El desconocimiento de la Constitución promueve un Estado criminógeno. La desinstitucionalización favorece a los narciso-caudillistas. El poder se siente cómodo con el dejar hacer, dejar pasar

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8 de abril de 2018, 4:00 AM
8 de abril de 2018, 4:00 AM

La intención del presidente Evo Morales de presentarse a una reelección al margen de la Constitución Política del Estado no es algo nuevo. Su postulación en las elecciones de 2014 ya era inconstitucional. Formé parte de la mesa de negociación cuando se definió una disposición transitoria constitucional que contabilizaba el periodo 2006-2010 como el primer mandato de Evo Morales.

En esa misma mesa se exigió al entonces interlocutor del oficialismo (Carlos Romero) que asumieran un compromiso público de respetar el acuerdo, además se solicitó que enviaran una carta a la OEA para certificar el acuerdo; ambos procedimientos se cumplieron.

Irónicamente, el elemento base de la demanda marítima boliviana contra Chile en La Haya es, justamente, los hechos notables, es decir que el dignatario de Estado desconoce los compromisos asumidos con anterioridad. Desgraciadamente los gobernantes incumplen sus acuerdos internos, es decir no reconocen la fe del Estado. 

Desde la perspectiva criminológica, estamos viviendo en un Estado criminógeno porque hay un incumplimiento a la Constitución Política del Estado. Con esto se promueve la desinstitucionalización y la deslegitimización del Estado, con lo que se repite la premisa liberal del siglo 18: dejar hacer, dejar pasar.

Con este modelo se alimentan las narciso-egolatrías, de las que hablaba el escritor mexicano Carlos Fuentes cuando analizaba a América Latina. Vivimos en ese ambiente en el que todos queremos ser generales y nadie quiere ser soldado (llevándolos a términos militares) y eso, justamente, propicia el caudillismo que es lo contrario a la democracia porque permite que emerjan los antivalores; simplemente prima la narciso-egolatría y ese comportamiento se repite en los niveles de gobiernos locales, departamentales y nacionales.

Candidaturas
Después de analizar el contexto, se puede llegar a la conclusión de que es imposible que se consolide un bloque opositor para enfrentar al MAS en las elecciones generales de 2019. Hay varias preguntas que responder: ¿unidad para qué?, ¿unidad sobre qué?

La élite económica está satisfecha, incluso se deja imponer el pago del doble aguinaldos cuando no corresponde porque está haciendo buenos negocios en la etapa de la mayor bonanza económica del país. Es decir, la élite se ha engordado.

En ese escenario también es imposible pensar en la unidad porque salen nuestras individualidades. La democracia siempre está pensando y anteponiendo los intereses colectivos y ahí sí son posibles los desprendimientos y taxativamente no es posible visualizar en 2019 un escenario de unidad nacional; tampoco se vislumbra en lo departamental ni en lo municipal. 

Se repetirán las tendencias y los caudillismos que están imperando en esos tres niveles del Estado; es más en cuatro niveles del Estado, tomando en cuenta el sistema universitario porque también está cooptado por los caudillos que destruyen la institucionalidad. 

Sin iniciativas

A estos elementos se suma que el MAS dicta la agenda a la oposición. Solo ha habido dos momentos, en 12 años de Gobierno de Evo Morales, en que el partido oficialista no tuvo la agenda, pero fueron oportunidades mal aprovechadas por los adversarios. El primer momento fue previo al referéndum al 4 de abril del 2008, por los estatutos autonómicos, cuando el Gobierno se quedó sin agenda porque Santa Cruz y los departamentos que formaban parte de la llamada ‘media luna’ tenían las banderas de la autonomía, pero perdió la gran oportunidad de imponerse. Entonces, por pretender tomar el todo, se perdió el todo y después llegó el referéndum revocatorio de mandato que, curiosamente, fue propuesto por  la oposición, pero sirvió para desarticular el movimiento adverso al Gobierno. 

El segundo momento fue el referéndum del 21 de febrero de 2016, que representó una derrota electoral del MAS, pero que la oposición tampoco consiguió capitalizar. Hay que aclarar que no fue un triunfo de la clase política, sino de la ciudadanía en rebeldía, pero que los opositores políticos tampoco han logrado compactar. 

Por eso es que el Gobierno agenda y utiliza una táctica que Sun Tzu empleaba con los falsos señuelos (como enseña El arte de la guerra). Un ejemplo de eso es el caso de Incahuasi, es un tema que nos entretiene y nos hace olvidar de lo principal, que es la ausencia de institucionalidad democrática en el país. Estamos en una desinstitucionalización beneficiosa para el poder. Ahí podemos resumir en la premisa liberal de dejar hacer, dejar pasar en tanto y en cuanto sea cómodo al poder.