Opinión

Misión crucial de la presidenta Jeanine Áñez

14 de noviembre de 2019, 3:00 AM
14 de noviembre de 2019, 3:00 AM

Jeanine Áñez asume la Presidencia de Bolivia en un momento vital e histórico, no apenas porque es la segunda mujer al mando de este país, sino fundamentalmente porque Bolivia está librando una lucha heroica contra el engaño y porque la mayoría de sus habitantes quiere vivir en una democracia real y en absoluta libertad. Ella tiene no solo el respaldo, sino la fe de millones de bolivianos que pidieron que Evo Morales renuncie.

La nueva presidenta asumió de manera constitucional, en el marco del artículo 170 de la Carta Magna, que señala que un presidente cesa en sus funciones por abandono del cargo. Es importante la precisión porque el MAS (partido de Evo Morales) pretende ejecutar maniobras, aprovechando la mayoría que una vez le concedió el pueblo, para sabotear la gestión y los objetivos de la nueva mandataria.

En la gestión de Áñez, la Asamblea Legislativa debe designar de manera idónea y no tramposa, a los miembros de un nuevo Tribunal Supremo Electoral para que éste convoque a elecciones de manera inmediata. La actual Presidencia tiene carácter transitorio y su principal misión es devolver certidumbre a los más de siete millones de electores. La tarea no será sencilla si el MAS mantiene el bloqueo legislativo. No asistieron a las sesiones para aceptar las renuncias de Evo Morales, Álvaro García Linera, Adriana Salvatierra y Víctor Borda; en cambio acudieron ayer para sabotear el angustioso camino constitucional que está siguiendo el país.

La otra gran tarea de la presidenta Áñez es normalizar Bolivia, lo que significa lograr la pacificación. Para esto se necesita que ella sea capaz de tender puentes entre los sectores que tienen visiones diferentes del país. No obstante, también está llamada a ejercer la autoridad que tiene para castigar con severidad a los instigadores de tanta violencia y muerte. Quienes salen a las calles para destrozar, apalear, apedrear y hasta balear se autoidentifican como defensores de Evo Morales y del ‘proceso de cambio’. La estrategia se completa cuando el exmandatario –ahora refugiado político en México- se ofrece a volver a Bolivia para dizqué pacificarla, como si no fueran sus seguidores quienes violentan a diario a la población.

A pesar de los días de luto que vive el país, Jeanine Áñez está avanzando en la restauración de la institucionalidad nacional, misión que no es sencilla. Ayer posesionó al Alto Mando Militar y también a su gabinete. El país necesita una reconstrucción, desde la independencia de poderes, pasando por el respeto a las entidades que, debiendo ser autónomas, han estado sometidas al Poder Ejecutivo durante más de una década; también la justicia y la economía en un tiempo en que Bolivia tiene el mayor déficit fiscal de la región y cuando el crecimiento empieza a ralentizarse.

Jeanine Áñez asume por sucesión constitucional. Nadie votó por ella como presidenta, pero en este momento tiene la legitimidad, basada en la esperanza de los bolivianos que pararon el país para que se marche Morales; esos que quieren recuperar paz, democracia, libertades y sobre todo democracia.

Enfrente estará el MAS, con sus militantes y asambleístas que son los revoltosos de este momento, los que no quieren soltar el poder y a quienes no les importa poner al pueblo como carne de cañón con tal de tener argumentos para insistir en que en Bolivia hubo golpe de Estado. Ya lo dijo el secretario general de la OEAl: el verdadero golpe de Estado ha sido desconocer el voto de los bolivianos y después montar un escandaloso fraude.

Que la presidenta no se amilane. El poder está en sus manos. Bolivia la respalda y le agradecerá si es capaz de alcanzar el objetivo de llegar a elecciones libres y en paz.

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