Opinión

El chantaje inaceptable de Evo Morales

18 de noviembre de 2019, 4:36 AM
18 de noviembre de 2019, 4:36 AM

Hace 23 días, cuando aún era presidente, Evo Morales sentenció: “Si quieren paro, nosotros vamos a acompañar con cerco a las ciudades. A ver si aguantan”. Ahora, a nueve días de haber renunciado, se está cumpliendo su advertencia. Las principales ciudades están cercadas; no reciben alimentos y, además, muchas de ellas están bajo amenaza de incursiones armadas y violentas. El bloqueo vuelve a convertir a Bolivia en un país rehén del interés de un caudillo y de su partido político.

Si bien Bolivia tuvo un paro nacional de 21 días, la mayoría de los ejecutores de la medida se pusieron de acuerdo para permitir el abastecimiento, tanto de los mercados como de las familias. Durante las mañanas, los comerciantes y transportistas podían trabajar, aunque de manera irregular. Pero en este momento no solo hay cierres de rutas importantes, que son acceso a las capitales de cada departamento, sino también hay amedrentamiento en muchos puntos del país.

Ejemplos hay varios. En Yapacaní, unas personas asaltaron la estación policial, robaron armas y vehículos, instrumentos con los cuales amedrentaban a los vecinos de esa población. Tanto fue el abuso que varios vivientes del lugar se rebelaron, pidieron presencia de uniformados y obligaron a iniciar una negociación para el desbloqueo y la pacificación. Lamentablemente, lo que parecía un acuerdo formal, fue desconocido y roto de manera unilateral por la dirigencia del MAS.

En Chapare está el bastión de cocaleros de donde salió el exmandatario. Ellos no aceptan un nuevo orden constitucional en el país, piden que acabe la gestión de la presidenta que sucedió a Evo Morales después de que éste renunciara y además que se libere a más de 200 presos que fueron hallados con armas de todo tipo en sus protestas. Desde ese sector salió la primera amenaza hace 23 días y lo lamentable es que los dirigentes van al choque sin abrir posibilidades de diálogo.

El Alto es otro punto importante en este cerco masista. Los dirigentes están fuera de la planta de Senkata, desde donde salen combustibles para abastecer a varias ciudades del país. Por supuesto, hay desabastecimiento. Tampoco permiten la llegada de alimentos a La Paz, lo que redunda en un encarecimiento de la canasta familiar. En el trópico de Cochabamba se supo de la toma de un campo de hidrocarburos, donde aparte de retener a los trabajadores, se destruyó parte de uno de los ductos, poniendo en peligro la exportación de gas a Brasil y Argentina; es decir, golpeando duramente una de las principales fuentes de ingresos al Tesoro General de la Nación y a las regiones.

Lo descrito pone en evidencia que el MAS pretende que los bolivianos seamos rehenes de un hombre que decidió renunciar, aunque después hubiera dicho que le dieron golpe de Estado, de un partido que se rehúsa a dejar el poder y de la ambición de sectores que están planteando que si no es con ellos no es con nadie. A lo anterior se suma el hecho de que el Gobierno ha detectado la presencia de grupos subversivos, lo que complica más el escenario y pone en verdadero riesgo a la mayor parte de los habitantes de este país.

Bolivia en este momento vive bajo el chantaje del MAS. Es bueno que los embajadores de la Unión Europea y de los países que hacen de mediadores se den cuenta de esta realidad. Es bueno que el enviado de la ONU constate que hubo un pedido en nueve departamentos para que Evo Morales renuncie; que ese clamor nació de la indignación por el fraude cometido en las elecciones nacionales. Es tiempo también de que el MAS deje de manipular a Bolivia y asuma que las cosas salieron como salieron no por culpa de la ‘derecha’ sino porque el anterior Gobierno pretendió tomar el Estado como si fuera de su propiedad y gobernar sin escuchar al pueblo.














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