El escritor y traductor polaco Tomaz Pindel hace un perfil de la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2018. Es autora de casi una veintena de libros, pero apenas tres libros en español

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14 de diciembre de 2019, 3:00 AM
14 de diciembre de 2019, 3:00 AM

Tomasz Pindel - Confabulario/eluniversal

El Premio Nobel de Literatura para Olga Tokarczuk es, desde punto de vista polaco, una sorpresa, pero –valga la paradoja– una sorpresa esperada. En Polonia teníamos la conciencia de que no solo es una autora muy leída, apreciada y querida por muchos lectores, pero también que es simplemente una gran escritora con una creciente presencia en el mundo.

Tokarczuk (1962) pertenece a la generación de escritores que aparecieron en los años 90 y no es solo un detalle biográfico. Hay que tener en cuenta que en 1989 en Polonia ocurrió un gran cambio del sistema político: el país sale de la época del “socialismo real” y la dependencia de la Unión Soviética, empiezan la democracia y el capitalismo, y la cultura da un vuelco enorme. El viejo establishment literario cae en el olvido, pero los nuevos autores casi no le interesan a nadie. El público lector compra masivamente y devora la literatura popular anglosajona, todos estos thrillers, novelas negras, novelas de terror y fantasía hasta el momento prohibidas por ser ‘imperialistas’ Los autores jóvenes publican en editoriales minúsculas e independientes, léase: sin distribución ni promoción.

Pero Tokarczuk capta la atención de los lectores casi desde el principio. En 1993 debuta con Los hombres del libro, una novela de corte aventurero, pero llena de una sensibilidad muy novedosa; dos años más tarde publica E.E., una historia sicológica; y en 1996 llega Un lugar llamado Antaño, su primer gran éxito: en los tiempos cuando los autores nacionales prácticamente no vendían, Tokarczuk produce un bestseller, elogiado al unísono por todos los críticos.

Un lugar llamado Antaño es una versión polaca del realismo mágico. Este sabor a lo latinoamericano no es casual. Tokarczuk se formó como lectora en la década de los 70 y es justamente cuando a Polonia llega el fenómeno del boom latinoamericano. En la obra de muchísimos autores de ésta generación encontraremos fácilmente las huellas de grandes maestros hispanoamericanos. En caso de Olga son sobre todo García Márquez y Julio Cortázar, cuyo patronato literario se ve bastante en varios cuentos de la autora.

La novela tuvo un enorme éxito en el país –más que merecido, pues se trata de una obra perfecta–, pero también muy pronto empezaron a aparecer las traducciones. Ello tampoco debe sorprendernos, ya que se trata justamente del tipo de literatura que viaja muy bien: habla de la realidad y las experiencias polacas, pero de tal forma que un lector cualquiera lo entiende y aprovecha. Desde este momento Tokarczuk se vuelve uno de los autores contemporáneos polacos más traducidos y publicados en el extranjero. En este sentido la superan solo Stanislaw Lem o Ryszard Kapuscinski.

Pero hay unos temas que siempre vuelven, a los que la autora ha sido fiel desde principio y que tiene que ver con su personalidad y sus convicciones. Siempre aparecen mujeres y la perspectiva femenina –algo no muy extendido en la cultura polaca del siglo XX, muy dominada por los hombres–; el tema de la naturaleza, la relación de los humanos con los animales, la sensibilidad hacia otras formas de vida; una espiritualidad, pero muy lejana del catolicismo típico; y una mirada que pone en duda y cuestiona algunas convicciones y puntos de vista muy extendidos: es una autora que incomoda, de una forma muy sútil, hace ver las cosas desde otro ángulo, hace dudar.

El año 2014 trajo consigo la novela más grande de Tokarczuk –por lo menos en extensión, ya que cuenta mil páginas–: Libros de Jacobo. Fue un gran logro literario que le trajo a Tokarczuk el premio Nike, el más prestigioso de Polonia, pero también la puso en el mapa de los crecientes conflictos políticos.

En Polonia nos preciamos de ser un país que aún siendo una potencia no tenía colonias, no conquistaba a otras naciones y era muy tolerante. 

Tokarczuk, al recibir el premio, comentó que la historia del país tiene también sus partes oscuras, que lo que hacía la nobleza polaca con los campesinos del este del país no se diferenciaba mucho de la esclavitud –en fin, era una invitación a repensar ciertos dogmas nacionales. 

La reacción de la derecha nacionalista fue feroz. No me atrevo a citar las palabras que algunos pronunciaron, y Tokarczuk de repente se volvió la enemiga pública de este bando político, actualmente en el poder. Así que no es casualidad que las palabras de felicitación del actual ministro de cultura por el veredicto de la Academía Sueca, las haya pronunciado muy a su pesar.

Tokarczuk claramente se inscribe en este conflicto ideológico que hay en estos momentos en Polonia y, claro, no solo allí. Pero el suyo no se trata de un activismo típico; sólo muy raras veces Tokarczuk hace declaraciones directas, ya que prefiere hablar a través de sus libros. En repetidas ocasiones ha insistido la autora que la literatura es la lengua más universal y profunda de la que disponemos.

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