El exministro de Culturas Pablo Groux responde preguntas sobre su participación en la organización de los Juegos Deportivos Suramericanos Cocha 2018, el contrato de Bs 11 millones y sobre su empresa Kronopios

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17 de junio de 2018, 4:00 AM
17 de junio de 2018, 4:00 AM

Pablo Groux rompió el silencio. El exministro de Culturas habló con EL DEBER después de que decidiera guardar su voz públicamente para referirse a detalles sobre  un contrato que firmó por 11 millones de bolivianos para que su empresa, Kronopios, organice  los actos de apertura y clausura de los juegos Odesur, además de la apertura de la subsede de Villa Tunari. 

¿Cómo se encuentra?
Físicamente agotado, han sido casi 100 días de muy intenso trabajo, pero espiritualmente satisfecho porque consideramos que el resultado ha sido a la altura de lo que Bolivia quería mostrar a América Latina y el mundo. Teníamos una tarea muy importante, realmente en estos eventos lo que queda en el imaginario universal son los actos de inauguración y de clausura. Estoy muy satisfecho por lo que he visto en infraestructura, la participación de los deportistas. Me siento muy feliz de haber conocido a todos nuestros deportistas y medallistas. Equilibrando el agotamiento con la satisfacción, me encuentro bien. 

¿Cómo empieza su relación con la organización de los Juegos Deportivos Suramericanos Cocha 2018?
La sugerencia de una amiga que sabía que yo, de alguna manera desde la gestión pública, y mi relación con los artistas y las producciones, podía tener alguna iniciativa en torno al acto de inauguración de los juegos deportivos Odesur, y me sugirieron que pueda presentar un proyecto que, como yo lo entendía, debía tener mucha conceptualidad, elementos de concepto que, más allá de lo boliviano, por lo menos Latinoamérica, se los entienda. Planteamos un recorrido histórico, desde lo que definimos como la Pachamama expresada en la mujer. Y les propusimos a los organizadores de los juegos un resumen de desarrollo histórico y sociológico que han tenido muchos países.

¿Quién fue esa amiga que lo motivó a presentarse?
Era una amiga que prefiero no mencionar, conoce mi gestión cultural, de este tipo de producción de evento y me dijo: ¿por qué no te animas? Me dijo otra cosa que me estimuló en lo personal: Pablo, ¿quién más lo va a hacer?, ¿por qué no presentas tus ideas? Ahí empezamos a ver lo que se hizo en las Olimpiadas de Londres, de Río, los Panamericanos de Jalisco.

Y entonces, ¿formó su empresa para participar como empresario en la organización?
No, de ninguna forma. Mi empresa la formé como seis meses después de ejercer el servicio público (fue ministro de Culturas). Tenía que vivir de algo y una de las cosas que más me gusta es la producción en todos los sentidos y con énfasis en la comunicación. Yo, cuando era muy joven, a los 19 años, viví la experiencia de abrir un boliche en La Paz, un pub, y mi apego al escritor Julio Cortázar, a su obra, me llevó a ponerle de nombre Cronopios. Por mi relación con los músicos de entonces tenía shows en vivo y a la gente le gustó. Aquella experiencia se acabó, me convertí en investigador social y paralelamente hice un diplomado en Ciencias Políticas. Cuando cumplí mis funciones como ministro de Estado, en febrero de 2015, decidí recuperar el nombre de Cronopios y darle un matiz de lo que la experiencia de la vida me había dado, que era la producción y comunicación corporativa.

¿Usted se presentó a una licitación pública o le hicieron una invitación directa?
Creo que son como tres etapas. Una primera en la que yo planteo un concepto, una idea; un segundo momento donde el proceso administrativo en que la organización de Codesur formaliza la idea y un tercer momento en el que me citan a una reunión y yo expongo. Semanas después me invitan de una manera directa, sobre todo considerando el tiempo que nos separaba de la inauguración de los juegos, que obviamente no se podía aplazar porque formaba parte de un compromiso internacional que tenía el país. Y ahí surge la invitación directa como tal.

¿Qué cree que ha pesado para que lo inviten de manera directa?    
Creo que sobre todo la idea que tenía involucraba a la gente, a los bolivianos en un sentido amplio. Porque desde un primer momento yo pensé que debían estar los moxeños, mostrar lo que significa la morenada, la cueca, el rock boliviano. Creo que esa era una particularidad que incidió en la decisión del comité organizador de los juegos.

¿Es dura la competencia en este sector de organizar este tipo de eventos en Bolivia?
No, lamentablemente debo decir que la producción, la gestión cultural, no es un escenario en el que existan muchas personas o empresas en las que participen. Hasta donde yo sé, normalmente son emprendimientos muy específicos, peculiares y no hay de verdad mucha gente que trabaje en nuestro país en el desarrollo de producción de esta magnitud. Después de muchos años, Bolivia era sede de un evento como el que hemos vivido. 

¿Qué responde a las críticas de la oposición de que usted y su empresa se beneficiaron del contrato por su influencia política con el Gobierno?
Entiendo la posición de la oposición, porque aquí o en cualquier país del mundo tiene que cuestionar lo que hace el oficialismo o el Gobierno. Pero creo que han sido, primero, inoportunos, porque no era un tema tan peculiar como Pablo Groux, o mi empresa, ni tampoco era el Gobierno. Era la imagen de Bolivia y creo que hay que tener, incluso en política, ciertos reparos para hacer acusaciones cuando lo que se juega es algo más que el interés particular de algún sector o partido. 

¿Se lo benefició a usted en desmedro de dejar a otra empresa o persona perjudicada por no tener relación con el Gobierno?
No, y estoy absolutamente convencido de aquello. Para ser mucho más claro: el tiempo que nos separaba desde la decisión de hacer una invitación directa hasta la fecha misma de la inauguración del evento era muy corto, aproximadamente 100 días. Una licitación de cualquier tipo nacional o internacional necesita por lo menos 90 días en términos formales o administrativos. Imagínese usted, sea quien sea, ¿quién hubiera asumido la responsabilidad de organizar un evento de inauguración? Y entonces, nuestras normas, las del país, tienen esta específica cláusula de una invitación directa cuando precisamente el tiempo es insuficiente para honrar un compromiso en materia de servicios.

¿Se considera un salvador de los juegos deportivos suramericanos Cocha 2018?
No, yo tenía que hacer lo que tenía que hacer y si acepté con el tiempo que quedaba entre el proceso administrativo y la inauguración, sabía que tenía que trabajar 24 horas al día. Me la jugué, no solo, sino con mucha gente que trabajó a la intensidad a la que debíamos trabajar. 

¿Cuál ha sido el trabajo que realizó su empresa en los juegos deportivos?
Es concreto, tres eventos muy importantes: la inauguración, la apertura de la subsede de Villa Tunari y la clausura. Nos hemos abocado estrictamente a ello y a nada más. 

¿Cuánto cobró por eso su empresa?
Algo más de 11 millones de bolivianos. Entiendo perfectamente que la gran mayoría de la ciudadanía no conozca el costo específico de lo que significa, por ejemplo, un equipo de sonido, un sistema de luces, el costo de cada uno de los elencos artísticos, de transporte, vestuario, infraestructura, energía, etc. En lo personal yo nunca asumí esto como un negocio, para mí era un compromiso con Bolivia.

De verdad nunca  fue un negocio, era una misión. Los detalles administrativos, contables, obviamente serán de conocimiento, primero, de las autoridades estatales y a través de ellas de la ciudadanía, pero le aseguro que cuando uno comienza a sumar cada uno de los elementos de la producción, la gente podría entender que no hemos hecho una apuesta empresarial. Como equipo base, creativo y de producción llegamos a tener un equipo de trabajo de 35 personas. 

La noticia de que su empresa estaba haciendo trabajos para los juegos deportivos estalló en plena organización del evento, ¿cómo manejó ese momento cuando se lo buscaba para que diera su versión?

Guardando silencio. En una primera instancia, no sé si afortunada o no, atendí tres llamadas de medios a mi celular mientras me encontraba en el trópico cochabambino. Inmediatamente me reuní con el equipo de producción más cercano a mí, identificando que aquello nos estaba quitando energías y decidimos guardar silencio, y dijimos que lo que teníamos que hacer nosotros era trabajar, no tanto entrar en un debate con un senador o partido político. En lo personal, me sentía un poco frustrado, avergonzado por lo que estaban haciendo, intentar manchar un proyecto de país, de Estado, a partir de una circunstancia política que no tenía que ver con los juegos Odesur. Por eso decidimos guardar silencio hasta ahora. 

¿En esos momentos lo llamó el presidente Evo Morales y otras autoridades de Gobierno?
No tuve una llamada en particular, sí los encuentros que correspondían con las autoridades, pero creo que en general fue un momento incómodo para mí, pero no podía perderme en mi egocentrismo o estado de ánimo. Lo que yo hice fue trabajar en los detalles de lo que tenía que cumplir. 

¿En algún momento del conflicto se arrepintió y dijo: dónde vine a meterme?
Sí, cuando no pude ver a mi hijo por más de 30 días. Tengo un hijo que cumplirá siete años –vas a disculpar que me emocione–, que vive conmigo, que comparte mi vida, y yo entre Cochabamba y el trópico no podía verlo. Él vive en La Paz y no poder verlo realmente fue un momento en el que pensé tirar la toalla, pero tenía que seguir adelante. 

También se informó en su momento que la empresa Arte Bolivia SRL se adjudicó más de Bs 1,3 millones para encargarse de la antorcha, del encendido de la misma y del recorrido por el país. Entonces surgieron voces que consideraron que para ese trabajo se pagó mucho, ¿cómo vio usted eso desde el interior de la organización?

Creo que la política es un complejo sistema en el que los discursos hoy por hoy no ingresan precisamente en el escenario de la racionalidad, sino del sensacionalismo y eso moviliza a diversos sectores de la sociedad a veces sin tomar conciencia de lo que significan las cosas en sí mismo. Creo que fue un momento que, en lo personal, fui una especie de elenco de ese escenario sensacionalista. No sé realmente, tampoco me parece un momento menor trasladar una antorcha por todo el país. Nunca me he puesto a pensar en los detalles de producción específicos, pero a priori te digo que no debe ser barato moverla (la antorcha) para que llegue a Tiwanaku, a Tarija, a Cochabamba y a otras regiones con toda una logística  especial. No sé lo que cuesta, pero te aseguro que fácil no es. Nunca me sentí compitiendo con los amigos de Arte Bolivia, yo tenía una idea y la puse en consideración, y ellos tenían para este otro proyecto. Y es un comité el que decide, que va más allá de Bolivia. 

¿Qué hará de aquí en adelante?

Tengo que trabajar para vivir, si tengo que dedicarme a poner sillas en escenarios, a hacer producciones o videos, lo tengo que hacer porque es mi trabajo. En algún momento me acusaron de ser yesca, la objeción era que un exministro abrió una empresa con Bs 17.000. Era lo que tenía, yo vivo de mi esfuerzo, tengo que seguir haciéndolo. Si esta es una oportunidad para mí, para la gente que trabajó conmigo, para llegar más allá, bien, y si no, no importa, yo tengo que seguir trabajando, no importa lo que haga.  

Vivo en un departamento de alquiler en Achumani de La Paz, tengo una oficina en alquiler, trabajo con tres personas en mi oficina y cuando hay cosas que hacer, producciones más grandes, busco alianzas, contrato personal. Tengo un vehículo Volkswagen año 2012 y una moto, que es mi juguetito. 

Tengo tres hijos, uno de 25 años, profesional, trabaja y comparte el apartamento conmigo, otro que estudia en México, de mi segunda esposa, y el pequeñito, que vive conmigo. Por eso  siempre digo que en mi departamento somos dos hombres y medio, con mi hijo, yo y el pequeño.