Los liberales deben demostrar que el orden mundial basado en normas funciona a favor de todos. Nuevamente ha llegado el momento de que surja un radicalismo audaz y centrista.

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31 de diciembre de 2017, 4:00 AM
31 de diciembre de 2017, 4:00 AM

Si 2016 fue el año en el que los oponentes del orden mundial liberal basado en normas acumuladas durante más de 70 años obtuvieron impresionantes victorias nacionales -en Gran Bretaña y en EEUU-, 2017 fue el año en el que los partidarios de la apertura liberal se apresuraron a movilizarse.

Parece que 2018 está destinado a ser el año en el que se enfrentarán entre sí. Conforme los gobiernos utilizan el poder del Estado para el beneficio de sus respectivos bandos, la tensión formada durante un largo tiempo dentro de cada país se está transformando en un conflicto entre las naciones.

Los profundos cambios económicos estructurales en casi todos los países ricos habían separado cada vez más a aquellos que cosechaban los beneficios provenientes de los conciudadanos que la transformación había dejado atrás.

En el Brexit y en la victoria electoral de Donald Trump, los autoproclamados campeones de ‘los que se dejaron atrás’ tomaron el control de la agenda nacional con la promesa de acabar con el orden liberal internacionalista. En respuesta, los líderes centristas en otros países -más explícitamente, Emmanuel Macron en Francia han tenido que definirse a sí mismos como los defensores de ese orden.

Las instituciones de la Unión Europea (UE) y numerosos gobiernos europeos, junto con Canadá y Japón, actualmente conforman una facción internacionalista, abiertamente liberal, que está trabajando en beneficio mutuo para defender un sistema multilateral de gobernanza colaborativa basada en reglas para la apertura económica.

El líder indiscutido del frente antiliberal, mientras tanto, es EEUU bajo el presidente Trump. La mejor guía para comprender sus objetivos es darle una simple lectura a sus declaraciones, desde las del discurso inaugural hasta las de la reciente actualización de la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS, por sus siglas en inglés). Es un mundo de suma cero en el que no puede haber ganadores económicos sin perdedores, y es un mundo en el que cada país tiene que luchar por sí mismo. Ambas facciones quieren hacer, o rehacer, el mundo a su imagen y semejanza.

No es la primera vez que naciones enteras tienen que elegir qué ideología respaldar. Lo mismo sucedió durante la década de 1930 y nuevamente durante la Guerra Fría. También entonces, los países se alinearon a lo largo de divisiones ideológicas, parcialmente fomentadas por el conflicto económico y social que previamente había desgarrado su política interna. Como resultado, la batalla pasó al escenario internacional, en donde se libró por todos los medios, incluyendo la guerra directa o subsidiaria.

Dentro de los países, el conflicto fue reprimido en cierta medida, ya que los gobiernos trataron de garantizar que el bando que habían elegido internacionalmente no se menoscabara en sus propios países. Para los Estados liberales, esto significó diversos grados de supresión de la afinidad hacia el fascismo o hacia el comunismo. En las dictaduras de derecha y de izquierda, la eliminación de los puntos de vista disidentes fue total.

No hay señales de que el actual realineamiento global vaya a ocasionar guerras entre las facciones; y aún podemos esperar que se pueda evitar la violencia política dentro de las naciones. Pero en otros tres ámbitos, la batalla está en progreso.

Uno es el de las instituciones internacionales, en particular las que están a cargo de la gobernanza económica mundial. La administración del Sr. Trump parece estar decidida a socavar la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuya función de arbitraje está saboteando al frustrar el nombramiento de jueces para el panel de apelación. En cambio, la UE y Japón están tratando de demostrar el valor de la organización en relación con los intereses estadounidenses ofreciendo un frente unido, en el contexto de la OMC, en contra de una percibida política comercial abusiva por parte de China.

Otro ámbito es el de la construcción de alianzas. El impacto de las victorias aislacionistas aceleró las labores en la profundización del orden económico mundial existente. La UE ha completado acuerdos de libre comercio con Japón y con Canadá, y ha intensificado las conversaciones con México, Australia y Nueva Zelanda. Japón y Canadá, además de vincularse con la UE, están impulsando el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) con los 11 miembros restantes después de que EEUU lo abandonara.

En cuanto al Sr. Trump, él parece mucho más dispuesto a propiciar acercamientos con la Rusia de Vladimir Putin y a hacerse amigo de autócratas, desde el de Filipinas hasta el de Arabia Saudita, en lugar de fortalecer las relaciones con sus aliados o mantener la unidad política de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En Europa, Hungría y Polonia - la posición de Austria todavía está por decidirse- se están inclinando hacia su facción.

Paradójicamente, el ámbito más importante para los gobiernos involucrados en una batalla ideológica global continúa siendo su propio público a nivel doméstico. Esta tercera dimensión es decisiva si hemos de guiarnos por la Guerra Fría. 

La Gran Depresión impulsó al comunismo, pero más tarde no pudo sobrevivir indefinidamente ante la evidencia de que simplemente no funcionaba tan bien en pro de su gente como el capitalismo liberal democrático. En la actualidad, en cambio, el nacionalismo populista obtiene gran parte de su fortaleza de una crisis financiera inadecuadamente manejada y de respuestas de políticas impropiamente gestionadas (o inexistentes) ante el rápido cambio estructural.

A largo plazo, los liberales tienen motivos para sentirse esperanzados: retirarse del orden liberal seguramente causará un daño duradero a los países donde los aislacionistas están actualmente al mando. Pero esa esperanza es vulnerable a dos amenazas. En primer lugar, si el orden liberal se descompone, quienes se retiren tempranamente puede que tengan la ventaja. En segundo lugar, es probable que los antiliberales muestren resultados económicos a corto plazo durante más tiempo del que los liberales pueden mantenerse en el poder, en parte porque están libres de las exigencias de la política convencional.

Mientras que los conflictos permanecieran siendo domésticos, la cautela era dañina pero sostenible. Ese lujo se acabó. En una batalla global de ideas, los liberales urgentemente deben demostrar que el orden existente puede funcionar a favor de todos. La década de 1930 y la Guerra Fría fueron testigos de la sobrevivencia del liberalismo económico al volverse radicalmente más progresivo que antes. Nuevamente ha llegado el momento de que surja un radicalismo audaz y centrista.

Líderes buscan llegar a Trump

Mientras aumentan las tensiones en Corea del Norte, los países occidentales sienten que no pueden influir en el presidente de Estados Unidos por estar excluidos de su círculo

Normalmente, las relaciones personales entre los líderes electos apenas importan. La mayoría de ellos siguen los manuales de instrucciones redactados por sus respectivas burocracias. Se concentran en las políticas nacionales fijadas hace tiempo. Cualquier conversación sobre la “química” personal entre ellos suele ser solo charlatanería.

Pero la situación es diferente en el caso de Donald Trump. Después de dirigir durante años una pequeña compañía familiar sin directorio, ignora la burocracia. Se rodea de lacayos leales. Por lo tanto, quien logre susurrarle a Trump algo al oído, tiene chances de moldear su opinión y el destino del mundo.

Hasta ahora, Trump no se preocupó demasiado de los asuntos de política exterior. Trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén y abandonar los acuerdos climáticos de París representaron, principalmente, actos simbólicos. Pero eso pronto podría cambiar. Su proyecto de ley de reforma tributaria puede que sea su última gran legislación local, en particular dada su reducida mayoría en el Senado. Ese hecho liberará más espacio en su cabeza para enfurecerse por temas extranjeros, desde Corea del Norte hasta Irán. Por lo tanto, otros países occidentales se enfrentan a una pregunta urgente: ¿cómo lograr influir a este hombre?.

Ahora, que supuestamente Trump hace unos meses que planea bombardear Corea del Norte antes de que EEUU sea atacado, los europeos son meros espectadores. Su mayor esperanza de influir sobre el presidente norteamericano podría estar en comprar spots publicitarios en programas matutinos de Fox News. A los europeos solo les queda esperar que 2018 sea tan benigno como 2017.