Es una leyenda del cine universal. Hija del gran Charles Chaplin, Geraldine llegó a Bolivia a filmar la nueva película del boliviano Juan Pablo Richter, 98 segundos sin sombra, basada en un libro de la escritora Giovanna Rivero

23 de noviembre de 2019, 3:00 AM
23 de noviembre de 2019, 3:00 AM

Las figuras de Geraldine Chaplin y Patricio Castilla, su marido desde hace casi 30 años, se dibujan detrás de los vidrios del restaurante del Hotel Los Tajibos. El encuentro en el lobby fue casi sin preámbulos.

La galardonada actriz había terminado de rodar durante tres días el filme 98 segundos sin sombra, de Juan Pablo Richter. 

Era jueves y la calurosa tarde nos convocaba a una entrevista de casi una hora entre sonidos de cigarras, silbidos de tojos y la apacible mirada de una pava real empollando al menos cinco enormes huevos a pocos metros.

La hija del legendario Charles Chaplin, dispuesta al diálogo, observaba cada detalle a su alrededor.

¿Cómo la ha tratado Bolivia en estos días?
Maravillosamente, de verdad.

¿Qué le impactó del guion y por qué decidió aceptar el papel de Clara Luz?
Leí el guion y me enamoré totalmente, porque es el tipo de películas que me gustaría ver, que me gusta ver. Lo leí y me dije, lo quiero hacer, quiero estar dentro de esta película.


Supe que se llevó bien con la actriz que personifica a Genoveva, cuénteme por favor.
Irán (Zeitun) es impresionante, yo creo que es todo un descubrimiento esa chica, es increíble. Siempre es bueno tener buenas relaciones con los actores, pero había una cosa, química de verdad, creo que funcionó. Ayer, me morí (fue su último día de rodaje) y ella estaba tan emocionada, pufff, qué buena es, es buenísima.

¿Hubo algunas sugerencias en el guion de parte suya?
No… está perfecto, no lo conocía a Juan Pablo (Richter), no había visto su primera película (El río), leí el guion y dije, quiero estar dentro de esta película y si no estoy dentro, quiero verla de todas formas.

Hay directores que les gusta más trabajar con los que tienen un guion cerrado o los que no tienen guion siquiera, o con los que puede discutir el guion. ¿Con cuál se siente más cómoda usted?
Ser actor es también ser arcilla, es ser camaleónica, es ser adaptable, yo me adapto a cualquier tipo de dirección, que sea rígido, que sea más en colaboración, etc, es parte del trabajo adaptarse.

No quiero ser nunca un incordio para el director, quiero ser esta arcilla perfecta que él puede moldear el personaje.

Usted conocía Bolivia en los años 60…. (interrumpe)
Espera, yo conocía el cine de Jorge Sanjinés a partir de Sangre de cóndor y era admiradora del cine de él y nunca pensé en trabajar en una película con él. Pero él tenía una película (Para recibir el canto de los pájaros) y vino a mí y me pidió el papel de una mujer de un chamán. La rodamos (1993), pero nunca he visto la película. Me gustaría verla en un cine.

Y ahora en 2019 vuelve a Bolivia ¿Cómo vio el cambio del país a través del tiempo?
Es que con Jorge (Sanjinés) trabajamos a 5.000 metros de altura, en Sorata, o sea una Bolivia distinta que esta selva (y mira a su alrededor), distinta, al cambio lo veo geográficamente.

El trabajo en cine tiene muchas etapas, desde el guion, donde nace la historia, hasta el corte final, correcciones de color y sonido, etc. ¿Cuáles son las etapas que más le gustan y las que menos le gustan?
A mí me gusta mucho la preparación, aunque me gusta y me angustia, porque siempre pienso que no voy a ser capaz de hacerlo. 

Me ofrecen esta película, tan bella, y me da nervios, palpitaciones, y yo dudo de ser capaz, porque es tan bonito lo que me ofrecen, esta parte me gusta y me disgusta. El rodaje evidentemente me gusta y me encanta la etapa, pero no la he vivido nunca, del montaje, pienso que debe ser preciosa.

Trabajó con grandes directores, Robert Altman, Richard Lester, Carlos Saura, Pedro Almodóvar, Martin Scorsese, entre otros. ¿Con quién le gustaría trabajar hoy?
Hay muchos, pero son casi todos de América Latina. El cine que me gusta ahora es el cine de aquí. Me gustaría mucho trabajar, y creo que lo voy a hacer, con Lisandro Alonso, el argentino (La libertad, Los muertos, Fantasma, Liverpool, Jauja)

Me gusta mucho el trabajo de Rubén Mendoza (La sociedad del semáforo) y de Julio Hernández Cordón (Te prometo anarquía), son todos de gran cine. Todo se hace en este continente, por lo menos es el cine que a mí me gusta.

En las entrevistas usted dice que Charles Chaplin fue un padre presente, ¿cómo era entonces la relación de joven?
Sí. Charlot es mi héroe, Chaplin es mi papá.

No se habló con él desde los 14 hasta los 21, ¿qué pasó?
Yo qué sé, se enfadó conmigo. Pienso que es una cosa muy natural. También he tenido hijos que a una cierta edad son insoportables. Yo pienso que debí ser insoportable a partir de los 14 años. 

Entonces mi padre se negó a hablarme, ni a criticarme ni a nada, se acabó. Habiendo después vivido la experiencia, lo entiendo. No he dejado de dialogar con mis hijos, pero sí que hay una edad que es insoportable.

Usted era una joven dura también...
Sí, pienso que para él fue durísimo también.

¿Recuerda, por ejemplo, cuándo lloraron juntos por última vez?
Nunca hemos llorado juntos. Viendo sus películas, él se emocionaba mucho y esperaba la emoción de los espectadores, que éramos nosotros, su familia. 

No era que lloraba con nosotros, pero era una especie de (ver) ah, están reaccionando y está bien. Y para mí era un poco como llorar juntos, pero nunca eso de llorar juntos, no.

¿Qué cosas le hacían reír más de su padre?
Mi madre me hacía reír más que mi padre. Mi madre tenía un sentido del humor increíble. Mi padre era un genio del humor, pero lo conseguía a través de un trabajo durísimo y casi obsesionado. 

Pienso que los grandes humoristas o los grandes trabajadores del humor no son siempre graciosos, o sea, no hacen de payaso en la vida real, sino que son serios en un trabajo que es durísimo. El humor es la cosa más difícil del mundo. 

El humor en el cine, en la literatura, etc. es difícil. Mi padre no tenía la musa que venía y de repente se inventaba cosas así, fáciles y se caía o se resbalaba en una cáscara de plátano, no, todo era a base de trabajo, trabajo y trabajo.

Y eso se lo transmitió también a usted (ha trabajado en más de 150 películas)
No sé si lo transmitió, pero era un buen ejemplo, la disciplina, el trabajo, es tan importante en todo, peor en el cine, el trabajo es fundamental.

¿En qué cree Geraldine?, ¿en el destino, en el trabajo, en el talento?
Hay mucha gente que tiene talento. Yo creo más bien en la suerte. Yo he tenido una suerte increíble de haber nacido con el apellido que tengo, y sobre todo nacer teniendo como padre a este hombre que no solo era tan gracioso, tan conocido, sino también tan amado por todo el mundo.

Eso es una bendición, que adoren al padre de uno. Luego he tenido la suerte de empezar cuando empecé, de estar en el momento justo y en el lugar preciso. Y además he trabajado con directores de cine tan buenos y además muchos en forma repetida.

¿Alguna vez dijo que se siente extranjera en todos lados, se sigue sintiendo de esa manera?
Más que extranjera, adaptable. Sobre todo en los sitios donde hay un poco de calor, o sea el frío climático no me gusta. En los países fríos me encuentro muy extranjera y muy enfadada.

Sostiene que los viejos no siempre son sabios. Y pone sus esperanzas en la juventud. ¿Hasta qué punto sirve la experiencia?
Primero, no me acuerdo de nada, la experiencia la debo tener, pero no me acuerdo, entonces no me sirvió de nada. Para mí los viejos, y me incluyo, me parece que no sirven de mucho. Yo creo mucho en la juventud. 

Yo creo que nosotros y nuestros padres han destrozado el planeta y nos han dejado un mundo repelente, y no sé si están ellos a tiempo de arreglarlo o no. Pero yo no creo mucho en la sabiduría de los viejos. Mi hija sí, ella está muy metida en el mundo de los indígenas, de los Elders, que llama ella.

Cuándo uno es joven piensa dejar un mundo mejor para nuestros hijos y cuando se hace más grande piensa dejar mejores hijos para el mundo, ¿cómo lo ve usted?
El mundo va cambiando, no sé si para mejor o para peor, pero pienso que siempre vamos un paso atrás. Antes pensaba que el cine podía cambiar el mundo… (hace una pausa y se sonríe) igual todavía lo pienso, pero no me atrevo a decirlo.

El cine puede enseñar mucho, pero cambiar el mundo…. si puedes cambiar la opinión de una sola persona, ya es válido. Hay dos tipos de cine, el cine predigerido, el que llena las butacas el primer fin de semana.

A mí me gusta el cine que te hace pensar, que pone interrogaciones, que no te reafirman cosas, sino el cine donde tú te preguntas cosas. Por ejemplo, en esta película de Juan Pablo (Richter) me parece que debe ser buena, pero al leer el guion me he preguntado muchas cosas, es muy misteriosa, muy extraña. Dónde se acaban las fronteras de lo que es real, de lo imaginario, en una jovencita. Son unas interrogaciones muy fuertes.




En cada respuesta, la actriz demuestra que lleva el cine en la piel. Ha participado en más de 150 películas. Foto:  Claudia Elder.

Dijo hace un tiempo que hay que ser anti-Gobierno siempre, ¿por qué?
Pienso que hay que estar siempre en esa postura, anti-Gobierno, porque es la forma de avanzar. La frase no es mía, pero me parece buena, es fuerte. Es como todo en la vida, no hay que estar conforme, digo.

Usted es una defensora de la igualdad de género. Sostiene que para comenzar debieran ganar iguales, ¿qué otros derechos debieran conquistar las mujeres, hoy en día?
Creo que hay que ir pasito a pasito. Si llegamos a la igualdad de sueldos por igualdad de trabajo ya está bien, ya iremos avanzando.

¿Cuáles son los sueños de Geraldine hoy?
Oh, deseo morir sin dolor. Casi siempre tienen que ver con la salud.

¿Con qué frecuencia piensa en la muerte?
Sí, todos los días desde hace muchísimos años. Antes de los 50 ya, o sea de hace muchos años, ya veía la muerte en cada esquina. Es como algo que aparece en tu vida, como que te está mirando y de repente te das cuenta que tu cuerpo le parece interesante, que no vas a vivir eternamente, yo no deseo la muerte, pero deseo la muerte sin dolor. Pienso mucho en la muerte, oye, tengo 76 años, si no lo hiciera sería ridículo.

¿Si pudiera elegir viajaría al pasado o al futuro?
Siempre es interesante el presente. Es tan movido, hay tantas cosas que pasan, es tan absolutamente disparatado, el presente de ahora políticamente, humanamente, de todo es una cosa increíble, hay que ser malabarista para intentar comprenderlo o dominarlo. Antes, y no lo digo por añoranza, se sabía quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos, ahora no.

Su hija Oona dijo que la seguiría hasta el fin del mundo y a su padre también. ¿Qué le produce esa declaración?
Uuuh (con asombro), ¡pues que venga, que venga acá a Santa Cruz por favor! Ella está ahora en el sur de Chile, con los mapuches. Ella está muy interesada en la vinculación de la tierra, la cultura, etc.

¿Cuáles son sus nuevos planes laborales?
Grabar una película con Lisandro Alonso y donde mi hija es la protagonista. Luego tengo una película de Carlos Marques Marcet (Los que vendrán, 10.000 km, Tierra firme), un director que amo.

Luego otra película en la que estuvimos trabajando que se define como una comedia musical sobre la eutanasia. Difícil. Hemos estado trabajando sobre la muerte justamente, sobre el suicidio asistido, se está terminando el guion.

También tengo una película con Jessica Woodworth, con la que he trabajado en The Barefoot Emperor. 

Es una directora bastante impresionante y a mí me gusta mucho. Se trata de un proyecto arriesgado también. Y otro de los proyectos es también grabar una película con Ridley Scott (Alien, el octavo pasajero, Blade Runner, Thelma&Louise, Gladiator, etc.).

La tarde se bañaba de una brisa cálida y sobrecogedora. La actriz norteamericana y su marido nos acompañaron hasta la puerta del hotel para despedirnos. Nos adelantaron que se quedarían unos días para disfrutar del calor de Santa Cruz, sitio que los acogió muy bien y del que estaban muy agradecidos.






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