La pelea por el espacio público, el desapego ciudadano por la norma, la intolerancia y la falta de autoridad en las calles son el caldo de cultivo para el enfrentamiento callejero

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16 de junio de 2019, 4:00 AM
16 de junio de 2019, 4:00 AM

Eran las 9:30 de la mañana, cuan - do Miguel Roda Barbery decidió estacionar su vehículo Grand Vi - tara en la intersección de las calles Isabel la Católica y Colón, en el corazón del tradicional mercado Siete Calles.

En un arranque de furia, Roda Barbery reclamó espacio para su vehículo por la fuerza, retirando los contenedores de las comer - ciantes del lugar. Rápidamente encontró resistencia y terminó en una trifulca a golpes con la comer - ciante Amanda Huchani y otras de sus colaboradoras. La pelea campal incluyó expre - siones racistas y discriminatorias de parte de Roda Barbery y de expresiones clasistas de parte de las comerciantes, y revelaron el alto grado de intolerancia y exasperación con la que se vive en esta “ciu - dad de la furia” que hoy llamamos Santa Cruz de la Sierra.

Las imágenes encendieron las redes sociales, y el debate sobre la pelea por los espacios públicos, y su ocupación ilegal por parte de miles de comerciantes, pero también por “ciudadanos” que transgreden las normas e imponen su voluntad por la fuerza, en medio de una ausencia alarmante de autoridad municipal que ponga orden. Séptimo Día convocó a tres expertos en materia de crítica so - cial, el pedagogo Álvaro Puente, el sociólogo Guillermo Dávalos, la psicoanalista Maggie Jáuregui y el periodista Juan Cristóbal Soruco, para analizar las causas y las con - secuencias de este tipo de enfrentamientos entre ciudadanos que se viven en Santa Cruz.

Cuatro miradas que coinciden en señalar la creciente tensión que está generando en las gran - des ciudades de Bolivia producto de la expan - sión demográfica, la débil autoridad estatal y la prevalencia de discursos de intolerancia que pueden llevar peligrosamente a la violencia.

La Alcaldía Munici - pal, aludida en este caso, resalta los enormes esfuerzos realizados para ordenar la ciudad, sacar los mercados del centro de la urbe. Pero, además, re - marca que los ciudadanos también son responsables porque amparan el comercio informal al adquirir bienes en las calles y porque, no solo los comerciantes, invaden los espacios públicos en la ciudad más grande de Bolivia.

Sin ley ni dueño Álvaro Puente dispara, sin embargo, contra esta ciudad que considera está hoy sin dueño y a merced de la ley del más fuerte. Sin autoridades policiales y municipales en las calles, al “ciudadano” (entre comillas) no le queda otra que tomar la calle, y la justicia, por mano propia, como en este caso, guiado por la intolerancia como ideología justificadora de la violencia. “Se agarraron a golpes un conductor y una vendedora callejera, como quisiéramos muchos solucionar los problemas diarios que nadie soluciona. El problema no es cuál de los dos peleadores de 7 Calles hizo mal.

El tema no está en la intolerancia ni en la violencia. El tema está en las causas que nos llevan a la violencia y a la intolerancia”. “El problema es que tenemos que sobrevivir en esta ciudad y en este país sin ley ni justicia, en esta sociedad en caos. Y la sobrevivencia en el caos tiene su propia dinámica.

Ante el abandono de la autoridad, a cada ciudadano le toca luchar por sus derechos y necesidades, como Dios le da a entender. Cuando no hay en la sociedad una autoridad y una estructura que hacen que se respeten los derechos de todos los ciudadanos, cada uno los defiende con su propia fuerza. Esa es la ley de la selva, donde el león siempre tiene la razón”. Puente apunta a la Alcaldía, como principal responsable, pese a todos los esfuerzos realizados para ordenar la capital cruceña.

“La Alcaldía dice que está ordenando la ciudad. Mentira. Una semana emprende una guerra a muerte contra los comerciantes de una rotonda del mercado Abasto.

Con sangre y lágrimas limpian la rotonda. A la semana siguiente corren a ocuparse de los parqueos, mientras los golpeados vendedores regresan a su rotonda recién barrida y ocupan tres cuadras más”, asegura. En esta dinámica, dice Puente, “todavía no han hecho bien ni han terminado ni una de sus tareas. Esa es la razón por la que cada uno tiene que pelear por su cuenta por sus problemas y por sus necesidades. No tenemos una ciudad ordenada en ningún sentido. Por eso, cada conductor y cada potencial vendedor inventa su norma y la defiende por su cuenta. Lo que falta no es diálogo, ni paciencia, ni cultura, ni tolerancia. Nos falta autoridad. Esta ciudad no tiene dueño”.

Hábitos y culturas ciudadanas

Guillermo Dávalos, exdirector del Observatorio de Seguridad, cuestiona a la comuna cruceña por la falta de una política a fondo para ordenar la ciudad y por la ausencia de campañas educativas para involucrar a los ciudadanos.

En días recientes, recuerda Dávalos, la presidenta del Concejo Municipal de Santa Cruz, Angélica Sosa, interpeló a la ciudadanía planteando que “debemos de cambiar de hábitos. Dejar de comprar de mi auto, estacionarme donde me da la gana y agarrarnos a golpes”.

Más aún, dice Dávalos, “desafía indicando que es fácil criticar, pero den respuestas para ejecutar, reiterando al recordar las acciones de ordenamiento de los mercados. “No vi a nadie que respalde, y si lo hicieron no fue de forma presente ni se manifestaron como ahora ante un hecho violento”, dijo Sosa ante los medios. “Compartimos la necesidad de construir una cultura ciudadana entendida como el grado de cumplimiento de un conjunto de normas de convivencia, expresadas en leyes o establecidas en el imaginario de una sociedad y sustentada en los niveles de cohesión de una comunidad”, señala el experto.

En este sentido, Dávalos remarca que “generar una cultura de convivencia ciudadana es una necesidad imperiosa puesto que los reiterados estudios realizados por la consultora Captura Consulting y la Revolución Jigote en la ciudad de Santa Cruz, nos dicen que el Índice de cultura ciudadana sólo alcanza a un tercio de la población”. Al respecto los aspectos más valorados por las cruceños para la convivencia son participar en los procesos electorales, estacionar correctamente, respetar los semá- foros, reclamar por la iluminación pública, pagar los impuestos, ser amable con los demás, evitar tirar basura a la calle y compartir con los vecinos.

Mientras, evitar comprar en las calles, quemar basura, mantener limpias y cuidadas las aceras, cuidar el mobiliario urbano, respetar el derecho al descanso de los vecinos y separar la basura en el hogar son los aspectos valorados por debajo de la media establecida según los resultados de la encuesta. Pero, por otra parte, explica Dávalos, “cuando se consulta a los encuestados en qué medida cumplen con los factores valorados y que hacen a la cultura ciudadana, tan sólo el 36% manifiesta ponerlos siempre en práctica”.

“Este bajo nivel de cultura ciudadana si bien es comprensible al tratarse de una ciudad, transformada aceleradamente en metrópoli fruto del crecimiento demográfico; sin embargo, al mismo tiempo es el resultado de escasas políticas públicas educativas que incentiven la convivencia”.

La psicoanalista, Maggie Jáuregui, observa que el enfrentamiento en Siete Calles es un síntoma de una clara indisposición social y una falta de autoridad. “Más allá de las diversas interpretaciones que se puedan hacer, este acontecimiento puede ser visto como síntoma de una indisposición social donde juega un papel importante un tercer actor: el debilitamiento de las figuras de autoridad”.

“La ciudad se encuentra al arbitrio de las necesidades particulares de cada cual debido a la falta de una regulación que permita un orden en la convivencia ciudadana. Este acontecimiento entra en la serie de situaciones en que vemos a ciudadanos actuando de acuerdo a su parecer, propio de una época líquida, parafraseando a Zygmunt Bauman, con cada vez menos referentes sólidos en que afianzarse, y cada uno se mueve según sus propios goces”, indicó.