Opinión

cara a cara

21 de noviembre de 2019, 3:00 AM
21 de noviembre de 2019, 3:00 AM

Lejos del aparato gubernamental que lo endiosó y protegió de cuantas fechorías cometió su régimen, Evo Morales ahora puede ser visto por el mundo entero tal como es. Los periodistas preguntones lo destapan como el intocable, el intolerante, el déspota; los periodistas lambiscones lo muestran como el humilde y abnegado líder indígena que, a la luz de lo primero, solo proyecta una falsedad vomitiva. 

Y ahora, como ya no tiene a mano a Quintana para los trabajos sucios, es él mismo quien debe instruir a seguidores de oscuros antecedentes para que lo sigan postulando como el mesías aunque tengan que incendiar el país. 

Si sus honestos y fervientes partidarios aún no se han dado cuenta de esa impostura, su futuro político se irá deteriorando con cada verborrea que salga desde el exilio. Es hora de dar vuelta a la página de tan funesto liderazgo.

Algunas instituciones educativas trataron de compensar el perjuicio del paro con una ampliación de su calendario académico. Eso lo apreciaría cualquier estudiante que aspire a superarse en la vida, que quiera sacarle el jugo a su educación, que esté dispuesto a esforzarse por una buena causa. Pero no en Bolivia.

Aquí, estudiantes universitarios protestaron por el intento de alargar las clases, y además exigieron que todos aprueben las materias por lo menos con la nota mínima. 

O sea, les importa un rábano aprender y profesionalizarse; lo que quieren es obtener un título universitario a como dé lugar y mejor si queda tiempo para la holgazanería.



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