Opinión

La palabra fraude retumba en el país

22 de octubre de 2019, 10:22 AM
22 de octubre de 2019, 10:22 AM

Bolivia pasó de vivir una fiesta electoral a la absoluta incertidumbre que solo puede ser atribuible al pésimo desempeño del Órgano Electoral Plurinacional y a las declaraciones del presidente, sus ministros y los dirigentes del Conalcam, que anunciaron que no habrá segunda vuelta antes de que se conozcan los resultados oficiales.

La palabra fraude retumba en el país. Las calles arden con vigilias y marchas y hechos de violencia, porque, sin mayores explicaciones, el Tribunal Supremo Electoral suspendió la transmisión de los datos del conteo rápido el domingo, lo suspendió cuando el resultado indicaba una segunda vuelta, porque Evo Morales no había alcanzado ni la mayoría absoluta ni los 10 punto de diferencia con el segundo. La interrupción sorprendió y molestó incluso a los observadores internacionales, que cuestionaron la decisión, exigieron transparencia y respeto a la voluntad ciudadana, además de observar la desequilibrada campaña y uso de bienes del Estado a favor del candidato oficialista. Hay que remarcar que no solo el conteo rápido oficial hablaba de
segunda vuelta, también el de la única empresa avalada para hacer ese trabajo, Víaciencia, que reflejó una diferencia de menos del 5% entre el primero y el segundo, dando por hecho que los bolivianos volveríamos a las urnas para elegir presidente entre los más votados. A pesar de todos esos datos, anoche el Órgano Electoral apuró la información y dio una diferencia de 10,1 puntos entre Morales y Mesa, lo que sugiere que no habría segunda vuelta. Es decir, un resultado diferente en el que muchos ya no creen, dados los antecedentes de los vocales de esta institución. Esa última información atizó aún más las protestas callejeras. Sorprende que hubiera sido un dirigente de una organización social afín al Gobierno quien diga que no hay segunda vuelta, después de salir de una reunión con el presidente en la Casa Grande del Pueblo, antes del mismo administrador de los comicios. Con todos esos ingredientes, no se puede desconocer que la sombra del fraude está presente en esta Bolivia que ansía una democracia plena, sin maniobras de ninguna naturaleza. La paz social se rompió. Ya anoche hubo agresiones, como la recibida por Waldo Albarracín, presidente del Conade y rector de la UMSA. Ardieron tres tribunales electorales, hubo represión policial. Se percibió descontrol.

No se debe permitir que esto se siga desbordando y que deje consecuencias
indeseables para el país. Se sabe que policías antimotines llegaron a Potosí y que otros uniformados están prestos a reprimir. 

Quizás el poder de turno no ha aprendido que la fuerza no es la vía y que para desmovilizar a la ciudadanía hay que garantizar transparencia en las instituciones llamadas a administrar procesos electorales. A Bolivia no se le olvida que ya fue desconocido el voto por el No en el referéndum de 2016, cuando se le consultaba a la gente si avalaba cambiar la Constitución para que Morales y García Linera sean candidatos otra vez. Por eso, los electores están en las calles en este momento. Bolivia está viviendo horas cruciales. Los ciudadanos no van a tolerar que su voto sea escamoteado. 

El TSE ha dado pésimas señales, pero el Gobierno de Evo Morales también. Antes de las elecciones, el presidente del Estado decía que “desconocer los resultados de la elección sería como dar golpe de Estado”. Hay que recordarle
sus palabras, para que sea coherente y para que comprenda que mantener el poder a costa de la violencia es la peor manera de permanecer en la silla presidencial.
















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