Opinión

La Bolivia que quiero, comienza por mí

24 de noviembre de 2019, 4:02 AM
24 de noviembre de 2019, 4:02 AM

“¿Cómo podemos explicar lo que ha pasado en Bolivia?”. La pregunta llegaba desde un canal de televisión en Miami. Y se ha repetido en otros medios del exterior que, durante este último mes, han tratado de traducir la realidad boliviana. Es una pregunta básica. Reclama una respuesta compleja.

¿Cómo contar la transformación humana y social vivida durante los días de paro? ¿Cómo transmitir el valor de la unidad, el sentido de la olla común o el orgullo de cantar, al unísono con todo el país, el himno nacional? ¡Ni hablar de explicarles la fortaleza que nos inundaba con la oración colectiva!

La Bolivia de hoy es diferente. Al grito de democracia y libertad han aflorado valores olvidados. Desde la incomodidad de la calle ha despertado la esencia de un pueblo cruceño que permanecía oculta tras la opulencia de una ciudad que avanza agigantadamente hacia la modernidad. Las viejas costumbres se impusieron. Los tocos al borde de la vereda auguraban interminables charlas vecinales capaces de solucionar todos los problemas del país.

Estos 21 días han servido para conocer una Bolivia diferente. El “espíritu de las pititas” ha propiciado un encuentro permanente en la esperanza de un futuro mejor, ha alimentado la verdadera convivencia, sin exclusiones, sin sesgos. La olla común, sazonada por el cariño de la solidaridad, alcanzó para todos. El abrazo de Luis Fernando Camacho y Zenobia Quispe, dirigente de Apdecoca, resumió en sentimiento de un país. Es hora de la reconciliación.

Bolivia arrastra heridas que no han cicatrizado. Han aguardado silenciosas, temerosas, reprimidas. En ocasiones, las divergencias estallaban cargadas de rencores y dejan un doloroso recuerdo histórico teñido de sangre. Montero, Cochabamba, Potosí, Sacaba, Senkata… son recientes. Hoy, más que nunca, el “espíritu de las pititas” debe imponerse y convocar a toda Bolivia para la reconciliación.

¿Toda Bolivia? ¿Cómo?, comenzando por mí.

La consistencia de una soga reside en la compenetración de miles de fibras de cáñamo o esparto, insignificantes y frágiles mientras se encuentran separadas, pero firmes y robustas cuando se unen. La Bolivia que queremos tiene la misma esencia. Cada ciudadano anida el sueño propio de su Bolivia, pero juntos, unidos todos, forjamos la esencia verdadera de la Bolivia que queremos. Integración, respeto, hermandad, son rasgos de esta Bolivia que se incubó entre rotondas y pititas.

La Bolivia que quiero se sostiene en la entrega y compromiso de cada uno de los bolivianos. Al igual que las fibras reafirman la firmeza de una soga, la hermandad de los bolivianos cimienta el futuro de nuestro país en los valores reencontrados durante los 21 días del paro ciudadano, es la Bolivia de las personas, del diálogo, del encuentro. Es la Bolivia que convoca a las personas a recuperar la vivencia de valores en vecindad.

La Bolivia que quiero, comienza por mí.



Tags