Eduardo Velasco, un sicólogo que hace trabajo voluntario en el hospital Oncológico, fue quien le escribió una carta a la ministra de Salud, Ariana Campero, como desahogo ante la amenaza de despidos de médicos que protestan, pero mostró una dura realidad que viven muchos profesionales

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1 de enero de 2018, 9:00 AM
1 de enero de 2018, 9:00 AM

Un sicólogo trinitario, que trabaja voluntariamente en el hospital Oncológico, donde ve de cerca el dolor y la muerte por el cáncer, fue el que le escribió una extensa carta a la ministra de Salud, Ariana Campero, en un momento de desahogo pero también como un grito que clamaba por solución al conflicto de los galenos que ya ha dejado por más de un mes sin atención médica a la población exigiendo que se elimine el art. 205 del Código Penal, que refiere a la mala praxis profesional.

“El cáncer no tiene color político, el único color que tiene es negro, y hay que trabajar con la persona que esté, con el partido que sea - rojo, blanco o azul-, porque el cáncer no espera, tenemos que trabajar contra la enfermedad”, resalta Eduardo Velasco, que tomó protagonismo público luego que su carta se hiciera viral en las redes sociales. 

Esta manifestación no la dijo por azar, sino por la experiencia que vive a diario en el hospital, donde ha visto apagarse muchas vidas y el dolor de familias que sufren por esta enfermedad. Hay momentos que han dejado huellas imborrables en su vida profesional. Uno fue cuando una mamá no se separaba de su hijo adolescente que estaba muriendo: “Ella le agarró fuerte la mano, entonces en un momento le pregunté: ¿cómo hace para estar tan fuerte en un momento como este?, y ella me responde: porque la familia es eterna y yo sé que lo estoy acompañando a mi hijo en una transición, pero donde sea que él esté yo voy a seguir siendo su mamá”. Eso fue algo muy duro, pero hermoso mensaje de fortaleza.
También guarda en su memoria el amor y el desprendimiento incondicional de otra madre, cuyo hijo sufría de mucho dolor, y ella le decía: “Ándate mi amor, y si tenés miedo, aparecete en mis sueños que yo sigo cuidándote”.

Para él es desgarrador ver morir a las madres dejando a sus hijos, “realmente ellas no quieren morir, no mueren en paz, porque no quieren dejar solos a los suyos”.

Esto que vive en el área de pediatría y emergencia del Oncológico lo hace pensar que hay muchos profesionales médicos que trabajan duro para salvar vidas.

Un desahogo

Cuando se enteró del anuncio que hizo la ministra de que se procedería a destituir a los médicos que cumplen el paro indefinido decidió escribir. En principio hasta lo publicó de forma privada, porque asegura que nunca buscó saltar como figura pública, porque “entre todos mis compañeros del servicio de pediatría y voluntarios los que hacemos el trabajo, y de ninguna manera mi trabajo es más importante que el de los demás”, resalta convencido de que parte de la riqueza que tienen los hospitales precisamente son los profesionales, los voluntarios y las fundaciones que trabajan en los nosocomios.

En la misiva que pegó en su Facebook le dice que la esperan en el servicio de Pediatría del Oncológico donde la recibirán con cariño, como lo hacen con cada una de las personas que los visitan.

 “Este Hospital, que parece ser el castillo del terror por el dolor del cáncer, en realidad yo lo llamo el hospital de los milagros. Usted sabe el poco presupuesto que el Estado gasta en un paciente con cáncer. Bueno, acá se multiplican los panes y los peces, aparecen remedios, se pagan estudios caros, día a día personas anónimas, se acercan a ayudar a los enfermos. Es increíble”, dice una parte de esta carta, que se hizo viral en las redes sociales.

“Señora ministra, no sé si le contaron, en Pediatría todos los niños (cruceño, quechua, aimara, beniano, pandino, tarijeño, chuqui, cochala, paceño, menonita y hasta algunos extranjeros) reciben el tratamiento de quimioterapia gratuito de parte de una fundación española (Afanic). Ellos no son personas ricas, son personas que hacen actividades en Europa y con ello nos ayudan a salvar a nuestros niños y adolescentes. Están otras fundaciones que cubren otros gastos, La Legión de combate al Cáncer, Davosan, Afanic Bolivia, Gotita Roja, Fundesi, Grupo VAHO, Esperanza de Vida y otras agrupaciones que están 24 horas al día pendientes”, dice otra parte.

“En el conflicto veo que se están peleando contra las personas, y yo le digo, con todo respeto, que nuestro personal es lo mejor que tenemos”, y menciona a los médicos que cumplen una labor  y le pide una lucha contra la enfermedad, la falta de recursos y la pobreza.

Su trayectoria
A sus 36 años de edad tiene especialidad en sicooncología y en cuidados paliativos (atención de los pacientes terminales). En marzo de 2015 llegó de Buenos Aires, luego de estar nueve años fuera del país, y de inmediato se presentó en el Oncológico, donde asiste como voluntario.  
Trabaja en su consultorio privado, en el seguro universitario  y como docente de la Universidad Católica de la carrera de sicopedagogía.

También dedica tiempo en la Asociación para el adulto Mayor, donde da cursos todos los sábados en el centro que está cerca del zoológico. Está haciendo una maestría en salud pública en la Universidad Gabriel René Moreno y ya le falta poco para terminar, y el tema de su tesis es Creencias que afectan en la adherencia al tratamiento oncológico.

Su vocación por asistir a los que sufren la tuvo desde niño, porque cuando alguien le preguntaba qué quería estudiar siempre dijo que quería ser curita, pensando en la que cura las heridas y no sacerdote como muchos asociaban. Esto es parte de las anécdotas familiares.

La muerte de su tía afectada por el cáncer, que dejó a sus primos cuando eran muy chicos, le dolió mucho, como también el dolor de mucha gente que ha perdido a familiares a causa de esta enfermedad. “El cáncer es mi enemigo desde que le robó la sonrisa a mis primos cuando eran chicos; la tía Selvita, mi primera noción de la ausencia, de la muerte. Dejó un luto eterno. Se llevó a mi abuela, familiares, madres y padres de gente querida, al mejor cantante beniano, al gran escritor y luchador de los derechos del Beni, a muchos amigos y amigas. Lo que es peor, está dejando huecos en las familias porque son cientos de madres que mueren por el cáncer de cuello uterino; sobre todo las pobres”, expresó en su Facebook.

El inicio de su carrera tuvo algunos tropiezos, porque en principio todo su entorno lo impulsaba al área de ingeniería. De hecho, al salir del colegio La Salle, de Trinidad, se fue a Cochabamba a la Universidad San Simón a estudiar esa carrera, pero después de un año, sin decirle a nadie, ni siquiera a sus padres, se cambió a sicología y terminó sus estudios en la Universidad Católica de La Paz. 

Mientras hizo práctica en la Defensoría de La Mujer, en La Paz, conoció a gente de la Asamblea de Derechos Humanos de Bolivia que lo orientaron más a trabajar para las personas. Siempre quiso hacer voluntariado y, de hecho, en su mente estaba como destino África, pero después analizó que este es un país subdesarrollado que necesita de su gente, por eso buscó integrar uno de los centros de educación alternativa para personas de escasos recursos, en Cabezas, donde estuvo un año después de graduarse como sicólogo. Estuvo como profesor, pero luego pidió a sus papás que le ayuden a hacer la especialidad en Argentina, se fue decidido a hacer sicooncológia y neurosicología. Tuvo la posibilidad de estar en el Hospital Pediátrico J.P. Garrahan, de Argentina, y se quedó nueve años fuera de Bolivia. 

Retornó al país para estar cerca de sus padres y para servir a su gente. Desde que llegó, en 2015, ya casi tres años está en el Oncológico donde pone en práctica su formación en sicooncología, aunque sin ítem y sin contrato.