El desmonte de 55 hectáreas en la Reserva Municipal de Roboré, tendrá efectos más allá de las fronteras. Hay el temor de que esto sea el inicio de un proceso de deforestación en crecimiento

El Deber logo
21 de octubre de 2018, 4:00 AM
21 de octubre de 2018, 4:00 AM

El Bosque Seco Tropical Chiquitano es un ser vivo inteligente. En época seca los árboles de este universo natural se deshacen de sus hojas para no perder humedad y a la primera chilchina vuelven a recuperarlas, en primavera parece que nunca se va a secar. Pero algo malo le ha ocurrido a este océano verde que lo convierten en un ser enfermo: el espíritu del bosque sobrevuela su lecho de muerte.

Fueron 33 puñaladas perpetradas por el grupo de los treinta y tres: Treinta y tres hombres amparados por las leyes del hombre le causaron una herida de 55 hectáreas al Bosque Seco Chiquitano, en el municipio de Roboré. Una masa selvática que además de ser bella por donde se la mire, es necesaria para que la lluvia caiga no solo en Santa Cruz de la Sierra, sino también en Sri Lanka, París, Canadá o Noruega.

El mundo lo necesita y el mundo tiene que saber que en Bolivia, el INRA y la Autoridad de Bosques y Tierras (ABT) han avalado ese desmonte que hace pocos días, la Alcaldía de Roboré lo denunció y EL DEBER evidenció que además de las 33 parcelas que se habilitaron, abrieron tres kilómetros de largo y tan ancho como para que aterrice una avioneta. El INRA avaló esa incursión para el asentamiento de la comunidad Tupac Amaru en el Bosque Seco Chiquitano, siendo que existen más de cinco millones de tierra fiscal en proceso de distribución identificada.

Pero lo hizo justo ahí donde los expertos advierten que, además, no se trata de un lugar apto para la agricultura. Ahora, después de las denuncias y de que Telmo Muñoz, director general de la ABT, dijera: “Ese territorio para el Estado sigue siendo tierra fiscal, no es área protegida ni reserva forestal de producción y “no tiene un estatus para prohibir los asentamientos”, expertos en medioambiente dimensionan el tamaño del daño ecológico que causó este desmonte que se encuentra dentro del valle de Tucabaca, en el interior del Área Forestal de Reserva Municipal de Roboré (Afrm).

Julio César Salinas, director Técnico de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (Fcbc), enfatiza que el desmonte tiene una afectación importante en el Bosque Seco Tropical Chiquitano por varios motivos. Primero, se está da- ñando al río Tucabaca que es un alimentador fundamental del pantanal Otuquis, uno de los humedales más grandes del mundo de agua dulce. A ello se suma que está próximo a un área protegida nacional que es el Área Natural de Manejo Integrado San Matías.

“Lo ideal, lo perfecto, es que ese territorio de bosque quede intacto por todas las funciones ambientales que brinda no solo a Bolivia, sino al resto del mundo, como, por ejemplo, el ciclo de lluvias que beneficia al planeta”, remarca. Pero el ciudadano común no solo se beneficia con la lluvia, sino también con la comida. La producción agrícola que existe en Roboré y llega a Santa Cruz de la Sierra -a decir de Salinastambién se verá afectada. Salinas dice que la belleza del Bosque Seco Chiquitano regala paisajes que pueden ser explotados turísticamente. Una prueba de ello es que el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en enero de 2014, cuando llegó a Bolivia invitado por la Fundación Nueva Democracia presidida por el senador Oscar Ortiz, fue llevado hasta el mirador del Valle de Tucabaca. Ahí el escritor peruano observó el paisaje de película con la felicidad de quien acude a un lugar privilegiado del planeta: vio las copas de los árboles de vientres verdes y rojizos, un colchón vegetal sostenido por ramas en formas de rayos resplandecientes capaces de alumbrar a los centenarios roble y tajibo, cuchi, curupau, y moradillo. Todos arraigados a un suelo que también es la casa del armadillo, del mono y del puerco espín, del zorro y del oso hormiguero, del sapo gigante y del cocodrilo americano y del jaguar. Todo ese paisaje de postal que vio el escritor peruano lo miró desde esa ventana enorme donde se puede apreciar la majestuosidad del Bosque Seco Chiquitano.

“Estuvo sentado en un banquito, pero también después se paró para observar y conversar entre 30 y 40 minutos esa inmensidad donde el verde se pierde en el horizonte. “A Mario le encantó”, recuerda Ortiz, que ahora, enterado del desmonte dice que él ha tenido un sentimiento de indignación y dolor porque no se está preservando el patrimonio natural que es de Santa Cruz, de Bolivia, de la región.

“Hay el riesgo de que ese desmonte sea como el agujerito de una represa que empieza a resquebrajar toda la obra”, advirtió el senador. Ruddy Vargas, responsable de la unidad forestal municipal de Roboré, conoce en detalle el bosque chiquitano y dice que, si bien las 55 hectáreas de desmonte no están en el área protegida que se llama Reserva de vida silvestre, sí se encuentra en el Valle de Tucabaca, en el interior del Área Forestal de Reserva Municipal de Roboré. Pero más allá de ello, la importancia mayor radica en que la zona afectada se encuentra en el Bosque Seco Chiquitano, que es potencial generador de agua no solo de lluvia, sino también pieza clave para la vida de ríos y de bañados. Cinthia Asín, secretaria departamental de Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente de la Gobernación de Santa Cruz, dijo que si bien no está dentro del área protegida de Tucabaca, eso no le quita ni le resta la importancia correspondiente, porque es un área colindante. La autoridad agregó que “hay caminos y una separación entre ambas zonas que forman parte del Bosque Seco Chiquitano”.

“Forma parte de nuestro patrimonio departamental, su uso es netamente forestal”, agregó. El biólogo, Huáscar Azurduy, que es coordinador de Gestión del Conocimiento de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano, también confirma que el desmonte en el Valle de Tucabaca, se produjo en un sector dotado por el INRA a la comunidad Túpac Amaru y categorizado oficialmente como Área Forestal de Reserva Municipal y que transgrede una ley, que es la 1700, que en uno de sus decretos “prohíbe el desmonte y la quema en las tierras de producción forestal permanente”. “Transgrede también el Plan de Uso de Suelo (Plus) que, establece que el desmonte mecanizado está limitado solo a actividades ganaderas y sujeto a microcaracterización por estudios de suelo y forestal a mayor escala. Afecta, físicamente, un enclave que resguarda nacientes del sistema hidrológico del río Tucabaca, que se constituye en el futuro del agua para poblaciones humanas y silvestres del valle.

Estas fuentes de agua, son los motores que dispersan humedad y hacen juego con los bosques de los valles para la estabilidad climática regional”, Independientemente de los aspectos legales, donde los argumentos pueden ser diversos, -explica el biólogo- eventos como el que nos ocupa ponen en el tapete y cuestionan las decisiones que se están tomando en relación al futuro de sistemas naturales como el Bosque Seco Chiquitano, conocido por ser el ecosiste  ma de bosque seco tropical más grande del mundo y que este sistema natural incluye especies en peligro de extinción, endemismos únicos en el planeta y “uno de los hábitats biológicamente más ricos y más raros de la Tierra”, según el Fondo Mundial para la Naturaleza.

¿Por qué debemos tener cuidado con este tipo de bosques?, se pregunta Azurduy y responde: Por su fragilidad y vulnerabilidad, el Bosque Seco Chiquitano tiene ubicación transicional entre la Amazonia y la región del Chaco Boreal y que en la historia evolutiva del continente es una ecoregión relativamente joven. ¿En qué puede afectar la deforestación de 50ha de más de 20 millones? Azurduy responde: En una perspectiva biológica y a una microescala, ya se ha impactado en organismos, muchos de los cuales no conocemos aún.

A una escala mayor, 50 hectáreas es el inicio de un proceso de deforestación que gradualmente irá creciendo y replicándose como una especie de metástasis en el bosque, como un cáncer. Una vez se inicia la deforestación en áreas donde el fuelle legal no solo lo activa sino lo azuza, el proceso no se detiene hasta que esas líneas o puntos de deforestación, se hacen reticulados y luego manchas grises homogéneas que indican que ya no hay bosque. El aprendizaje aquí es que parece que lo legal no siempre va de la mano de lo prudente.

Azurduy también coincide que, así como Mario Vargas Llosa, miles de visitantes han llegado hasta el mirador en la serranía de Tucabaca, y que lo que ven desde arriba en su experiencia, es un “mar de bosque”. “Ese mar de bosque es el Valle de Tucabaca, que se ve afectado de tanto en tanto por eventos de deforestación que no son aislados y que se vinculan con decisiones de futuro cuestionables. La lógica de parcelar el Valle de Tucabaca y “promocionar” su deforestación, sin un criterio sensato, responsable y visionario, traerá efectos devastadores en el agua, el clima, la biodiversidad y la gente; y ahí la analogía es simple, ¿qué sucede cuando el cáncer no se trata a tiempo?

Tags