Opinión

Tiempos cívicos y tiempos políticos

8 de diciembre de 2019, 5:05 AM
8 de diciembre de 2019, 5:05 AM

Parece que el excepcional momento vivido por el país en los “21 días de pititas” en calles y caminos fue eso, excepcional, por su espontaneidad, por la extraordinaria adhesión popular, por los liderazgos que se generaron; por lo que significó y significará en el futuro, pero (siempre hay un pero), parece que fue solo eso, un momento excepcional que, de ser bien asimilado, como lo está siendo en la mayoría de los casos, será piedra de toque, será punto de partida, pero no de llegada.

Me explico: los 21 días dejan claramente marcados en la memoria del país dos nombres propios: Camacho y Pumari (los apellidos se convirtieron en nombres) o al revés… Pumari o Camacho, según lo diga quien tenga más o mayor afinidad… “el orden de los factores no altera el producto”, dijo Pumari hace días… y en realidad lo que debiéramos pensar es que, a lo mejor, ambos factores no necesariamente deben formar parte del mismo “producto”.

¿Tienen concidencias? Es obvio que las tuvieron, ambos quieren democracia y un mejor país y no quieren el retorno a los tiempos de Morales. Evidentemente tienen un origen común aunque no igual: es correcto considerar que cada movimiento cívico tienen sus particularidades y es un error creer que son lo mismo, consecuentemente entendamos que, si bien es cierto que ambos vienen de lo cívico, no parten con las mismas motivaciones: Pumari llevaba tiempo peleando sus reivindicaciones regionales, lideraba un paro indefinido de varias semanas y Camacho centraba lo suyo en las elecciones nacionales y la defensa del 21-F; el elemento que los unió fue la burla al país con el fraude electoral: en ese momento ambos se encontraron en el mismo camino y es correcto decir que el momento cívico (de civismo) los unió y sus nombres llegaron a ser uno solo y así comenzó la confusión.

En efecto, creer que los tiempos cívicos, donde todos teníamos un objetivo común, son iguales a los tiempos políticos, donde los intereses de clase, de grupos, de regiones y los propios o personales, es un error. Creer que las coincidencias coyunturales se mantendrían más allá de la defensa de la democracia y en la idea de un país abstracto, sin dibujo establecido o definido fue un intento que no prosperó y que, probablemente no prospere porque no era ese el objetivo: la candidatura conjunta sonó en las calles a partir de un hecho de momento, pero convengamos que las pititas no se unieron para hacer proyecto político sino para atar (y rescatar) fuertemente la democracia y despachar un modelo político que duró 13 años y 9 meses.

Camacho-Pumari o Pumari Camacho (depende del lugar donde se lo diga) salió como un grito de momento que trató de ser impuesto en la calle sin pensar siquiera qué era lo que querían los protagonistas más allá del momento; qué visión de país tienen en conjunto o si la tienen, porque tener voluntades cívicas confluyentes no define que tengan objetivos políticos en el mismo sentido y eso marca el hecho de que ninguno de los 2, al menos hasta que se escribe este análisis, ceda en sus aspiraciones.

Y no creo que sea cuestión de egos (aunque pueda haberlo), es cuestión de mirada de país; en Bolivia, un país presidencialista, el primer mandatario impone y su acompañante secunda, acompaña y eso lo tienen claro y no lo aceptan los potosinos que pretendían una “línea política nueva” y no aceptan la impuesta por Camacho, quien se ha aliado con partidos marginales o tradicionales (MNR parece ser el principal problema) que responden a una manera “tradicional” de ver el país.

Ambos coinciden en lo del “bloque único”, sabiendo que el mismo no va a ser posible pero el día de mañana lo pueden convertir en una especie de pedido de “voto útil”, de manera que ese no es el problema sino que el verdadero problema puede ser el unir lo que no se puede unir porque las visiones de país, sus ideas, son contrapuestas y eso se lo nota, sobre todo escuchando a Pumari que es mucho más ideologizado de Camacho que parece ser un liberal pragmático. Se puede hacer un frente para ganar? Claro que se puede, pero, a los efectos de lo que necesita el país, debiéramos preguntarnos si es bueno tener un Gobierno donde ambos mandatarios llegan con la misma espectativa de sus propias bases de lanzamiento.

Los 5 años que se vienen no van a ser fáciles, la tradición gubernamental dice que los gobiernos de “dupla fuerte” (presidente y vicepresidente) no han dado resultado, cada uno de ellos se afana para mantenerse vigente al margen del objetivo común; es la naturaleza de los “machos alfa” y ambos lo son.

A lo mejor, debieran pensarlo bien, al fin de cuentas, el momento cívico no necesariamente debe parir un resultado político.


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