En su nuevo álbum, la banda explora nuevos universos sonoros y formas, pero mantiene intacta su esencia y ofrece varias canciones notables

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23 de noviembre de 2019, 3:00 AM
23 de noviembre de 2019, 3:00 AM

Texto: Juan Barberis  - Rolling Stone Argentina

“Bueno, lo voy a decir”, avisa de repente Lula Bertoldi en un rapto de determinación, como si tomara carrera para zambullirse en aguas bien frías, antes de dejar salir una de esas frases que quedan sonando en el aire. “Estoy segura de que les puedo cambiar la vida a las personas”.

Son las 10 de la mañana de un viernes lluvioso de primavera y en la sala que Eruca Sativa tiene en Palermo, Brenda Martin, Gabriel Pedernera y Lula Bertoldi repasan las razones que llevaron al trío a definir su mejor obra, y también la menos esperada. 

Tras doce años de recorrido, Eruca se esforzó por profundizar el proceso de mutación y parecerse lo menos posible a Eruca. Su sexto disco, titulado Seremos primavera, es un ejercicio de reformulación y búsqueda, un trabajo de laboratorio que expone hasta dónde el grupo es capaz de llegar sin recurrir a sus habituales golpes de efecto, es decir, riffs de guitarra, bajos tocados con slap, baterías pesadas, voces intensas y mucha distorsión.

“Era momento de mostrar este nuevo costado de nosotros mismos, y creemos que para la gente esto también puede ser transformador”, dice Lula.

Bertoldi, Martin y Pedernera descubrieron que finalmente era el momento de bajar el volumen y llevar su proceso de mutación al extremo, lo más lejos posible de ese rótulo de power trío que a esta altura ya puede sonar parecido a una condena. “Cuando empezamos a pensar en el disco nuevo, dijimos ‘vengamos acá y veamos qué pasa’”, detalla Pedernera.

 “Pero comenzamos a tocar y nos dimos cuenta de que iba a sonar igual a todo lo nuestro: batería, bajo, guitarra... Así que supimos que era momento de ir hacia otro lado, de evitar el esquema típico de los tres dentro de una sala”.

La nueva era de Eruca Sativa posiblemente haya empezado a ganar forma desde los dedos de Brenda Martin, que, además de ser una de las mejores bajistas del país, es también una incipiente pianista, al menos para esta nueva etapa del trío. “Ufff, una concertista...”, acota ella con ironía y humildad, destilando su acento cordobés entrador y amable. 

Fue Brenda quien compuso al piano la balada Omara, la canción que abre el disco, y también Creo, el primer corte, una chacarera con toques de hard y pop que condensa varios de los vectores que atraviesan al grupo, potenciados en esta nueva etapa.

Los años posteriores a la salida de Barro y fauna, el disco que los encontró en una etapa de incipiente maternidad, fueron claves para recomponer las relaciones y acercarlos cada vez más.



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