Carlos Dabdoub hace un análisis sobre la revolución del conocimiento que vive el mundo. Sostiene que la ciencia y la innovación se constituyen hoy en las principales riquezas de los pueblos

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13 de enero de 2019, 4:00 AM
13 de enero de 2019, 4:00 AM

El II Congreso Internacional de Neurociencia realizado en Santa Cruz de la Sierra el mes de noviembre pasado, organizado por el Instituto de Neurociencia (Universidad Franz Tamayo), bajo la coordinación de la dirección de Psicología y el apoyo del laboratorio Tecnofarma, suscitó un vivo interés de investigadores, académicos y estudiantes. Era un reconocimiento explícito a la revolución del conocimiento que vive el mundo. Bajo esta perspectiva, la ciencia y la innovación se constituyen hoy en las principales riquezas de los pueblos, muy por encima de los recursos no renovables de cualquier país. Es así que mientras en 1960 las materias primas constituían el 30% del PIB mundial, en los inicios de este nuevo milenio representaban apenas el 4% del mismo (Banco Mundial).

A este encuentro académico se sumó la inauguración de un nuevo Centro de Simulación, un espacio donde el uso de muñecos y otros equipos con tecnología virtual e impresoras en 3D permitirán capacitar mejor a los futuros profesionales, acorde con los modernos métodos de enseñanza y aprendizaje, mediante el enfoque de competencias. Se dice que se aprende más “saber haciendo”.

El tema central de dicho congreso fue “neuroeducación e innovación”. Hoy se afirma que el neuroaprendizaje es una disciplina que combina la psicología, la pedagogía y la neurociencia para explicar cómo funciona el cerebro en los procesos de aprendizaje. Contempla y estudia las diferentes formas en que la información ingresa al cerebro, la procesa, almacena, recuerda, recupera, aprovecha y utiliza las enseñanzas.

Gracias a las investigaciones del modo en que los seres humanos aprendemos, hoy se sabe por qué durante tantos años la educación tradicional no brindó los resultados esperados. En otras palabras, en nuestros días entendemos el motivo de tanto fracaso en la educación. Como bien dice Leslie Hart, “enseñar sin saber cómo funciona el cerebro es como querer diseñar un guante sin nunca haber visto una mano”.

Actualmente conocemos de la existencia de redes de neuronas que se comunican mediante neurotransmisores –tres son los principales: serotonina, acetilcolina y norepinefrina (SAN)–, que regulan los procesos de aprendizaje y memoria en los estados de alerta. Además tenemos herramientas para descubrir cómo aprende cada cerebro de manera individual (inteligencia múltiple).

El conocimiento de la humanidad se duplica cada dos años y la tendencia es ir disminuyendo este tiempo de espera. Todo ello da cuenta de que lo que aprendimos hace pocos años se vuelve luego obsoleto. ¿Cuál es la solución? Lo relevante ya no es solo acumular información, lo importante es desenvolver capacidades cerebrales para aprender a mayor velocidad (Braidot).

En definitiva, el neuroaprendizaje consiste en preparar al cerebro ante nuevas realidades. Estudiar un caso clínico hoy de una manera seguramente será diferente al examen de la misma enfermedad en el futuro. En consecuencia, los procesos de entrenamiento neuronal derivados de los métodos nuevos de aprendizaje tienen que ver, por ejemplo, con la estimulación emocional (inteligencia emocional), generando cada vez más redes neuronales interconexas que respondan a las contingencias del mañana. Vivimos una nueva generación en materia de educación y aprendizaje. Nuestra consigna en cuanto a educación universitaria es formar cerebros con capacidad para autogestionarse y superarse a sí mismos frente a nuevos embates y desafíos.

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