntas o comités constituidos con el propósito de promover o fomentar perturbaciones del orden en cualquiera de los Estados contratantes (el que recibe y aquel del que sale la persona)”. 

También que “los internados políticos darán aviso al Gobierno del Estado en que se encuentren cuando resuelvan salir del territorio. 

La salida les será permitida bajo la condición de que no se dirigirán al país de su procedencia”. 

Eso es lo que debe cumplirse en el caso de Evo Morales y sus acompañantes y el que debe hacerlo cumplir es el Gobierno de Argentina que, por cierto, ya habló del tema con EEUU, Cuba y otros países. 

Bolivia debe demandar que así sea, usando todos los mecanismos diplomáticos a su alcance.

Un artículo sobre las mentiras más grandes de 2018, publicado en The Washington Post, me hizo pensar en cuán extensa sería una nota que titulara lo mismo en Bolivia. 

Podría registrarse la declaración de García Linera cuando aseguraba que se dedicaría a la docencia en vez de ser candidato; la de Evo Morales que sigue insistiendo en que ganó con más del 10% a pesar de las evidencias del fraude; o la de Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho que aseguraban que no serían candidatos a la Presidencia y después se postularon. 

Y así hay muchas más. En estos tiempos hay que aprender a leer los discursos con un filtro cada vez más grande, para evitar desengaños de la gente de buena fe que cree que todos cumplen su palabra.

Tags