Uno de los intelectuales más lúcidos del país hace un análisis sobre la planificación urbana. Nos introduce por un camino de luces y sombras de una ciudad que convive con una billetera gorda y con muchos bolsillos vacíos. Habla sobre los grupos de poder y el papel de la Alcaldía

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5 de agosto de 2018, 4:00 AM
5 de agosto de 2018, 4:00 AM

A Fernando Prado Salmón le gusta caminar por los barrios pobres amparados por el cuidado de sus habitantes que se ganan la vida de sol a sol y que disfrutan de esos canchones limpios bajo la sombra de los mangales parsimoniosos, donde hacen sus tareas los muchachos que al caer la tarde ayudan a mamá a regar las macetas con helechos y anturios, envueltos en una vida que, a pesar de los escasos recursos, los vecinos demuestran el esfuerzo y la voluntad para que esos barrios cada día sean más pintudos y más dignos.

También le gusta dar paseos por el centro histórico, cobijarse en las galerías de las casas coloniales, contemplar los anillos y los paisajes urbanos de postal que él y una brillante generación de arquitectos diseñaron y ejecutaron con el Plan Director de Santa Cruz de la Sierra en las lozanías de los años 70 del siglo pasado, mucho antes de que el crecimiento de Santa Cruz empiece a descarriarse y en convertirse en la que es hoy, con sus luces y sombras, con sus paraísos y sus infiernos que Fernando Prado sabe identificar con solvencia, bajo las credenciales que le dan sus conocimientos de doctor en arquitectura y urbanismo de la Universidad de Roma, así como otras medallas que lo convierten en un profesional con licencias para analizar, criticar y proponer sobre el desarrollo de la urbe cruceña.

Veo en su mesa muchos libros escritos por usted sobre planificación ciudadana, ¿cuánto de todo lo que está en ellos se ha ejecutado en la ciudad?

Esas son las dos escalas de ánimos. Por una parte, mucho de lo que se pensó sobre la planificación de Santa Cruz, se hizo. Cuando camino por la ciudad veo el primer anillo, los espacios para mercados y escuelas que conseguimos que se hagan realidad. Le cuento un detalle: cuando se estaba haciendo la avenida Omar Chávez, donde hay un desnivel, los ingenieros querían que ambos carriles estén a la misma altura, pero les dijimos que paisajísticamente quedaba bien con el desnivel. La ganamos y quedó bonito.

Recuerdo lo difícil que era definir el primer anillo, la Cañoto, el hospital donde era un arenal. Lamentablemente llegó un momento en que se perdió la posibilidad de continuar con esa planificación. Yo llegué del exterior después de terminar mis estudios el 70 y el 71 concretamos la planificación de Santa Cruz de la Sierra hasta el último detalle del cuarto anillo.

Antes de 1971, ¿qué había en materia de planificación?

El plan Techint es antes de eso, pero quedó incompleto. Yo hice mi tesis en base a Techint. El plan tuvo mucha oposición, proponía ampliar las calles tumbando galerías, no se pudo implementar, y a partir de ahí un equipo local, donde yo entro, consiguió trabajar en el desarrollo de la ciudad y se gestionó el Plan Regulador, una instancia que decidía sobre la ciudad.

Después ese proceso se detiene. Es delicado decir esto: lamentablemente este fenómeno de poder planificar se hizo cuando no habían partidos políticos, cuando la sociedad civil decidía. Cuando llega la democracia, lo cual es bueno, retornan los partidos y ellos no tuvieron la madurez para utilizar de la misma manera esa planificación. Lo recibieron como un botín.

El gobierno municipal estaba formado por partidos que no estaban a la altura de recibir responsabilidades como estas, metieron a gente que no conocía el tema. Hasta ahora tenemos ese problema, la gestión urbana en manos de grupos políticos no ha dado buenos resultados.

¿En este momento Santa Cruz está creciendo a la de Dios?

Ya ni siquiera podemos hablar de Santa Cruz. Santa Cruz municipio es el que más o menos está controlando el proceso. El proceso se desarmó también porque llegó el capital inmobiliario, que en muchos casos viene de afuera. Lo que hace este capital es darle valor económico a la ciudad y empieza la especulación inmobiliaria. Muchos se preguntan: si tengo 100.000 dólares, ¿qué hago? Compran un lote para construir departamentos porque sienten que eso crece seguro. Eso deforma toda la economía. Lleva capitales que quizá deberían estar en la actividad productiva. Este proceso se da sin ningún control del Estado. En ninguna parte del mundo el capital inmobiliario puede tener tantos beneficios sin pagar nada. No hay ninguna retribución de la plusvalía. Si la empresa compró a un dólar y vendió a 100 e invirtió solo 10, esa parte de la ganancia debería retornar para que haya programas de viviendas populares o terrenos baratos para la gente, compensar de alguna manera. Incluso a nivel privado todos nos volvimos especuladores. Muchos compran lotes no para construir de inmediato y a más de 15 km de la ciudad. Destruyen la capa vegetal de los terrenos que están en zonas agrícolas. Llegan con los tractores y tumban árboles. Hemos destruido un buen pedazo de territorio por un problema que no es ilegal, ellos actúan de acuerdo a las leyes del mercado que son las que les permiten.

Esto ha traído ventajas, es verdad, no todo es negativo. Ha llegado tecnología, materiales de construcción, equipamiento. Pero la modernización tiene un componente muy fuerte en esto. Es un precio caro el que se está pagando, primero, en el tema ambiental y, segundo, en la pérdida de cohesión social. Así comienza a nacer la segregación socioespacial que se da cuando el capital define las zonas pobres y ricas.

Cuando era joven, en la misma cuadra había gente rica y pobre y convivíamos todos, lo que pasa ahora es que al capital le interesa segregar para decir esa zona es exclusiva y lo que valía 10 vale 100. Venden imagen. Eso genera que el que no tiene esperanza de ser exclusivo o de una fuerte inversión, se va retrayendo a la zona donde puede comprar un lotecito para una autoconstrucción, por eso tenemos un Plan 3.000 al sur y el Urubó al otro lado de la ciudad. En un lado se concentra la riqueza y la modernidad. Pero hay que darse una vueltita por el distrito 12 para ver cómo viven, cómo se las arreglan para tener condiciones mínimas.

 Pero también están esas empresas que venden lotes a personas de ingresos modestos y que les ofrecen supuestamente en el Urubó...

Estamos en la misma lógica de ese capital inmobiliario, que en este caso es de origen popular y que muchas veces fueron una estafa porque solo les daban recibos y no los títulos de propiedad porque la urbanización no estaba aprobada. Y después llegaron las ofertas con atracciones que les decían: ‘Viva usted en el Urubó, lotes a solo 5 dólares el metro que otros venden a 100’. Pero lo cierto es que esos terrenos no están en la zona del Urubó, y obviamente son terrenos donde no hay nada, solo la inversión del pavimento. Es un área fantasmagórica. ¿Es lógico parcelar de aquí para 20 años? ¿Cómo se puede hacer para que eso sea ciudad?

 ¿Cuál es el precio de todo?

Hay una élite empresarial de origen agrícola que después se vuelve agroindustrial. Esta clase social dominante es la que construye el consenso hegemónico, el discurso del cruceñismo.

Por otro lado, con el crecimiento de la migración comienza a crearse la economía popular, la informalidad, que son grupos corporativos muy numerosos, gremialistas, transportistas, que comienzan a tener claros sus intereses económicos.

Un tercer grupo que se ha formado es en torno a un hecho evidente: esos 500 millones de dólares al año que maneja el gobierno municipal de Santa Cruz. Casi dos millones de dólares al día tienen que gastar el municipio. Eso creó una nueva estructura. Un grupo que tiene sus propios intereses económicos con el tema inmobiliario que está ligado a los grupos de poder de la Alcaldía.

Todo este desarrollo crea siempre su clase media que nace donde hay dinero y que ha perdido el nexo que tenía con la clase dirigente. Lo ha perdido cuando esa clase dirigente ha transado por necesidad económica con el Gobierno central, desde el momento en que dice que no va a hacer política, sino plata. Ahí ese liderazgo pierde su visión de futuro. Fue una confesión que le hizo perder mucho peso ideológico, cultural, político a la clase dirigente cruceña.

La clase media, que no estaba transando porque tiene valores como el creer en la democracia, en las instituciones, en las estructuras, entra en conflicto y está buscando sus propios líderes. Las plataformas ciudadanas son un fenómeno que nace de ahí.

Por otro parte, en la periferia están los pobres, a los que no les interesa ni a los empresarios, ni a los inmobiliarios, ni a la Alcaldía, ni a la clase media. Están sobreviviendo. Ese es el panorama de Santa Cruz.

¿Cuál es el precio de eso?

El precio es perder lo que se llama el área suburbana, que son pequeñas quintitas, donde se puede criar abejas o poner árboles. Nada de eso ya se puede porque todo está charqueado para utilizar dentro de 20 años. Hemos perdido la posibilidad de tener esa campiña hermosa. Se está haciendo una ciudad precaria, con muestras de incoherencias desde el punto de vista de cómo se están satisfaciendo las necesidades.

¿Los grupos de poder de Santa Cruz quieren a Santa Cruz?

Hay un amor a Santa Cruz que es estético, subjetivo, nostálgico por las características culturales que teníamos. Lo que se ama es la forma de vida, de amistades, de organización que tenemos, las fraternidades. Todo eso es muy querido. Pero en el momento que se diga si nuestra actitud es verdaderamente de ciudadanos, si tenemos valores, si respetamos a los demás, si tenemos verdadera convivencia, ya la cosa empieza a teclear, ahí fallamos todos. Hay mucho por hacer en educación ciudadana.

Nuestro nivel básico de educación ciudadana es muy bajo. Tenemos un mecanismo para medir el nivel cada año, y en vez de mejorar, empeoramos. Teníamos un puntaje de 30 y ahora estamos en 28. No aprendemos.

¿Por qué?

Porque no hay nadie que se ocupe de destacar los valores.

¿En manos de quién tiene que estar eso?

Sería muy importante que esté en manos de la Gobernación y sobre todo de la Alcaldía, que debería tener permanentemente campañas de formación ciudadana.

 Como el Cedure, la institución que usted dirige, ¿no ha presentado un plan a la Alcaldía para trabajar en formación ciudadana?

Nosotros les hemos propuesto hace 20 años, tenemos gente especializada. No les interesa.

El problema es que esos temas que nosotros los consideramos fundamentales y delicados, no son los que las autoridades creen importantes. Nunca fuimos escuchados.

¿Hay solución todavía para Santa Cruz?

Hay. Creo que estamos yendo por un camino medio chueco, pero hay voluntad de la gente de hacer cosas, en la clase media y en los barrios populares. De las instituciones, no, yo les pongo la cruz, no espero nada del gobierno municipal porque no tiene la mínima sensibilidad de hacer temas urbanos, de la gente. Invierten en el capital físico y no en el humano. Se construyen obras, pero no ciudadanía. La ciudadanía está construyéndose poco a poco, ellos mismos se organizan; está surgiendo de abajo porque de arriba no se ha conseguido nada.

¿Quiénes asesoran a las autoridades municipales?

Profesionales del ramo de la ingeniería, de la economía. No hace investigación la Alcaldía. A nosotros, Cedure (Centro de Estudios para el Desarrollo Urbano y Regional), nos odian porque decimos estas cosas y nos bloquean donde pueden.

¿Siente alguna frustración?

No, mi sentir es de satisfacción. En ninguna profesión uno logra concretar todo lo que quisiera. Estoy muy satisfecho con lo que como generación hemos hecho. Me gusta Santa Cruz, no me iría a otro lado.

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