Opinión

Inclusión social

6 de diciembre de 2019, 3:00 AM
6 de diciembre de 2019, 3:00 AM

Texto: Maggie Jáuregui O. | Psicoanalista

Cuando decimos inclusión social, puede haber una tendencia a idealizar un mundo de integración, donde se cree que todos somos y pensamos igual. El ideal de que los lazos sociales lleven a la humanidad a un sentimiento común de integración, es un paradigma que ha llevado a suponer la asimilación y adaptación de todos a ciertos parámetros, haciendo un Uno universal.

Recientemente, una gran mayoría de la población boliviana, no todos, nos hemos unido en la protesta defendiendo nuestra participación en las urnas, y si bien se impuso “la resistencia con pititas” no ha sido la única forma de manifestación del malestar. Cada región, con su particularidad, hizo resistencia a las imposiciones de un gobierno que no escuchaba las demandas, sin universalizar un estilo, cada uno a su modo. Ejemplos, los motoqueros en Cochabamba o la manifestación minera en Potosí. Pero también están los que se oponen a la protesta, lo divergente y contrario, objeto de nuestras más fuertes pasiones.  

Por tanto, la inclusión social está fundada en el postulado de la diversidad, es incorporar lo diferente, incluso lo más extraño y divergente.  Hemos transcurrido casi 14 años viviendo una modalidad de gobierno que ha buscado perpetuar un estado de homogeneidad en el pensamiento y en la acción, sosteniendo una política de exclusión y eliminación del pensamiento opositor.   

El desafío democrático es la inclusión de lo divergente ¿seremos capaces de alojar esas discordancias? Esto nos orienta al cuestionamiento más singular, la capacidad de interrogarnos por lo más rechazado y extraño en nosotros mismos, que puede posibilitar saber hacer y convivir con lo discordante, lo que no calza siempre a medida en el entramado social. Las próximas elecciones son un primer reto.

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