Escribir es una actividad que varias privadas de libertad de Palmasola practican para liberarse por dentro. El Movimiento Libertad incentiva con talleres

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14 de abril de 2019, 5:00 AM
14 de abril de 2019, 5:00 AM

Hay mujeres que en la cárcel de Palmasola escriben cartas. Escriben porque saben que el lápiz tiene poder, que escribir es la mejor forma de despedirse de sus malditos fantasmas, que las palabras son un desahogo diferente al llanto; porque creen que cuando están concentradas frente al papel, se sienten libres para pensar, decir y soñar y, sobretodo, escriben porque así dejan de ser las ‘nadie’ de este mundo.

Las mujeres de la cárcel de Palmasola escriben a pesar de que sus cartas nunca llegarán a su destinatario. Pero escriben porque saben que, a pesar de eso, las lee alguien que ha llegado hasta ellas para animarlas a plasmar su vivencia en un papel, para impulsarlas a que en esta vida hay una forma de conseguir la libertad, aunque las rejas digan lo contrario: escribiendo con el alma, sin miedo, empujado por lo que canta el corazón, escribiendo para otro, pero también para uno mismo, para que la memoria personal no se pierda, para hablar sin miedo sin la necesidad de abrir la boca, pero sí las compuertas del corazón.

Lisa Corti les incentiva a que escriban y ella misma las lee después. Ella hace las veces del esposo que nunca llega, del hijo que se fue, de la comadre que quedó solitaria en el barrio donde años antes se visitaban para tomar el té, del abogado que no supo defenderla porque quería dinero por encima de la ley y de la autoridad que desde el trono de su poder no se interesa por la vida de las mujeres presas en Bolivia, de si son víctimas de la retardación de justicia, de alguna injusticia, de si se respetan sus derechos humanos, de si tienen acceso a la salud o a algún medicamento.

Lisa es miembro del Movimiento Libertad, un colectivo que lucha por los derechos y el bienestar de los reclusos en Santa Cruz, que es dirigido por Katherine Camacho. La puerta a la narrativa la abrió este movimiento llevando a cabo talleres de libre escritura y poesía que, según ha comentado Lisa, a través de las cartas lo que se busca es reafirmar la identidad, reconstruir qué somos, quién somos versus qué dicen que somos, quien dice qué somos.

El Movimiento Libertad guarda como un tesoro los textos que escribieron las privadas de libertad

Las privadas de libertad, detalla Lisa Corti, escriben a sus hijos, a otros miembros de sus familias, a la prensa, a sus abogados, a los policías, a las mujeres libres, a la sociedad, a sus violadores, al hijo de puta que las metió ahí, a ellas mismas

“Pueden escribir lo que quieran porque son dueñas de su voz, de su historia”, puntualiza Lisa, que ha bautizado a este proyecto Las Cartas de las Nadie. “Es una lectura intima que abre las puertas a la cruda realidad de las mujeres en contexto de encierro, es una crítica poética al derecho a errar, a la rehabilitación digna, a ser mujer en un sistema punitivo creado por hombres para hombres; la poesía se convierte en un acto de paz, el arte no salva ni cura, pero libera y la mente no tiene rejas.

Una privada de libertad decidió escribir una carta a la sociedad. En ella, dice:

“Si pensaste que con tenerme prisionera me quitaban la libertad, callaban la verdad y me robaban mis sueños: no lo lograste. Hoy soy más libre que nunca. He aprendido a valorar cada cosa que Dios me da por pequeña que sea, a volar sobre los cielos, a tocar las estrellas, y a soñar que un día no muy lejano se haga justicia para mí, porque ya no puedo más… Me cansé, no puedo pelear contra un muro.

Otra mujer escribió una carta a la libertad: “La luz ya no resplandece como antes, el calor ha perdido intensidad. ¿Cuánto tiempo más? Mi mente distorsiona pensamientos, mi energía deja de fluir cuando te perdí, no soy la misma. Muchas veces me extraño tanto como a ti. Pido a Dios tu regreso y me pregunto todos los días, ¿cuánto tiempo más?

La soledad se siente en el aire dentro del penal y en la carta de una reclusa: “Ya no te quiero soledad. Dueles tanto, que ya no te quiero. Quiero huir de ti. Soledad, eres tan mala. Que ya no te quiero, no te busco, pero te encuentro. Y estas aquí… Ya no te quiero soledad. Y sigues aquí. Quiero huir de ti. Pero estas murallas no me permiten salir… Vete. Soledad, ya no te quiero. Y aún con mi desprecio, sigues aquí… Vete”.

Katherine Camacho conoce la realidad de las mujeres que están pesas en Palmasola, gracias a que trabaja con el Movimiento Libertad desde hace diez años. Una década de asistirlas desde el punto de vista de los derechos humanos, de la formación en oficios que después les sirven para ganarse la vida cuando salgan en libertad.

“Damos cursos de formación técnica de diferentes trabajos: cursos de salteñería, de cocina, panadería y repostería. Muchas están libres y trabajando de eso o costearon sus estudios con esos trabajos.

Pero hay otras labores, como los talleres para incentivar a escribir cartas o poemas que, si bien no es un oficio que después permitirá ganar dinero, es muy útil para que las privadas de libertad afronten sus problemas y hagan de la escritura una terapia que está relacionada con una actividad artística que hace que la realidad pueda ser menos dura.

Todo eso lo sabe Camacho, que rememora que el movimiento que dirige nació con pocas personas, con familiares y amigos. Ahora, dice, son 25 personas fijas y por lo menos 30 más que colaboran habitualmente.

Cuenta Camacho con el importante apoyo de la Dirección del Régimen Penitenciario de Palmasola, dice que se está terminando la construcción de dos aulas para que en ellas pasen clases niños en edad de kínder.

Las cartas, los poemas, la belleza de la vida bajo la mirada del arte. A todo ello, el Movimiento Libertad le ha puesto un nombre: Espacio Toborochi. Lisa Corti lo resume como una incubadora de ideas y pensamiento crítico, libre, comunitario y feminista en el pabellón de mujeres del centro de rehabilitación de Palmasola, donde es posible generar proyectos culturales.

El territorio de ideas que ha surgido entre las privadas de libertad - comenta Corti- el movimiento Libertad y artistas que han ido uniendo fuerzas para el espacio, han generado una serie de ideas para un proyecto cultural inclusivo, sustentable y continuo de talleres artísticos, poesía, teatro, cine, debates, paseos culturales a niños, festivales de arte, campañas artísticas y exposiciones que buscan generar un proceso de aprendizaje, reflexión y diálogo humano y empático sobre la situación de nuestras cárceles.

Además de escribir cartas, las internas también ven películas. La anterior semana han visto la película española 18 comidas, que, según la sinopsis, narra seis historias entrelazadas: Un músico de la calle se cruza con el amor de su vida; dos amigos deciden enfrentarse al día a día con una buena dosis de alcohol; un marido espera a la mujer que nunca llega; dos hombres esconden un amor prohibido; una mujer sueña con otra vida; una joven anhela lo que su novio no puede dar; un matrimonio de ancianos come en silencio”.

La película se proyectó el viernes 5 de abril en el templo católico, con cortinas en las ventanas para que se haga el ambiente oscuro y pipocas, como en una sala de cine. La proyección empezó 10 y media mientras caía una lluvia bestial que, de rato en rato, cortaba la electricidad y la película quedaba estática en un instante negro.

Afuera de Palmasola, algunos familiares intentaban ingresar al recinto penitenciario, pero se toparon con que no era día de visita. “Yo he llegado del campo para ver a mi tía que está presa”, contó un joven que dice que vive en en Cochabamba y que ha llegado para visitarla no solo con alimentos y ropa, sino también con un par de libros que ella -según ha contado su sobrino - le ha pedido.

El coronel en servicio pasivo, Rolando Fernández, ha sido dos veces gobernador de Palmasola y durante esa experiencia, dice que ha sentido en carne propia lo que significa estar prisionero. “He convivido de cerca con ellos, he visto sus problemas”, recuerda.

Fernández está enterado de que en la cárcel de mujeres se está incentivando a que escriban cartas y poemas y, sobre ello, dice que se trata de una importante terapia ocupacional.

Mucha gente al estar presa se deprime. Por eso es importante que personas voluntarias de la sociedad la visite para levantarle el ánimo.

“Es buen ejercicio para el corazón el inclinarse para ayudar a otros a levantarse”, dice Fernández y aclara que con esa frase invita a los ciudadanos a entrar en empatía con los privados de libertad y que los visiten, que les lleven libros y que desarrollen con ellos actividades culturales e intelectuales.

En la cárcel de mujeres el día transcurre lentamente. Ese tiempo sin apuro, congelado en un tiempo que no se mueve, está presente en algunas cartas y poemas que ya han escrito varias internas. Una misiva, por ejemplo, titula: Carta a un amor privado de libertad y su contenido dice lo siguiente: “Valdrá la pena. Todo nuestro sufrimiento, valdrá experiencia. En la espera, cayendo mil veces, pero, en la lucha, levantándonos. Privados de lo único nuestro; nuestra libertad. Un sentimiento amargo es el tenerte lejos. Pero no me detendrá la distancia que nos separa. Y el tiempo va a recompensar mi corazón por haber esperado lo grandioso que tiene preparado para nosotros. ¡Valdrá la pena esperarte! ¡Valdrá la pena recuperarte! ¡Libertad!”.

El dolor de la soledad, duele. Eso lo expresó la autora de otra carta: “Dolor. Amigo dolor. Te conozco como nadie. Dolor, compañero de mi soledad. Dolor. He aprendido a vivir contigo. Dolor, Solo me has hecho más fuerte. Dolor, eres parte de mi carne. Dolor, eres parte de mi ser. Dolor, vivo contigo y moriré contigo y me acompañaras hasta que me vaya”.

Y otra mujer se proyectó en las afueras de Palmasola y escribió una carta para ella misma: Recuérdate: tu actitud enfrentando problemas, tu actitud disfrutando placeres. Recuérdate: tu facilidad de empatía, tu locura y tus manías. Recuérdate: disfrutando los sonidos y caminando en la naturaleza, llena de risa, llena de alegría, de vida y místico fulgor. Recuérdate todos los días. Recuérdate todas las noches. Recuérdate, no olvides quién eres.

Y al final, una privada de libertad escribió varias líneas con el mismo mensaje:

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel

Quiero salir libre de la cárcel.