Los institucionales ven que la única salida está en la auditoría de la OEA. Desde la protesta surge una opción de poder, que parece estar liderada por el cívico cruceño

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8 de noviembre de 2019, 3:00 AM
8 de noviembre de 2019, 3:00 AM

‘La política’ no está siendo capaz de dar respuesta a ‘lo político’. Desde las 19:00 del 21 de octubre, cuando la Transmisión Rápida de Resultados Preliminares avisó que, cuando concluyera el cómputo oficial, Evo Morales sería el ganador en primera vuelta, las elecciones generales pasaron de las urnas a la calle.

Así, mientras el Gobierno apuesta por una salida institucional basada en la auditoría de la Organización de Estados Americanos y Carlos Mesa no se baja de una hipotética segunda vuelta, pero pide nuevas elecciones, Luis Fernando Camacho construye una alternativa de poder que la política tradicional no supo leer a tiempo y que ahora amenaza a Evo y a Mesa por partes iguales.

En el lado institucional, tanto el oficialismo como la oposición subestimaron a Camacho. 

El vicepresidente, Álvaro García Linera, entendió que el cívico cruceño jugaba en la política local, que lo que se manifestó en el cabildo del 4 de octubre era un malestar de la clase media cruceña que había que escuchar y una disputa política regional. 

A Camacho -desde el Gobierno y la oposición- se lo veía como un actor local, destinado a disputar las hegemonías de Rubén Costas y Percy Fernández. Mesa lo veía como un aliado para atraer hacia sí el voto útil.

El Gobierno no lo percibió como amenaza directa hasta el sábado pasado, cuando le dio un ultimátum a Evo Morales de 48 horas para renunciar. 

Allí lo puso en foco y lo denunció en Washington, ante la Asamblea General de la OEA, como la cabeza de un golpe de Estado. Comunidad Ciudadana entendió que ya no jugaba a su favor cuando escuchó en los cabildos: “Ni Evo ni Mesa”. Su respuesta fue unirse a la ola, pero sin mojarse del todo: pidió nuevas elecciones, pero sin renunciar a una hipotética segunda vuelta.

Así, ‘la política’, definida por el sociólogo Fernando Mayorga como el “conjunto de prácticas institucionales”, entiende que la salida la podría tener la OEA; mientras que ‘lo político’, “la conflictividad”, genera una alternativa de poder, a la que aún no se le conoce ni proyecto ni visión de país, más allá de su hasta hace poco impensado líder, el ‘pariente’ Camacho.

 Subestimaciones

“Va a pasar”, prometió ayer el presidente Morales, como si la conflictividad política fuera una gripe. Para Franz Flores, doctor en Ciencias Políticas, el presidente no se percata que su proyecto político ha sufrido un profundo desgaste, que su Presidencia está gravemente deslegitimada y su rol como líder está en cuestión. 

“Si Morales continúa leyendo la realidad política del país como si nada hubiera pasado, Bolivia, como comunidad política, está al borde de la autodestrucción”.

El doctor Flores no solo ve miopía en el oficialismo. Cree que la oposición no quiere darse cuenta que no es capaz de vencer a Morales sin atenuantes, que no puede “borrarlo del mapa” y que, si sigue construyendo discurso y proyecto sobre la hipótesis de una derrota absoluta del oficialismo, “el país no tiene salida posible”.

“Por su propio bien están condenados a coexistir. Aun cuando se diera una derrota total de cualquiera de los actores, el país continuaría siendo ingobernable. 

Existe una fractura política y social muy profunda, que necesita una paciente ingeniería política, que acople los pedazos y reconstruya lo que ha quedado de la comunidad política boliviana. Labor que necesita, paradójicamente, de la participación conjunta de quienes hoy parecen odiarse a muerte”, aconseja.

De momento, Flores predica en el desierto. Según las consultas hechas al oficialismo y a los opositores, ninguno de los dos lados se plantea un diálogo aún. 

Tampoco es que abunden mediadores. Daniel Valverde, director del Observatorio Político Nacional de la Gabriel René Moreno, ve que los mediadores clásicos del ‘preevismo’ -Iglesia, Asamblea Permanente de Derechos Humanos o defensor del pueblo- tomaron partido y no son validados por ninguno de los sectores.

Además, el tiempo puede volver a la calle una polifonía. Para Rebeca Delgado, que fuera constituyente, viceministra, diputada, presidenta de Diputados y librepensante y disidente del MAS, en estos momentos es el pueblo el que está enfrentando a Morales y no hay líderes, sino voceros.

En este sentido, uno de los aciertos de Evo Morales en su ascenso al poder, durante la caída de Mesa en 2005, fue ir amarrando acuerdos con los sectores sociales movilizados, algo que Camacho parece haber comenzado a hacer a través de los cívicos y el Conade.

Para Yerko Ilijic, abogado y sociólogo, los partidos (MAS y CC) están tratando de armar una mesa de consenso en torno a una reforma institucional del Órgano Electoral, a la espera de las expectativas que genere el informe de la OEA, que puede salir el lunes o martes.

En este escenario, ve una negociación larga, con fecha límite el 22 de enero. Si la salida fue esta, los cívicos tienen la misión de colocar al Gobierno en la posición más adversa para obligarlo a negociar

Sin embargo, Ilijic reconoce en Camacho “un factor de disrupción muy fuerte”. Explica que en septiembre del año pasado se hizo una encuesta para saber cuál era el mejor perfil de un candidato para ganarle a Evo Morales. El resultado era un líder joven, sin militancia ni participación política previa y con nuevo discurso. 

Camacho, para el analista, cumple con todas. Para él, tiene un discurso panregional, populista y con mucho carisma. A ello se suma la mística religiosa que Chi Hyun Chung no pudo establecer, está alejado de los discursos radicales de izquierda y derecha y de la dicotomía ‘autoritarismo o democracia’. “Si se presentara a unas elecciones hoy, superaría el 30% de los votos, fácilmente”, dice y agrega: “Además, tiene algo que los otros no entienden, Instagram”.



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