El ciudadano es el recurso natural más necesario en un país, y para un gobierno tirano, lo ideal es que este recurso se encuentre ignorante, inerte y sumiso

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7 de enero de 2018, 4:00 AM
7 de enero de 2018, 4:00 AM

Según la Real Academia Española (RAE), el miedo es una  sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro. A mi parecer, es una emoción negativa transitoria que al superarse, se torna positiva e inmediatamente nos transformamos en valientes, en héroes. Dicho esto, aclaro que el valiente no es el que jamás teme, sino aquel que sintiendo miedo vence sus obstáculos.

Todos los seres vivos sentimos miedo en determinados momentos, es una respuesta natural a la constante incertidumbre que caracteriza a la vida en general. Podemos tener miedo a un nuevo trabajo, a una relación, a embarcarse en un nuevo negocio, miedo a expresarse, al rechazo, en fin, al cambio en general. 

Por otro lado, el cobarde es muy distinto a la persona con miedo, porque la cobardía rige y condiciona su comportamiento, sus acciones, sus palabras y su existencia en general.

En los países, como el nuestro, donde hay amenazas constantes de encarcelamiento y aprehensión para aquellos que protestan ante las ilegalidades y corrupción, el cobarde aun siendo dañado, humillado y sufriendo injusticias, callará; esta persona es capaz, dentro de su terror diario, de fingir agrado hacia el pie de quien lo aplasta con tal de proteger sus posesiones e intereses.

Si bien el coraje es contagioso, la cobardía también lo es, el sujeto con esta aflicción tratará de convencer al valiente de que sus acciones siempre son poco, de que su lucha es en vano, de que nada de lo que hace y haga es suficiente para cambiar su situación de oprimido; lo desmerecerá y tratará de que piense igual que él. Cuando el cobarde elimina a un valiente, se siente mejor porque hay uno más que, como él, vive en completo estado de indiferencia y temor.

¿Cómo pueden los cobardes curarse de esta condición que disminuye su humanidad y mella su espíritu? Pues hagamos de cuenta que la valentía es un músculo que tenemos en nuestro cuerpo, que se expande desde el estómago hasta la garganta, como cualquier músculo, si queremos que crezca; debe ser ejercitado en el día a día, cuando nos encontremos ante una situación de injusticia y sintamos ese revoltijo en la barriga que nos quiere obligar a tomar acción, ese sentimiento de repudio hacia lo incorrecto, actuemos de manera inmediata, salgamos del trance de indiferencia en el que la cobardía nos colocó y convirtámonos en héroes no solo para terceras personas, sino también ante nosotros mismos.

El humano no fue creado para esclavo ni para sometido, tenemos una capacidad enorme para pensar, cuestionar, crear, luchar, mover y revolucionar una nación, sin importar qué tan poderoso sea su gobernante.

El ciudadano es el recurso natural más necesario e importante en un país, y para un gobierno tirano, lo ideal es que este recurso se encuentre en ignorancia, inerte y sumiso, porque sabe que  una población despierta, sin miedo y celosa de sus derechos y libertades, jamás callará, incluso cuando el daño no les llegue a ellos directamente, incluso cuando las amenazas de encarcelamiento son reales e inminentes, el Gobierno sabe que no existen cárceles tan grandes para encerrar tamaña convicción.

Muchas veces hablamos del empoderamiento ciudadano, sin darnos cuenta de lo que verdaderamente significa, no es solo exigir o protestar, sino también posicionarnos en el lugar que nos corresponde como escritores de la historia. El poder del habitante traducido en democracia es totalmente supremo a cualquier ley, fallo o disposición; la soberanía del pueblo no puede ser avasallada o ignorada, es total y absoluta, pero si no la defendemos, sin cobardía, queda solo en palabras bonitas. 

Querido lector, si usted leyó hasta esta parte de mi breve artículo, le pregunto, ¿dónde se encuentra usted? ¿Sufre usted de este trance llamado cobardía? O es miedo totalmente natural y válido lo que no le permite reclamar por sus derechos que poco a poco y de manera sigilosa el
Gobierno le está quitando. Ejercitemos nuestra valentía, despertemos como ciudadanos, adueñémonos de nuestra historia. Les dejo un fragmento del poema Invictus,  escrito por William Henley, con la esperanza de que usted se dé cuenta de que no necesita de un líder para exigir y reclamar por sus derechos, lo único que usted necesita, es valor. 

“No importa cuán estrecho sea el camino, cuán cargada de castigos la sentencia, yo soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”.

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