Vox se afianza en el Congreso español con un discurso xenófobo e intolerante. La derecha radical se nutre de la frustración social de sectores medios y pobres

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12 de mayo de 2019, 4:00 AM
12 de mayo de 2019, 4:00 AM

Vientos ultraconservadores soplan con fuerza por el mundo. Algunas de sus ráfagas son peligrosamente radicales. En la Unión Europea, son parte de un proceso de larga data que sacude las estructuras de la democracia liberal y abre las puertas a discursos de odio contra migrantes y musulmanes. Pero sus brazos se extienden a Estados Unidos, América Latina y el sudeste asiático, con sus matices particulares. Definamos primero el fenó- meno. La extrema derecha, derecha radical o ultraderecha son términos que describen a los movimientos o partidos políticos que promueven y sostienen posiciones o discursos xenófobos y ultranacionalistas.

Representan a sectores de clase media y baja que se sienten amenazados por la migración en el marco de una globalización excluyente. Como en el voto del Brexit en el Reino Unido, los movimientos ultranacionalistas se nutren de la frustración social. Se diferencian de los partidos de derecha o centroderecha porque estos últimos sostienen una ideología liberal, defienden la economía de mercado y propugnan una visión conservadora en materia social, pero siempre en el marco de la democracia.

El fenómeno Vox es la última versión de la ultraderecha. Por primera vez, desde la transición de la democracia, un partido ultraconservador se ha hecho un hueco en el Parlamento de España. Gracias a un 10,3% de los votos emitidos en los comicios al Congreso, la formación polí- tica Vox podrá sentar a 24 de los suyos en la Cámara Baja, lo que supondrá un 7% del total de diputados de la XIII Legislatura.

En Europa existen varios partidos de extrema derecha con mayor representación en las respectivas Cámaras Bajas. En 2014, la ultraderecha sueca logró una votación histórica a través de los Demócratas Suecos (DS) con más del 14% de los sufragios. De los aquí seleccionados, Polonia es el país en el que esta ideología cuenta con más poder a este nivel político, con 235 diputados de los 460 disponibles (un 51%) de los asientos del Sejm (que se puede traducir como Congreso) que corresponden al partido Movimiento por una Ley y Justicia (PiS). En 2015, el Partido del Pueblo Suizo (SVP) romperá con el sistema de partidos tradicionales con el 33% de la votación.

Ese mismo año, el Partido Popular Danés (PPD) obtuvo el 21% de los votos, lo que obligó a la aprobación de varias leyes antiinmigrantes. Pero 2017 será el año del mayor ascenso de la ultraderecha. Entonces, el Partido Liberal de Austria (FPO) obtuvo el 28% de los sufragios; Alternativa para Alemania (AfD) logró el 13% de la votación; surgió el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP); el Frente Nacional francés logró el 1% de la votación.

En 2018, el Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik) obtuvo el 13% de los votos.

El primer ministro húngaro Viktor Orbán, del partido Fidesz, se presentó a sí mismo como el defensor de Hungría y Europa contra los migrantes musulmanes, lo que le permitió obtener su tercer mandato bajo un sesgo autoritario. Ese mismo año, la Liga en Italia encumbró a Matteo Salvini en el poder, tras quedar tercero en las elecciones, solo por detrás del populista Movimiento Cinco Estrellas y del Partido Demócrata.

La fecha crítica para este proceso estará en las próximas elecciones para el Parlamento Europeo, previstas entre el 23 y el 26 de mayo. Este año, las formaciones de extrema derecha de diferentes países quieren asaltar la UE.

Hay quien las compara con los godos a las puertas de un Imperio romano en decadencia. Un asalto que llega con el Reino Unido despidiéndose mal de la Unión Europea y los mayores líderes de la UE en sus horas más bajas. Angela Merkel con un pie fuera de su partido y Emmanuel Macron, al que le ha estallado la revuelta de los ‘chalecos amarillos’, dilapidando en tiempo récord todo el crédito que tenía tras pararle los pies a Marine Le Pen.

Las encuestas pronostican un avance nunca visto de estas fuerzas eurófobas: conquistarán en torno el 20% de los escaños. Insuficiente para controlar el Parlamento en Estrasburgo, pero podrían -advierten los analistas internacionales- sabotear su funcionamiento y bloquear iniciativas financieras, de política social y sobre todo de inmigración. Los expertos aseguran que Europa está en crisis como bloque de integración. Bjoern Hacker, profesor de Política Económica de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berlín, explicó a medios europeos cómo en apenas una década las goteras se han convertido en grietas.

“Europa no solo ha sufrido la gran crisis económica en 2008, también se enfrentó a la crisis del euro en 2009, la crisis de los refugiados comenzó en 2015 y lleva sumida desde 2016 en el Brexit. La UE no ha sabido dar una respuesta a ninguno de estos retos”.

Estas grietas pueden causar daños estructurales: “La reputación de la UE ha sufrido mucho. Alemania intentó imponer a sus vecinos el rumbo que más le convenía. Pero esas políticas fueron inadecuadas. Resultado: por todos lados crece el conflicto entre partidarios y detractores de la integración europea”. No por nada el escepticismo de los europeos con la propia UE. Si bien el 62% de los europeos cree que pertenecer a la UE es algo bueno, la mitad de ellos opina que “avanza en la dirección equivocada”.

Más allá de Europa
La ultraderecha se encumbró por el voto popular con Donald Trump, en Estados Unidos, con su bandera “America First” (EEUU primero), la lucha contra la migración ilegal y una política económica proteccionista; con el capitán del Ejército, Jair Bolsonaro, en Brasil, atacó a migrantes, homosexuales y comunistas bajo el estandarte de lucha contra la partidocracia, la corrupción y la inseguridad; y Rodrigo Duterte, en Filipinas, barrió con los delincuentes y narcotraficantes a punta de detenciones ilegales y políticas autoritarias que violan los derechos humanos.

Alrededor de esta mesa también se sentó el israelí Benjamin Netanyahu, que colocó a ultraconservadores al mando de un Gobierno abiertamente antipalestino y en favor del integrismo judío. El movimiento ultraderechista tiene su expresión más intolerante y violenta en el denominado “supremacismo blanco”, un movimiento nacionalista que retoma las ideas del nazismo para postular que la superioridad del hombre blanco, lo que justificará sus políticas y acciones violentas contra musulmanes, negros y latinos. Los ataques terroristas perpetrados por Brenton Tarrant en Nueva Zelanda, que mataron más de 50 musulmanes en dos mezquitas en la localidad de Christchurch se sustentaron en esta ideología del odio racial e islamofóbico.